Cuentos de Ada - Resumido
Lorena Venegas Apuntes 25 de Mayo de 2025
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RESUMIDO CUENTOS DE ADA
Primera parte
El hermanito
Las Vacaciones |
—¡Adalberto! —llamó mamá—. ¿Puedes cuidar a Yoyito un rato mientras vamos a la playa?
Adalberto no quería, porque quería remar con sus amigos. Pero cuando su mamá dijo que podrían comprarle una tabla de surf, aceptó.
Decidió cuidar a Yoyito con responsabilidad. Le prometió andar en bicicleta si se portaba bien. Fueron a una tienda, pero no pudo arrendar la bicicleta porque no tenía carné. Volvió a la cabaña y su papá le prestó el suyo.
Con el carné arrendó una bicicleta, y salieron a pasear. Después de un rato, Yoyito quiso andar a caballo. En el lugar de los caballos, el hombre pidió carné, pero Adalberto ya lo había dejado por la bicicleta. Así que ofreció la bicicleta como garantía. El hombre aceptó. |
Yoyito anduvo feliz en el caballo. Adalberto estaba cansado. Cuando fue a devolverlo, el hombre ya no estaba… ¡y se había llevado su bicicleta! Un señor le dijo que el hombre no era confiable. Ahora tenía un caballo… ¡y ningún carné ni bicicleta! |
Fue a la tienda a explicarlo, pero la señora se enojó. Le dijo que no podían guardar un caballo allí. Así que volvió a la cabaña con Yoyito y el caballo.
Mamá y papá se enojaron mucho. Le prohibieron ir a la playa por el resto de las vacaciones.
Al día siguiente, Yoyito se burló de él. Adalberto se aguantó y no le tiró la almohada… pero luego la lanzó al techo. La lámpara cayó sobre su cabeza. Le pusieron tres puntos… pero no los que él quería.
La Mentira |
Hace unos días, el tío Matías me llevó a pescar. Caminamos mucho y, sin darnos cuenta, llegamos a un desierto. Solo había un cactus y el esqueleto de un camello.
De repente, ¡cuatro osos polares salieron de la arena! El tío Matías me agarró y saltó tan alto que caímos al borde de un precipicio. Al frente había una selva llena de serpientes, leones, gallinas y mosquitos. Saltamos de nuevo y caímos sobre un volcán |
Al respirar hondo, notamos que no era un volcán… ¡era un hormiguero gigante! Pero un temblor nos hizo rodar cuesta abajo. La nieve se nos pegó y formamos una bola enorme. Por suerte, caímos en una playa y la nieve se derritió.
Buscamos refugio y encontramos una cueva. Dentro, un indio apache y un cosmonauta jugaban dominó. Les preguntamos cómo volver a casa. Dijeron que si caminábamos dos kilómetros bajo el río, llegaríamos en un año.
El tío Matías les dio un frasco de mayonesa y yo les regalé mi boomerang…
—¡Mentira, Adalberto! ¡Eso es mentira!
—¡Yoyito, no grites, vas a despertar a todos!
—¡Es mentira lo del boomerang, me lo diste a mí!
—¿No querías un cuento para dormir?
—¡Mentiroso!
—¡Yoyito, te odio!
—¡¡Mamá, papá!! ¡¡Yoyito no me deja dormir!!
—Mentiroso…
El sándwich
El sándwich |
Ese día me preparé el sándwich más rico del mundo: tenía hamburguesa, queso, tomate, lechuga, huevo, mayonesa, mostaza y kétchup. ¡Se me hacía agua la boca!
Como estaba solo con Yoyito y no quería compartirlo, me fui al baño a comerlo. Era tan grande que no me cabía en la boca. Cuando traté de morderlo, abrí tanto la boca que se me trabó la mandíbula. ¡No podía cerrarla! |
Me asusté. No quería salir así a la calle y que todos se rieran. Imaginé cosas horribles: que me metieran basura en la boca o que me la usaran de cenicero.
Intenté cerrarla a la fuerza. Nada. Entonces, me pegué en la mandíbula con el puño. Al tercer golpe, me desmayé.
Desperté en el hospital. Mis papás estaban allí. Y Yoyito dijo que, al escuchar un ruido, entró, me vio desmayado y llamó a la ambulancia.
—Ah, y recogí su sándwich —dijo él.
—Cómetelo tú, hijo —le dijo mi mamá.
Y yo, con la boca abierta de nuevo, sentí que lo odiaba profundamente.
Segunda parte
El romance
Primer intento |
La música ya empezó y Cary se ve preciosa. ¡Me encanta! Quiero invitarla a bailar y preguntarle si quiere ser algo más que mi amiga. Es mi oportunidad.
Pero hay un problema: comí ensalada con mucha cebolla. ¿Qué hago? ¿La invito igual o me olvido?
Si me acerco, puede que acepte… o que no.
Si acepta, puedo preguntarle si quiere algo más… o no preguntarle nada.
Si no le pregunto, seré un cobarde.
Si le pregunto, puede decirme que sí… o que no.
Si dice que sí, tal vez me deje bailar cerquita… o tal vez no.
Y si bailamos cerquita, puede sentir mi aliento a cebolla.
Y si lo siente, puede alejarse… o seguir bailando.
Si sigue bailando, puede ser porque también comió cebolla.
Y si los dos comimos cebolla… ¡somos el uno para el otro!
¡Decidido! La voy a invitar a bailar.
Pero justo en ese momento… ¡Pocho se me adelantó! |
Segundo intento |
Estaba feliz porque por fin le había escrito una carta de amor a Cary. Me costó mucho encontrar las palabras correctas. A veces me pasaba con frases muy cursis, como de película de amor. Otras veces era demasiado mandón. Pero al final me quedó bonita, simple, y hasta le puse perfume.
Me daba vergüenza decirle las cosas en persona, así que la carta era mi mejor idea.
Después me senté en el parque a comer dulces y esperar a que ella pasara. Cerré los ojos y soñaba con que vendría feliz, corriendo hacia mí. |
Pero de pronto, me gritó:
—¡Oye, bruto! ¿Quién te crees que soy yo?
Yo no entendía nada. Me preguntó porque le escribí una carta donde le preguntaba por una rodillera sucia, una pelota... ¡cosas que no tenían nada que ver!
Entonces me mostró la carta… ¡era la carta que le había escrito a Pocho!
—¡Ay no! —le dije— ¡La carta para ti era otra! ¡Me equivoqué de papel! ¡Me voy antes de que Pocho la lea! ¡Chao!
Último intento |
Adalberto quiso llamar por teléfono a Cary para decirle algo importante. Pero cuando llamó, contestó una señora que no entendía nada. Era la bisabuela de Cary, y hablaba mucho.
Finalmente, Cary contestó el teléfono. Adalberto estaba nervioso, pero le dijo:
—Cary, yo quiero que tú y yo seamos algo más que amigos.
Cary no entendía y le decía cosas como:
—¿Superamigos? ¿Hiperamigos? ¿Megamigos?
Adalberto le explicaba que era más que eso. Pero justo cuando estaba por decírselo bien, ¡otra vez la bisabuela interrumpió la llamada!
Cary se enojó un poco y dijo:
—¡Así no se puede hablar! Dímelo mañana, chao.
Y colgó el teléfono.
Adalberto se quedó frustrado… Había estado a punto de decirle lo que sentía, pero no pudo por culpa de tantas interrupciones.
Tercera parte
El enemigo
La renuncia |
Adalberto le gritaba a Orco para que soltara a su amigo Pocho. Le decía que Pocho solo le había tirado agua porque Orco se lo merecía.
Orco era muy abusador: mojaba a los más pequeños con mangueras, fuentes, e incluso le llenó la mochila a Adalberto con agua de pecera. Hasta había volcado agua en el portafolio de la maestra y dijo que fue un accidente.
Adalberto estaba muy enojado y defendía a Pocho. Le decía a Orco que Pocho ya no le tenía miedo y que si seguía molestando, lo iban a delatar.
Pero de pronto, Pocho lo interrumpió:
— Adalberto, yo no le voy a tirar agua a Orco.
Adalberto se sorprendió:
—¡Pero ya lo habíamos ensayado! ¡Yo aprendí todo el discurso!
Pocho le dijo que no podía hacerlo. Estaba decidido.
—¡Pocho! ¡No te vayas! —le gritó Adalberto, muy frustrado.
El acto heroico | [pic 1] |
—¡ Adalberto! ¿Por qué estás mojado si no llueve? —preguntó Pocho.
—No me pasó nada, Pocho —dijo Adalberto.
...