Maria Alejandra Gomez
12357412369819 de Mayo de 2013
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Opinión |20 marzo 2013 - 08:00 pm
LA EUTANASIA.
Por: María Alejandra Gómez Castro.
El término eutanasia se refería originalmente al acto de poner fin a la vida de otra persona para evitarle la agonía.
Su uso ha evolucionado y puede definirse actualmente como el acto, practicado por acción u omisión, que tiene como fin provocar la muerte de un individuo que sufre de una enfermedad incurable que le causa un sufrimiento físico y/o mental intolerable.
La EUTANASIA además de ser un problema médico, político, social, y religioso representa un grave problema moral para cualquier personas, sea o no creyente.
Quienes creemos en un Dios que no sólo ha creado al hombre sino que ama a cada hombre o mujer en particular y le espera para un destino eterno de felicidad y, en especial, los católicos, tenemos un motivo más que los que pueda tener cualquier otra persona para rechazar la EUTANASIA, pues los que así pensamos estamos convencidos de que este método implica matar a un ser querido, además Dios lo cuida en todo momento, tanto en su vida como en su muerte.
La eutanasia es un grave pecado que atenta contra el hombre y, por tanto, contra Dios, que ama al hombre y es ofendido por todo lo que ofende al ser humano; razón por lo que Dios un día pronunció "no matarás" como exigencia para todo el que quiera estar de acuerdo con Él.
Para nosotros los católicos, la eutanasia, como cualquier otra forma de homicidio, no sólo es un ataque injustificable contra la dignidad humana, sino también un gravísimo pecado contra un hijo de Dios.
Oponerse a la eutanasia no es postura exclusiva de quienes creen en Dios, para esas personas la vida es don gratuito y nadie está legitimado para acabar con la vida de un inocente.
Así puedo decir que si estuviera padeciera una enfermedad que culminara con mi vida, y ara que mi cuerpo padezca un sinfín de sensaciones que no serán gratas si no desesperantes, aceptaría el designio de Dios para purificar mi alma. Por supuesto que no será fácil pero Dios me dará las fuerzas necesarias para soportar las pruebas que se me presenten a lo largo de mi enfermedad.
Estas serían las palabras que regalaría a mis seres queridos; A mi familia, a mis amigos, mi médico, y a mi sacerdote:
Si me llega el momento en que no pueda expresar mi voluntad acerca de los tratamientos médicos que se me vayan a aplicar, deseo y pido que esta declaración sea considerada como expresión formal de mi voluntad, asumida de forma consciente, responsable y libre, y que sea respetada como si se tratara de un testamento.
Considero que la vida en este mundo es un don y una bendición de Dios, pues es el valor supremo y absoluto. Sé que la muerte es inevitable y pone fin a mi existencia terrena, pero desde la fe creo que me abre el camino a la vida que no se acaba, junto a Dios.
Por ello, yo, María Alejandra Gómez Castro pido que si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, se me mantenga en vida por medio de tratamientos necesarios; que no se me aplique la eutanasia, ni se me adelante abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte; que se me administren los tratamientos adecuados para soportar los sufrimientos.
Pido igualmente ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte, cuando esta tenga que llegar. Deseo poder prepararme para este acontecimiento final de mi existencia, en paz, con la compañía de mis seres queridos y el consuelo de mi fe cristiana.
Suscribo esta Declaración después de una madura reflexión. Y pido que los que tengan que cuidarme respeten mi voluntad. Soy consciente de que pido una grave y difícil responsabilidad. Precisamente para compartirla con ustedes y para quitar cualquier posible sentimiento de culpa, he redactado y firmo esta declaración para que lo anterior sea tomado
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