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Cuento, Biografia Y Definicion LA ABEJA HARAGANA

Gumby21 de Octubre de 2012

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BIOGRAFIA DEL AUTOR

Horacio Quiroga nació en Salto (Uruguay) en 1878. Se interesó por el ciclismo, la química, fotografía, el periodismo y la literatura. Hace sus primeras colaboraciones en medios periodísticos. En 1903 trabaja como profesor de castellano y acompaña, como fotógrafo.En 1919 escribió “ Cuentos de la selva” para sus hijos, uno de esos cuentos lo es “La Abeja Haragana”.

ABEJA HARAGANA

La abeja haragana era un animal demasiado flojo y ocioso, descansaba y le gustaba mirar como sus compañeras trabajaban, sin embargo durante el crudo invierno y tras el rechazo de su comunidad en épocas de hambruna comenzó a darse cuenta de lo valioso que es el trabajo en equipo, la cooperacióny la humildad. Descubre esta maravillosa fabula que trae Viva la Pelota en el estreno de su quinta temporada.

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CUENTO: LA ABEJA HARAGANA

Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.

Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.

Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido todos los pelos al rozar contra la puerta de la colmena.

Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:

– Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.

La abejita contestó:

– Yo ando todo el día volando, y me canso mucho.

– No es cuestión de que te canses mucho – respondieron –, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos.

Y diciendo así la dejaron pasar.

Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia le dijeron:

– Hay que trabajar, hermana.

Y ella respondió en seguida:

– ¡Uno de estos días lo voy a hacer!

– No es cuestión de que lo hagas uno de estos días – le respondieron –, sino mañana mismo. Acuérdate de esto. Y la dejaron pasar.

Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:

– ¡Si, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!

– No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido – le respondieron –, sino de que trabajes. Hoy es diecinueve de abril. Pues bien: trata de que mañana veinte, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.

Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar.

Pero el veinte de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.

La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá adentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron.

– ¡No se entra! –le dijeron fríamente.

– ¡Yo quiero entrar! –clamó la abejita–. Esta es mi colmena.

– Esta es la colmena de

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