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Cuentos cortos estilo Monólogo interior y Flashback


Enviado por   •  29 de Abril de 2016  •  Tareas  •  1.247 Palabras (5 Páginas)  •  2.825 Visitas

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Monólogo interior

Veo a través de mi balcón a la inmensa luna que ilumina mi habitación a oscuras. Deseo volver a México. Muchas veces me he imaginado cruzando el mar sobre el lomo de una gran tortuga. Pero esa no es la solución.
Mi padre aún sigue perturbado por la muerte de mi madre. Aquel hombre fuerte y moreno ahora parece desmoronarse.

Recuerdo perfectamente  ese día fatídico… El mercado. Un grito a lo lejos. Mientras una jícama rodaba por mis manos vi como mi madre saltaba de la torre para terminar tendida en la plaza mientras el Sol la envolvía en su cálido abrazo.

Memorias, México está lleno de memorias.

Flash back

Algodón, algodón y más algodón, pensaba aquel joven negro apartado en la última hectárea de aquellos campos sembrados de suaves copos de nieve. Desde hacía dos años que lo habían enviado allí después de haber sido apartado de sus hermanas. Pasaba sus días llenando canasta y canastas de aquellas esponjosas bolas blancas.

Aquél día el cielo estaba despejado, el clima era bueno.
El joven sostenía entre sus manos un racimo de algodones casi con dulzura.

-Mira hermano, encontré un pequeño conejito, tómalo. Iré a buscarle un poco de agua.

-¡EH! ¡Tomás! Deja ya de acariciar esas bolas de algodón y ocúpate de llenar esos canastos. No querrás dormir de nuevo con los cerdos ¿o sí?
-Lo siento señor.
-Bien así, sigue trabajando.

El capataz a pesar de ser un hombre fuerte y recio no era tan bestia como la mayoría de los hombres blancos.
Tomás lo miraba alejarse en su caballo rumbo a las cuadras mientras se proponía continuar con su trabajo.

Pasaron unas horas cuando de pronto algo llamó su atención. Cerca de donde comenzaba su área de trabajo apareció una mujer blanca que corría con dificultad entre los campos apretando contra su cuerpo un  pequeño bulto. Estaba ya a solo unos metros de Tomás y éste no podía dejar de mirarla con asombro.
La mujer siguió acercándose a él más y más con desesperación. Cuando hubo estado a solo unos pasos del joven se detuvo. Lo miró angustiosamente un momento y le entregó en brazos la carga que llevaba.

-No dejes que nada le pase.- dijo la mujer llorando mientras Tomás sujetaba al bulto totalmente confundido.
Habiendo dicho esto se alejó con la misma rapidez con la que había llegado.
-¡Oye! ¡Espera!.-gritó el joven.
Tomás la observo perderse en los campos tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Miró al bulto, estaba envuelto en mantas, las separó cuidadosamente para descubrir lo que jamás se hubiera esperado. Una niña de apenas unos meses yacía dormida en sus brazos.
Miró asustado a su alrededor pero no había nadie. Se encontraba totalmente solo.

Se apresuró a colocarla en el canasto sobre la suave cama de algodón.
-Al menos todo esto servirá de algo.- dijo Tomás para sí mientras se apresuraba a terminar de llenar sus demás canastos al mismo tiempo que pensaba angustiado la forma en la ocultaría a la niña de los capataces. No podía abandonarla.

-¡Tomás! No, por favor no te vayas. No nos dejes solas...-

No permitiría una vez más que alguien lo separara de aquellos que necesitaban su ayuda. En ese momento esa pequeña niña dependía de él. Pero, ¿quién era esa extraña mujer que había tenido extrema necesidad de abandonar a su hija a un hombre negro que le era completamente extraño?

El sol estaba a punto de ocultarse por el horizonte. Ya casi era la hora de volver al almacén. La pequeña había despertado pero para el asombro de Tomás ésta no había llorado al verle. Se había quedado tranquila y entretenida jugando con las bolitas del algodón que la rodeaban mientras Tomás la miraba sonriente. Era una niña realmente bella.
Ya tenía planeado lo que haría para pasar a los hombres blancos sin levantar sospechas, era algo simple pero esperaba que funcionara.

Vació uno de los canastos dejando una capa de algodón al fondo, luego colocó a la niña sobre la capa recién puesta y después la cubrió con el algodón restante hasta volver a llenar el canasto. Tenía miedo de que se ahogara por lo que trató de no presionar los algodones para que quedaran lo suficiente mente espaciados para que dejaran pasar el aire.
Levantó el canasto, estaba bastante más pesado lo normal. Tendría que cuidar no hacer ninguna expresión de esfuerzo para no delatarse.
No quería ni imaginarse lo que le harían al encontrar a una niña blanca con un hombre negro. Era de los mayores delitos.

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