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Cuento policiaco “El Poder de la Ambición”

mishi058Documentos de Investigación22 de Septiembre de 2016

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Unidad Educativa “Sagrados Corazones”

Lengua y Literatura

Nombre: Michelle Ochoa                                              

Curso: Décimo “B”

Fecha: Cuenca, 18 de noviembre del 2013

“El Poder de la Ambición”

Ya pasada la medianoche, cuando solamente la luz de la luna era  la única fuente que iluminaba la ciudad, el fuerte viento soplaba las hojas de los árboles y las calles se encontraban completamente desoladas, a lo lejos se veía un par de puertas que se cerraban, indicaban que la jornada de trabajo en un negocio se había terminado y también se escuchaban los pasos de dos hombres caminando, cada uno con una bolsa que al parecer se veía pesada, se dirigían a un pequeño pueblo no muy lejano de donde ellos vivían; subieron a un auto, cargaron las bolsas y emprendieron su viaje. Se dirigían al pueblo de Beacon Hills para realizar algunos negocios pendientes, ya que eran propietarios de una joyería y necesitaban comprar oro para realizar su trabajo, en esas bolsas llevaban considerables cantidades de dinero para poder hacer la compra. Julio Rodríguez y Eduardo Cobos agotados por su largo viaje decidieron estacionar su auto cerca de una montaña para así poder tomar un pequeño descanso, Eduardo le ofreció un poco de café a su compañero para evitar quedarse dormidos. Poco después con los aullidos de los lobos y el sonido de la lluvia que empezó a caer en ese instante Eduardo despertó, al parecer se habían retrasado en su viaje y necesitaban llegar lo antes posible. En medio de la neblina lograron divisar dos sombras, se trataban de dos hombres que requerían de su ayuda. Ambos bajaron del auto a ver que necesitaban aquellos individuos y éstos les pidieron de favor que los llevaran a sus casas que se encontraban a unos cuantos kilómetros de allí.  Julio y Eduardo accedieron a esta petición, después de unos minutos de viaje los sujetos pidieron que pararan el automóvil en un lugar que lucía muy desértico.  Uno de los hombres le solicitó a Julio que le acompañase hasta su casa. Caminaron muy poco, es entonces cuando este sujeto le agradeció a Julio por su solidaridad, en aquel instante Julio se dio la vuelta para dirigirse hacia donde se encontraba el auto, cuando de pronto se escucharon varios disparos. Eduardo muy sorprendido bajó del auto asustado por lo que había escuchado y fue en busca de su compañero; estaba en medio de un camino pedregoso cuando vio a Julio tirado en el suelo boca abajo y sangrando. Pero, ¿Qué han hecho?, se preguntó Eduardo y se escucharon dos disparos más, y así ambos fueron asesinados. Posteriormente  los dos hombres fueron al auto en busca de las bolsas que contenían el dinero y tomaron el camino  de vuelta a su ciudad. Transcurrió cierto tiempo y los familiares de Julio y su socio, Eduardo, se encontraban muy preocupados al ver que no aparecían, y mucho más preocupados se encontraban porque no habían rastros de  ninguno de los dos. Éstos determinaron que lo mejor que podían hacer era dar aviso a la policía acerca de lo que había ocurrido.

Entretanto uno de los oficiales anotaba las declaraciones que rendía Katherine, esposa de Eduardo, el Coronel Alvarez mandó varios policías para empezar las demás investigaciones. Salieron las patrullas y fueron investigando cada lugar que los joyeros habían visitado empezando desde el lugar de partida, sin embargo no había rastro alguno. Al día siguiente, a pocos kilómetros de Beacon Hills encontraron un saco con manchas de café, posiblemente tenían una pista y estaban cerca de encontrar a Julio y Eduardo. Los oficiales continuaron trabajando arduamente con las investigaciones, caminaron algunos metros hacia una montaña en donde hallaron un camino cubierto de sangre, es entonces cuando acordaron adentrarse un poco más para averiguar qué fue lo que había sucedido, repentinamente uno de los oficiales, Sebastián, gritó desesperadamente en busca de ayuda; en aquel momento todos supieron que había sido señal de que encontró los cuerpos. El Coronel dio aviso a los familiares y Katherine con lágrimas en sus ojos no lo podía creer. Los cadáveres fueron llevados del lugar y todos los familiares se preparaban para darles el último adiós. Pero aún quedaban interrogantes sin responder, ¿Quién los mató?, ¿Por qué los mataron?,  ¿Acaso fue alguna venganza? Las investigaciones seguían en pie y continuaron hasta encontrar a los culpables. El Coronel no podía dejar esto inconcluso así que decidió acelerar las investigaciones. Los familiares de los occisos fueron los primeros en ser interrogados. Al parecer el oro iba a ser vendido por un hermano de Julio que tenía una mina clandestina en donde este metal era procesado y comercializado, un sospechoso más para el Coronel Alvarez. Algunos oficiales junto con el Coronel emprendieron un viaje hacia Beacon Hills en busca de Carlos, hermano de Julio, para hacerle algunas preguntas. Llegó al pueblo e inmediatamente localizó a Carlos. Mientras estaba interrogándole el Coronel Alvarez lo notó muy nervioso, en aquel momento pensó que sus sospechas tal vez eran ciertas. Al terminar el interrogatorio el hombre salió de su vivienda y caminó unas dos cuadras de su casa, allí se encontró con dos amigos y se dirigieron a una casucha en mal estado. El  Coronel bajó del auto y de manera muy cautelosa los miraba por un pequeño agujero. La conversación que llevaron a cabo los tres fue muy comprometedora. Al terminar de escuchar la conversación el Coronel actuó rápidamente junto con su ayudante Sebastián y el resto de oficiales. El día del juicio, Carlos se declaró culpable pues lo único que quería conseguir con esta accion era quedarse con la fortuna de su hermano Julio pues no tenía familia ni descendencia, es por eso que contrató a otras personas para que cometan el homicidio. Finalmente, Carlos y sus cómplices fueron arrestados y condenados a 30 años de prisión.

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