INVITACION AL DIÁLOGO DE LAS GENERACIONES
LIZZY64Tesis27 de Noviembre de 2012
2.744 Palabras (11 Páginas)862 Visitas
INVITACION AL DIÁLOGO DE LAS GENERACIONES
Isaac Felipe Azofeifa
Ustedes dos, Rafael y María, y ustedes dos, Pablo y Ana, digan para empezar: Yo soy
un hombre, yo soy una mujer; tú eres una mujer. Nosotros somos cuatro seres
humanos. Todos ustedes tienen entre 18 y 20 años.
Están parados en el umbral del futuro. Son mis nietos, mis nietas. Pertenecen
como yo, a familias de clase media: de profesionales; arquitectos, artistas, abogados,
odontólogas, educadores…, que tienen auto y casa propias y entradas que además,
les han permitido educarlos en escuelas privadas y ahora les van a asegurar
formación universitaria. Las virtudes de todos nosotros, tanto hombres como mujeres,
han sido estas dos: el ahorro y la disciplina en el estudio y en el trabajo.
Cumplir con nuestras obligaciones profesionales, sociales y domésticas ha sido
nuestra máxima preocupación. Pagar religiosamente nuestros impuestos y nuestras
deudas. Es decir, resguardar nuestro buen nombre. Mantener rigurosa honradez en
nuestro tratos con los demás.
Mirar en nuestro derredor sin sentirnos superiores a nadie, porque no nos
consume la vanidad del poder económico, social o político. Y mantener la mano
tendida hacia los que necesitan un servicio nuestro, solidarios con el dolor o la
desdicha de los demás. Eso sí, aspirando siempre a que ustedes lleguen a ser
mejores que nosotros. Haciéndoles ver que el lugar en que habitamos es un mundo de
oportunidades porque vivimos en un
pequeño país de régimen democrático, burgués,
capitalista y liberal.
Esto significa que ustedes tendrán que proponerse realizar sus objetivos
personales en lucha muy dura, a veces rivalizando con otros y otras que también
luchan por su buen éxito. El mundo capitalista es un sistema de egoísmos en recia 2
competencia en el cual cada uno de nosotros está sólo con su esfuerzo, con su
voluntad. Las escuelas en nuestra sociedad les han dado los medios intelectuales, y
su preparación los dotará de instrumentos y técnicas de trabajo, para salir con buen
éxito de esta contienda.
Los padres hemos vigilado su desarrollo, hemos atendido en la medida de
nuestros medios el normal desenvolvimiento de su ser moral y físico. Ningún hijo
puede imaginarse nunca, hasta que no le experimente a su vez como padre o madre
de sus hijos, cuánto de inquietud, cuánto de indecibles alegrías o satisfacciones,
cuánto de desalientos aquí y de inquietudes allá, ansiedades y sueños secretos se
fueron creando, creciendo o esfumando conforme ustedes iban alcanzando esos
dieciocho, veinte o veintiún años que los han puesto en la puerta del futuro y ahora se
asoman al mundo del trabajo y de la cultura superior y luego, con ello, van a hacerse
responsables de su conducta personal, política, social, económica y moral y a ser
personas adultas, hombres y mujeres plenos. Bien claro queda que en este siglo XX la
mujer ha sido conquistar, lado del varón, la orgullosa condición
de autonomía moral,
de ser libre y responsable, que la historia le negó durante todos los siglos.
Ustedes han nacido sólo hace veinte años y mientras crecían ocurrió que todo
en el mundo cambió veloz y radicalmente, mientras ustedes jugaban y reían y miraban
pasar las cosas como un espectáculo más: no era todavía su presente.
Ahora ustedes miran el mundo que sienten que es de ustedes y les pertenece,
con una sonriente familiaridad y esperan que éste siga siendo el mismo toda su vida
porvenir. Yo creo que ustedes disfrutan mucho con los cambios acelerados de nuestro
tiempo en todos los órdenes de la existencia. Esta es, en efecto, una sociedad de
cosas nuevas que cambian todos los días. Les son familiares desde el primer contacto
multitud de aparatos que la tecnología avanzada de la electrónica ofrece
cotidianamente, y sus viven abiertas en todas las direcciones del interés. En el mundo 3
se ha ensanchado hasta el máximo de sus límites, o mejor, ya no parece tener límites,
porque les parece cosa de todos los días los lanzamientos de cohetes al espacio y las
comunicaciones por medio de satélites artificiales. La sociedad misma, es para
ustedes no sólo este lugar en que nacieron y crecieron; es el ancho mundo terráqueo.
Porque, ciertamente, viven, pertenecen a este pequeño país, pero la radio, la
televisión, el cine, las revistas, los periódicos, todo les habla de un planeta abierto por
entero a su mirada; que les invita a viajar, a
recorrer ciudades y regiones
desconocidas; a conocer gentes de todos los pueblos y distintas culturas; y con ello a
disfrutar de tantas playas, y hoteles, yates y aviones, y emociones deportivas,
entretenimientos, distracciones y placeres sin fin.
Pero también empiezan a ver de cerca la otra cara de esta sociedad. Todo
tiene un elevado precio en dólares, y en todas partes, junto con los dólares-y esto lo
ven todos los días en las películas que pasa la televisión-están los crímenes, la gran
corrupción. Y descubren que la más profunda pobreza, el hambre, la enfermedad, y
los vicios cada vez más asqueantes y una insondable miseria moral, conviven con la
riqueza, con la opulencia más insolente y perversa. Y ven que este mundo, que por un
lado es toda diversión y consumo y luces y deportes y música que reúne a grandes
multitudes de jóvenes, arrastra un peso enorme de dolor, violencia y muerte. Y
entonces conocen ustedes lo que es la injusticia, la anti-humanidad. Y ven que aquella
aparente paz y alegría es la máscara de una humanidad que se destruye a sí misma.
Este es el mundo en que a ustedes les va a tocar existir como los árboles, que
no tienen la culpa de la tierra y el día en que les tocó nacer. También este es el mundo
que tendrán frente a ustedes como un reto vital: unos para aprovechar creadoramente
sus dotes personales, o sea sus capacidades para la ciencia, la industria, el arte, el
comercio, la agricultura; otros para pelear por
bienes como la justicia, la libertad, la
paz, la solidaridad, el amor. Pero ¡que ninguno de ustedes se eche a vivir 4
plácidamente, olvidado de sus responsabilidades de ser humano entre sus
semejantes, sus hermanos!;¡ que respondan con nobleza y generosidad a este mundo
de desafíos!
Ustedes, queridos nietos, estarán preguntándose muchas cosas a esta altura
de mis reflexiones.¿ Cómo era el mundo del primer tercio del siglo en que viví mi
adolescencia y juventud, porque, me doy cuenta ahora de que he venido describiendo
éste como su presente, como el mundo de ustedes. Y me doy cuenta de que los que
hemos alcanzado la tercera edad, o sea la vejez-como a mí me gusta decir-asistimos
al presente de ustedes mirándolo como una proyección del pasado, en perspectiva; lo
comparamos con el de nuestra juventud y decimos que aquel fue mejor, lo cual no es
cierto, porque el tiempo es siempre presente. Yo diría que aquel pasado lo idealizamos
al intelectualizarlo en el recuerdo; pero este de ustedes-este presente que es su propio
mundo y lo viven profundamente-nosotros los observamos, somos sólo espectadores.
Los viejos nos diferenciamos entre nosotros quizá en que algunos no logran
ajustarse a este trépidamente presente que amanece ya el siglo XXI, y deciden
instalarse en sus recuerdos, volver la vista atrás, y desde ahí contemplan estos días y
deciden negarse a mirar con simpatía, con afán de compresión y claridad intelectual el
mundo cambiante;
se entregan a vivir como extraños del presente. Otros, en cambio,
otros viejos seguimos ejercitando nuestra actividad de adaptación, de análisis e
interpretación-por algo dicen de uno que es un “intelectual”. Y entonces todo esto que
a ustedes les parece tan natural y a nosotros novedad, se nos aclara en una
dimensión que todavía no tiene el mundo de ustedes: adquiere para nosotros
profundidad; se vuelve historia, tradición y cambio al mismo tiempo.
Bueno, pero basta de filosofías. Ya me escucharon esto que les repito: el
mundo es un cambio de pruebas para cada uno de nosotros, en cada etapa de nuestra
existencia. La vida nos plantea problemas todos los días en cada edad nuestra, que yo 5
llamo retos, desafíos. Y la vida nos exige resolverlos, buscar soluciones, que al cabo
...