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El bebé conejo y el zorro


Enviado por   •  2 de Julio de 2014  •  Ensayos  •  814 Palabras (4 Páginas)  •  216 Visitas

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El bebé conejo y el zorro

Martín era un conejo bebé que recién había aprendido a caminar. Un día salió a pasear por el bosque aprovechando que sus papás habían salido a buscar zanahorias para el almuerzo. Caminaba y caminaba mirando los árboles y jugando con las mariposas, mientras veía cómo en sus alas se reflejaba la luz de sol. Cuando de pronto vio a lo lejos algo marrón que le se acercaba rápidamente. El conejito se quedó mirando pero no sabía qué era. De pronto, se dio cuenta y pensó: “¡¡¡Es un zorro!!! ¡¡¿Y de seguro me quiere comer!!!”. Entonces, se tranquilizó y se le ocurrió una idea genial. Cogió un hueso que estaba cerca de él, disimuló e hizo como si no hubiera visto nunca al zorro. Cuando el zorro estaba a punto de lanzarse encima del conejo, lo encontró sentadito con un hueso en la boca. El zorro se sorprendió de verlo tan tranquilo ante su presencia, así que le preguntó: “¿No estás asustado?” Y El conejo respondió:” Pues no.”

Zorro: “Mmm… ¿y qué es ese hueso que tienes en la boca?” Conejo: “Bueno, es que tenía hambre y me tuve que comer a un zorro que pasaba por aquí.” Zorro: “Esteeee… ehhh… ah ya, seguramente ya no tienes hambre ¿verdad?” El conejo: “Pues la verdad es que como no he tomado desayuno y como mi mamá aún no me ha dado mi almuerzo, todavía tengo hambre” El zorro: “¡Ay por favor no me comas!, ¡¡¡yo tengo muchos hijos que mantener y también tengo esposa y te prometo que te voy a conseguir muchas zanahorias todos los días!!!” Al poco rato llegaron los papás del Martín a la casa y lo encontraron en su habitación con muchas zanahorias y contento.

Historia de las estrellas

Aquella mañana un forastero venido de muy lejos caminaba por una playa hermosa y vacía del golfo de California. El sol brillaba con intensidad y le impedía ver claramente qué le esperaba más adelante. Por momentos se detenía a descansar, miraba las conchas y estrellas marinas que la marea había dejado en la playa. Al verlas pensaba: “Soy como ellas, aventadas así nada más en la arena. Mi corazón está triste. ¿Qué haré para remediarlo?”. Pero la única respuesta que obtenía era el ruido constante de las olas.

Al llegar a un punto donde comenzaba a formarse una bahía, vio a lo lejos una figura humana que se inclinaba y recuperaba la posición erguida. Una y otra vez recogía algo de la arena y con el impulso de su brazo lo lanzaba al mar. “De seguro son botellas, o basura” se dijo el viajero mientras se iba acercando.

Pasos más adelante notó que se trataba de un joven indígena, de complexión atlética, vestido sólo con pantalones de manta. Se aproximó todavía más y de repente estuvo a unos metros del muchacho. Éste detuvo su incansable tarea por un instante, lo miró atento a los ojos

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