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La Miquita De Palma


Enviado por   •  8 de Julio de 2014  •  1.470 Palabras (6 Páginas)  •  254 Visitas

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Pronunciarnos sobre las tradiciones, es propio, que sobre una tradición en particular de Ricardo Palma. La característica peculiar, suntuosa y de arrebato de la cordura a la realidad de cada una de ellas, llegaría a ser calificada con palabras que le pertenecen por derecho y por orden estilístico de alguna divina providencia, a decir como: de prosa movida, de lenguaje español que recién se afianza a nuestra patria, y la ironía con que puede confundirnos entre lo literal y lo figurado. Y, si todos los disfrutes de cada historia retratada son singulares que en conjunto es singular: me es autorizado velar por una en que pudo, de ser su vida eterna, llenar al Perú de palacios y coliseos. Alamedas y conventos, que hoy los moradores limeños obvian a la mujer que motivó su edificación.

Antecediendo a la cautela de este personaje, que fue bautizada con el nombre de María Michaela Villegas, y ser llamada Micaela Villegas, a los días, “La Perricholi” al final de estos, entre muchas luces vividas, Ricardo Palma disfrutó “criollamente” la peripecia de los habitantes de la época colonial peruana, donde todavía se usaba del carruaje y los balcones se pintaban en las calles de ñorbos, claveles y geranios. La Miquita dulce, y a veces parece que Mitológica, de senos turgentes y de silueta contorneada por su suavidad, por Ricardo Palma, es puesta en duda “¿Fue la Perricholi una belleza?” se pregunta; y como que no consiste la belleza en tener bien contorneada la figura, llevaba la belleza por consentirse de gracia que hacía suspirar y cautivar a todo hombre, y eso era lo más digno que estar de pies a cabeza dispuesta a complacer con su talle rebosante, y bien ceñida, de buenas proporciones corporales. Así que, también, no era tan poética como la enarbolaron, ni prosaica como la describieron los hombres de letras de aquella época que hoy logran dar las dudas de su verdadera imagen de Huanuqueña. De ir a la sierra a la capital, bordeando sus 20 años, participando solemnemente de actriz teatral. Donde su drama superó a su vida, y por lo que le confirieron el nombre de la Perricholi, cuando en una escena logró chicotear a quien hacía de galán, Maza, y ella estando en el proscenio de dama, por insinuarla a que tome bríos, Miquita, en la actuación, pues eso no hubiera sido lo suficiente para amedrentar a Miquita, sino que, su galán del escenario osara a que ella se sintiese ofendida, al decirle que la tal Inés podía hacerlo mejor.

“¡Más alma, mujer, más alma! Eso lo declamaría mejor la Inés”

Una comparación que la sacó de sus bríos. Quedando éste, por el látigo, con una marca en el rostro, aunque la perdonó, Maza dejó al tiempo convencerse del mal chicote con los regalos de la Huanuqueña, y en su aire tímido de chola volvió a escenarios. A seguir deleitando con los dramas cristianos para el público selecto del virreinato. A la vez que Ricardo Palma, todavía no liberado, para ese entonces, de los dilemas de la conquista y su repercusión en la patria peruana, entre Indios, Mestizos y Criollos, por los días en que se forjaban sus tradiciones, hacían revivir con su historia, muchas leyendas y mitos, que ahora leyéndolo tenemos la idea de que solo ponemos oídos a lo escrito. Para que repercuta una transmisión oral de sus narraciones. Y el contador de Miquita, supo según su versión valerse de escasas fuentes escritas, y anónimas, para retratar este acontecimiento virreinal entre Amat y su Perricholi. También tener los percances negativos por la guerra con Chile. Donde estaba la memoria tradicionista, la biblioteca de Lima, y quedar al a olvido bajo las cenizas.

Y bajo los oleos amanticos con el virrey don Manuel de Amat, este al ver tal escena de oprobio aquella noche donde el público resonó en disgustos, en su marcado catalán la llamó perri-choli, aquel infortunio de venir de la sierra quedó enmarcado en una clara “perra-chola”. Desde el cual, en estos días existe un rumor picaresco de renombrarla en la gracia chabacanera que se perdió desde el virreinato.

Aquesta prosa tradicionista, siempre antecediendo con un “la o un él”, a los

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