Fin Del Cuento "A La Deriva"

Cada parte de su cuerpo estaba temblando, no hallaba la manera de cómo controlar ese frío, en el fondo de sus pensamientos pedía y deseaba un rayo de sol que diera calor a su cuerpo y que pudiese quitar ese frío que no lo dejaba hacer movimiento alguno.

Comenzaba a caer la noche, cada vez más escalofriante, escuchaba el cantar de las aves que se dirigían a sus nidos y el sonido tenebroso de la corriente del río, sólo miraba al cielo pensando en su mujer Dorotea, imaginaba y recordaba todos aquellos momentos felices que vivió al lado de ella.

Su respiración era cada vez más lenta y disminuía el ritmo del palpitar de su corazón, estaba consciente de lo que sucedía, tal vez esa era la última noche de su vida, ya no sabía si el río lo llevaría a Tacurú-Pucú y temía morir en los remolinos de aquel; el hombre ansiaba ser rescatado, no tenía idea de dónde estaba, había perdido el rumbo. Ya no sentía su cuerpo; se miró así mismo, acostado en la canoa, con la piel color púrpura, se dió cuenta que estaba muerto, en otro mundo distinto.

En el transcurso de la noche, la corriente arrastraba la canoa hacia diferentes direcciones.

Al amanecer, el recibidor de maderas Lorenzo Cubilla halló la canoa a la orilla del río, se acercó preguntándose quién era, al ver quien estaba en la canoa se sorprendió porque reconoció que era Paulino, ya era demasiado tarde para pedir ayuda, Lorenzo dió aviso a los familiares y conocidos de Paulino, él estaba muerto.

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