El Jarama
markito59 de Septiembre de 2013
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La poética narrativa de El Jarama
Es bien conocido el profundo desafecto con que Rafael Sánchez Ferlosio contempla, hoy, El Jarama, y lo que él mismo ha denominado el "grotesco papelón" del literato de éxito que, sobrevenido tras la concesión del Premio Nadal 1955, y rubricado con la concesión, al año siguiente, del Premio de la Crítica, no tardaría en declinar, desde entonces, y durante cuarenta largos años, su tenaz voluntad de olvidar esta novela se ha venido sosteniendo en nombre de un convencimiento que en 1986 expresaría de forma singularmente tajante, al afirmar que El Jarama, como "novela social", "fue un invento de José María Castellet", añadiendo: "me equivoque yo al escribirla y se equivocó Castellet al inventársela" (La Vanguardia, 7-XII-198).
Y es que José Mª Castellet, atento observador, desde los inicios de la década, del panorama de la novela española contemporánea, y puntual notador de su paulatina incorporación a lo que el mismo denomina la "novelística moderna" a través de la renovación y actualización de su mejor tradición a la luz de las técnicas narrativas aprendidas en el discurso del neorrealismo y de la novela norteamericana de la generación perdida, contribuiría decisivamente en efecto a trazar el cauce por el que habría de discurrir la práctica de aquello que conocemos como novela social de los anos 50: fenómeno polifacético y dinámico, no reducible fácilmente a esquemas genéricos, y que en la diversidad de posturas estéticas y aun políticas que sustenta, permite sin embargo reconocer, en la primera mitad de la década, el surgimiento de una incipiente novela comprometida, de corte realista y testimonial, que da cuenta de una voluntad de oposición ideológica en su toma de postura ética y moral ante la realidad, dibujando los perfiles de una poética que se compendia y alcanza su mas alto grado de expresión, en 1956, con El Jarama.
Con una mirada crítica probadamente influida por los principios del compromiso satreano que recorre las páginas del entonces recién traducido ¿Qué es la literatura? (1948; la traducción en la editorial Losada es de 1950), así como por el impacto de las agudas consideraciones de Claude-Edmonde Magny en La era de la novela norteamericama (1948) -texto de influencia decisiva en la conformación de la poética del "realismo objetivo", en su análisis de la psicología conductista y su influencia en la novela y el cine americanos-, José Mª Castellet había sabido reconocer, tempranamente y de forma explícita, la emergencia de un grupo de jóvenes escritores que, a finales de: 1954, se le aparecían como un autentico núcleo generacional de perfiles nítidos, al que mas tarde aplicaría el rótulo de generación del medio siglo. Insistiendo en el rasgo distintivo de su juventud -y enfatizando así, al soslayo, su ineludible condición de "niños de la guerra", de testigos infantiles de un acontecimiento cuyas consecuencias sociales, morales y políticas decidieron las condiciones de su formación personal e intelectual-, Castellet proclamaba para esta que denomina "generación de los jóvenes", una tarea: la del "escritor exigente consigo mismo", capaz de emprender la construcción de un mundo novelesco propio que fuera revelador de la situación de su sociedad, ofreciéndose como tarea común de investigación y critica al lector. Es decir, lo que dos anos antes, en 1952, y en un importante articulo publicado en las paginas de la revista Laye bajo el título de "Notas sobre la situación actual del escritor en España" (nº 20, agosto-octubre 1952) había definido como el gran reto, urgente y necesario, de la novela española contemporánea:
Revelar la totalidad de la vida del hombre español actual para proponérsela como tarea al lector español...Escribir ahora en España. debería ser hacerlo sobre la vida del hombre español actual, sobre su esencia viva de hombre que lucha como todos los del mundo- por su libertad personal, y lucha porque está oprimido por sus propias negatividades, más las que le aporta su sociedad. Además, escribir debería ser hacerlo siguiendo la propia tradición literaria -que en nuestro país no es precisamente pobre- incorporándola a las exigencias técnicas actuales. 1
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Tarea pues de revelación y propuesta que apela al compromiso moral del escritor en tanto que debelador ideológico y revelador de la verdadera realidad y, por lo tanto, como participante activo en un necesario proceso de cambio social. Tarea para la que, a la altura de 1954, la "generación de los jóvenes" se le aparece firmemente dotada, pues "parece en principio más preparada, y con mayor empuje que su inmediata antecesora, y especialmente más compacta, más unida en su ideología e intenciones". Unidad bajo la que intuye sin embargo en ese momento dos tendencias que adscribe a lo que considera genéricamente el núcleo catalán -representado por Ana María Matute o Juan Goytisolo, y en el que domina "la inquietud técnica y una preocupación poética"-, y el núcleo de escritores castellanos que, en la figura de lgnacio Aldecoa, Jesus Fernandez Santos y Rafael Sánchez Ferlosio -que había sorprendido, en 1951, con Alfanhuí-, pone de manifiesto, en una novelística que contempla "más enraizada en la tradición española", unas preocupaciones "más estilísticas y sociales".2
Y es que para entonces, en efecto, Aldecoa, Fernández Santos y Ferlosio venían a configurar, junto con Alfonso Sastre, Carmen Martín Gaite y Josefina Rodriguez, un grupo solidario de jóvenes universitarios que, vinculados entre si por lazos personales, habían aglutinado sus inquietudes comunes alrededor de la muy efímera Revista Española, que tras apenas un año de existencia se despediría oficialmente en el número correspondiente a la primavera de 1954, dejando atrás un indispensable punto de referencia para la comprensión de las coordenadas éticas y estéticas en que empieza a labrar sus señas de identidad el que hacer narrativo de aquellos que la critica coincide en señalar como el núcleo de la tendencia Neorrealista que otorga su particular fisonomía a la novela social de la primera mitad de la década de los 50, en tanto que tabla de experimentación y aprendizaje para este grupo de jóvenes escritores ansiosos por explorar toda una variedad de modos y técnicas que posteriormente reconoceremos en sus novelas, a la búsqueda de un instrumento narrativo plenamente adecuado a la finalidad que ellos mismos evocan en la confesión con que despiden el ultimo numero de la revista:
Sabemos muy bien que en estos tiempos agobiados de retóricas, no se entiende otro lenguaje que el de las mismas cosas, y nos atenemos con entera confianza a este sino que acata y hasta presupone toda empresa nacida con alguna ambición. Las nuestras, al cabo de este ano de vida en precario, pueden reducirse a (...) llevar a todos el convencimiento de que es posible afrontar las realidades que nos asedian y darles expresión artlstica.3
He aquí la doble tarea: Es ese divorcio entre el orden de las palabras y el orden de las cosas, que esta "generación de los jóvenes" percibe de forma tan aguda en la retórica oficial, lo que sustenta aquella "unidad de ideología e intenciones", y lo que hará del realismo "una necesidad", al que apelan desde la convicción del poder y el deber de la. literatura en el compromiso ético de "escapar de la mentira", de rehabilitar un lenguaje pervertido y, con el, la realidad que tras el se oculta: una reconciliación de las palabras y las cosas para la que buscaran una escritura, que encontrará en el propio José Mª Castellet a uno de sus principales teorizadores y críticos, y que asimilaran al compás de la fascinación que sobre todos ellos -especialmente en el grupo madrileño de Revista Española- ejerce algo que de un modo u otro todos han coincidido en subrayar como fundamental en la gestación de sus poéticas personales en los albores de la década del 50: el paulatino descubrimiento del neorrealismo cinematográfico italiano y, con él, de una forma de presentación de la realidad que dejara directa huella en sus construcciones novelescas, con su reivindicación de la realidad presente como materia artística en su más estricta cotidianeidad, vulgaridad y sencillez, y a través de unos protagonistas cuyo carácter antiheroico da cuenta de la voluntad de conocer y desvelar esa realidad mediante un verismo -un "levantar acta de lo que sucede aquí y ahora"- que en ningún caso supone frialdad o neutralidad: antes al contrario, constituye un empeño radicalmente moral, donde la actitud ética del escritor se plasma en una recreación de lo real que no anula lo poético o lo simbólico, sino que lo integra en el lenguaje mismo de las cosas. Así, y en su voluntad de presentar algunos retazos de realidad circundante para dejar vislumbrar los conflictos de los hombres y mujeres que la padecen, sin brindar soluciones, dejando hablar a la desnudez de las cosas a través de la mirada "inocente", pero activa, del testigo comprometido, el discurso narrativo cinematográfico del neorrealismo vendrá a ser, para esta generación insatisfecha y confiada en el poder de la palabra para revelar la totalidad de lo real escamoteado, confirmación privilegiada de una poética que, para la novela, estaba contribuyendo a perfilar José Mª Castellet desde las paginas de la revista Laye, en una serie de artículos que integraran, posteriormente, sus Notas sobre literatura española contemporánea (1955), y el emblemático
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