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Carazamba

Saulg0811 de Junio de 2015

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CARAZAMBA

Esta es la historia que trataré de contar, nada más que relatar, sin ahondar en la profundidad misteriosa del alma del ser que se llamó Carazamba...Este ser, encarna en sí toda la complejidad del alma femenina, que se acentúa aún másen el trópico plasmándose en toda la amalgama emotiva de la mujer tropical, en dondela diversidad de sangres se mueven en un cuerpo para darle vida pero sin mezclarse enuna cosa afin; corriendo por iguales vertientes pero guardando su paralelismo sinhomogeneizarse jamás; llorando unas con el ímpetu ancestral del indio, cualdesbordamiento de chirimías y marimbas; gritando enloquecidas otras en vértigo demaracas y caracolas negroides; riendo, amando y odiando las otras con la fuerzainsolente o la sublime euforia de España... Y estos torrentes juntos imprimen sacudidasespasmódicas de incertidumbre, de pasión y de sentimientos antitéticos en aquel pobrecuerpo que lleva dentro de sí todas y cada una de esas sangres, que le fueron inoculadas bárbaramente, contra toda ley de eugenismo, en este trópico receptor de todas lassimientes, en donde todo es absurdo por su volumen, monstruosamente vivo ymonstruosamente muerto, como si todas las fuerzas del cosmos estuvieran en élfundidas en algo mismo, algo igual, cual un cuerpo en que latieran en vida juntos Ariely Calibán.Bajo la marisma azulina, espejo del cielo cuya infinita pureza conturba la alboradacrencha del cocotero, el tiburón ojizarco presto siempre a cambiar la apacible quietuddelas aguas en un burbujeo de macabra escarlata. . . La tarántula peluda que hembra al fin,esconde su fealdad bajo la orquídea de cutis de virgen... La muerte que se arrastradentro de la plenitud de vida del coral, el trágico arlequín de los abrojos. Sobre la belleza del “suampo” en donde la garza sin mácula esconde su nostalgia bajo las linfas,el vaho canturriento del zancudo, cual tubito de escape de su hálito mortal...Porque todo es así en el trópico, cubil protector de los contrastes! La flor del Amchee,que castiga dolorosamente al que la toca, atraído por su belleza . . . Flores sirenas, climasirena, agua sirena, cálida y apacible, en donde acecha, callada, la muerte.Enmedio de todo esto existió Carazamba!

Producto de todo ésto, y mucho más, fue Carazamba!Hija espuria de las razas que se encontraron en el trópico y se entrelazaron cual torsal devíboras en celo, esto fue Carazamba, la hembra jocunda que engendró este trópico paradar forma humana a todas sus pasiones, todos sus contrastes, toda su fuerzaembrutecedora, toda su atrocidad y toda su grandeza sublime.Todo esto, pues, fue Carazamba!* * * * *El historial de Carazamba dio principio allá, en el horizonte del tiempo, cuando teníacatorce años. Fue en un poblado ribereño del Motagua, donde parece que nació... Yaentonces era Carazamba!La mórbida esbeltez de su cuerpo hacía santiguarse a las viejas comadres pueblerinasque la veían pasar, derramando el agua de la tinaja que traía del río albamboleoincitante de sus ancas, aquellas ancas pletóricas, de abultadas redondeces, tan duras que parecían moldeadas para la inmovilidad de estatua y, sin embargo, se sacudían a uno yotro lado, imitando el vaivén de los cocales, tronándole entre las carnes las enaguascortas y ceñidas, con un rasgueo enloquecedor, como de lija sobre piedra.La conocí por Carazamba, que fue como la bautizó su pueblo y como lo escribió lahistoria de esa tierra bravía y pasional de Oriente con letras luciferinas... Probablementesólo yo supe su verdadero nombre: María! Pero eso fue mucho después, ya al final de sutrágico destino! Y no hay duda que el sobrenombre lo debió a su aspecto físico. Morena,morenísima, casi llegando al tinte de mulata, pero de facciones perfecta Naricillarectilínea y corta, boca regular de labio inferior grueso y carnoso y dientes menudos y blanquecinos. Su cara, de un corte impecable, parecíase al de la Virgen Morena deAmérica, tal cual la pintan en los retablos. Mas este aspecto virginal terminaba allevantar la vista y contemplar el mundo a través de dos inmensos ojos verdes y felinos,con ese verdor tan raro de los ojos verdaderamente verdes; como las lechuguillas tiernasde las marismas, como el verdesol de los potreros en tarde luminosa de invierno, comoel verde de la víbora arborícola.Era de verse el efecto que producían en el fondo obscuro de su rostro aquellos inmensosfaroles verdes, chispeantes de oro verde, como el brillo del lucero de la tarde enocasiones, odespidiendo el mismo fuego hipnótico y maligno del tigre real de lamontaña.Como si aquel contraste en su físico fuera la seña con que la marcó el destino, así susentrañas no fueron sino un horno de pasiones encontradas; y la llamaron Carazamba laslenguas malévolas de su pueblo; morenísima de color, con facciones de europea ycabello largo, liso y sedoso como de india quecchí.Pero aquel su andar cimbreante y musical, con esa música de rozadura de carne en ropalimpia, hablaba vorazmente a los sentidos de los hombres de su pueblo, encendiéndolesel deseo loco de danzar con ella en el festín de su carne, dura como el guayacán nativo...Hasta que hubo uno! . .. El más audaz quizá o el más baquiano en desbravar potrancasen aquellos llanos orientales, que la esperó a la orilla del río…La daga al cinto, el pañuelo azogándole el pescuezo y el chacuaco humedecido caído enla comisura, el hombre atalayaba al pie del amate, rechoncho de río y sombra.Un ruidillo de arena que se desmembra bajo unos pies desnudos, un cigarro aplastado altronco cómplice y una tinaja que vuela hecha pedazos, señalaron el ataque felino delmacho. . . Varias vueltas y revuelo de arena y piedredillas entre jadear de lucha, luchasilenciosa en que nada había qué decir, como la lucha callada de las víboras en celo enel fondo de los guamiles, como la estéril lucha de la yeguada contra el garañón salvaje...Allí, entre los tiestos de la tinaja, de barro prieto como sus muslos, Carazamba conocióel dolor ydespués mordió con lujurioso anhelo hasta sangrar los labios del hombre quela rindió bárbaramente.. . Y en un descuido de éste, cuando tendido con langor a su ladodaba por terminada la batalla, la hembra jocunda y plena le arrebató su propia daga y deun solo golpe la hundió en su pecho hasta la cruz, dejándolo clavado a la arena de sutriunfo como una mariposa palpitante.Los alcaravanes chillaron asustados y volaron, tendiéndose en el río, que ya sesonrojaba con la sangre del sol. IIComo se libró la muchacha de la cárcel?Su relato era corto y evasivo... Allá en el río, la historia de siempre! . . . Cuánto puedencontar los ríos patrios, fuentes canturrientas del himeneo campero!Ella se defendió... Y eso fue todo!Su mirada altiva y serena y el relampaguear de aquellos ojos hechizantes . . . Flaquearonlos jueces, pero más lo hizo el Jefe Político del Departamento.“Es tan patoja!“El canalla halló su merecido con esa patoja valiente! “.“No es cosa de estar abusando de las muchachas así nomás, porque sí, porque aquélla seme antojó!Y salió libre.Libre de la cárcel para el encierro en la querencia del Coronel Jefe Político.“Mirá preciosa, yo te salvé! ... Si no es por mí, te estarías pudriendo en la Casanueva!O, a lo mejor, quién sabe? .. . Hasta volando espalda estarías, pues vos sabés cómo es decaprichoso el Señor Presidente con eso de los asesinatos . . . No! No es que vos hayásmatado por matar. . . Fue por tu honra, ya lo sé! . .. Pero. . . Ya sabés cómo es elSeñor Presidente! “…Carazamba callaba y miraba. Y cuando Carazamba miraba, enloquecía! Y el Coronelenloqueció!Se la llevó a su finca y allí la tuvo bajo mil custodiosCarazamba pareció agradecer y el coronel fue feliz por mucho tiempo.Ya la muchacha era mujer, y qué mujer! Sus diecisiete años los llevaba en encantos deuno en uno. La morbidez de su cuerpo se había acentuado tanto que hasta las mujeres dela finca se quedaban boquiabiertas al verla trajinar por la casa de la hacienda con unsencillo vestido floreado y sus zapatos bajos...“Jesús me ampare! “ —decían— “ . . . esta mujer debe ser hechura misma del diablo pa perdición de los hombres”...Pero la respetaban todos. Era la querida del amo y, más que esta palabra, la “adoraba”,ya que el hombre cincuentón y rudo casi no se asomaba por la jefatura de la Cabecera aatender sus quehaceres y tenía abandonados mujer e hijos por no separarse un soloinstante de la muchacha.“Mirá preciosa” —decía arrodillado al lado de la hamaca donde ella languidecía,aventada su mirada hasta los celajes ponientes que iban tendiendo un toldo carmesísobre el llano— “ . . . Por qué ya no me hablas? . . . no estás contenta? . . . Te querés ir aotra parte? A Guatemala? . .. Decime! “.Y el hombre apretaba la mano regordeta y cepillaba su brazo con las cerdas de su bigote.Ella le dirigía una mirada indefinible e iba a enredar sus dedos entre las crenchascerriles del CoronelE! hombre cerraba los ojos y, con aquella caricia, se hacía un ovillo bajo lahamaca yronroneaba como un gato regalón.El Coronel prohibía que los hombres se acercaran a la hacienda. Sólo las mujeres, yviejas—porque las jóvenes podían malaconsejar— rodeaban a Carazamba. Infeliz delmozo que osara llegar a la casa en ausencia del amo! Y los mozos jóvenes, sabedores deque allí había un tesoro mortal, se acodaban tristemente en las tranqueras de los corralesdistantes tratando de “cachear” una vislumbre de aquello vedado que en la obscuridadde sus ranchos los hacía soñar.* * * * * *Comenzada la tarde de un día caliginoso en que el llano negreaba de calor en elhorizonte y los cactus parecían escuálidas chimeneas ahumadas, llegó un correo de lacabecera. A galope, entró por los patios de la hacienda el Capitán Martínez, ayudante deconfianza del amo.El Capitán se apeó y preguntó por el jefe a una

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