Derechos Humanos
karenviviana116 de Agosto de 2014
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1. Derechos Humanos en Colombia:
Desde la segunda mitad del siglo XX, una de las exigencias más apremiantes que se le
hace a los Estados contemporáneos es que propicien formas de organización social
aptas para la vida democrática. La Declaración Universal de los Derechos Humanos en
1948 propuso, una nueva configuración “jurídico-política derivada de la actividad
intervencionista del Estado. Dicha propuesta esta fundada en nuevos valores-derechos
consagrados por la segunda y tercera generación de derechos humanos y se manifiesta
institucionalmente a través de la creación de mecanismos de democracia participativa, de
control político y jurídico en el ejercicio del poder y sobre todo, a través de la creación de
un catálogo de principios y de derechos fundamentales que inspiran toda la interpretación
y el funcionamiento de la organización política” [2] .En nuestro caso, este marco normativo
se fortalece partir de la Carta Política de 1991 que proclama a Colombia como un Estado
Social de Derecho.
Sin embargo, la situación vivida por los colombianos en las últimas décadas llena de
sombras cualquier reflexión acerca de los derechos humanos. La zozobra se apodera de
vastos sectores de la población; intelectuales, políticos, empresarios, campesinos,
ciudadanos de la calle, medios de comunicación, entre muchos otros, no escapan a la
pesadumbre de la guerra. Los informes sobre la violación sistemática de los derechos
son cada vez más alarmantes y sus índices de vulneración aumentan constantemente.
Resulta paradójico, que el actual estado de cosas se genere luego de la promulgación de
la carta constitucional de 1991, que buscaba precisamente menguar el clima de violencia
generalizado en casi todos los escenarios de la sociedad. Hoy, once años después,
pareciera que la realidad se resistiera a cambiar y que la suma de nuestras adversidades
y vicisitudes hubiera domesticado los principios democráticos y sociales de la carta.
Pero esta situación no es nueva. La historia política colombiana ha estado marcada por la
tensión existente entre estabilidad institucional y el uso de la violencia para
imponer acuerdos sociales. Podríamos decir que las vías consensuales han sido en gran
parte inoperantes. Pese a lo anterior, la institucionalidad republicana se ha visto
desplazada en forma definitiva en contadas excepciones y, ella misma, ha aprendido a
convivir con variadas situaciones de violencia que retan incesantemente su estabilidad y
legitimidad. Por solo poner un ejemplo, en el país se experimentaron once guerras civiles
entre 1811 y 1958 y a su vez, se promulgaron quince Constituciones Nacionales entre
1811 y 1886 [3] . Se ha dicho al respecto que en el siglo XIX cada soldado llevaba una
constitución en su mochila.
Ahora bien, éstas manifestaciones de violencia no han sido estáticas, ellas se han
transformado históricamente; sus causas, sus argumentos legitimantes, sus formas de
operar, y su financiación no han sido las mismas. Según algunos analistas, se ha vivido
una guerra civil no declarada motivada por razones diversas como el bipartidismo político
excluyente, las luchas insurgentes y contrainsurgentes etc.. El narcotráfico por ejemplo,
contribuyó a la mutación y agudización de la violencia existente en las últimas décadas
del siglo XX y generó a su vez, nuevas razones y actores que entraron en choques
directos entre si y obviamente contra el Estado. No en vano “el rasgo característico del
espectro colombiano desde por lo menos la década del ochenta es la multiplicidad de
violencias en términos
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