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Poemas "Еfímeras"

YamiSoriaInforme20 de Agosto de 2014

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MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA

EFÍMERAS

Idos, dulces ruiseñores.

Quedó la selva callada,

y a su ventana, entre flores,

no sale mi enamorada.

Notas, salid de puntillas;

está la niñita enferma...

Mientras duerme en mis rodillas,

dejad, ¡oh notas!, que duerma.

Luna, que en marco de plata

su rostro copiabas antes,

si hoy tu cristal lo retrata

acaso, luna, la espantes.

Al pie de su lecho queda

y aguarda a que buena esté,

coqueto escarpín de seda

que oprimes su blanco pie.

Guarda tu perfume, rosa,

guarda tus rayos, lucero,

para decir a mi hermosa,

cuando sane que la quiero.

RUBÉN DARÍO

LO FATAL

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque esa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror...

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,

ni de dónde venimos!...

JOSÉ SANTOS CHOCANO

NOSTALGIA

Hace ya diez años

que recorro el mundo.

¡He vivido poco!

¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras,

quien no echa raíces no puede dar frutos.

Ser río que recorre, ser nube que pasa,

sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,

es triste y más triste para quien se siente

nube en lo elevado, río en lo profundo.

Quisiera ser árbol mejor que ser ave,

quisiera ser leño mejor que ser humo;

y al viaje que cansa

prefiero terruño;

la ciudad nativa con sus campanarios,

arcaicos balcones, portales vetustos

y calles estrechas, como si las casas

tampoco quisieran separarse mucho...

Estoy en la orilla

de un sendero abrupto.

Miro la serpiente de la carretera

que en cada montaña da vueltas a un nudo;

y entonces comprendo que el camino es largo,

que el terreno es brusco,

que la cuesta es ardua,

que el paisaje es mustio...

¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento

nostalgia, ya ansío descansar muy junto

de los míos!... Todos rodearán mi asiento

para que les diga mis penas y mis triunfos;

y yo, a la manera del que recorriera

un álbum de cromos, contaré con gusto

las mil y una noches de mis aventuras

y acabaré en esta frase de infortunio:¡He vivido poco!

¡Me he cansado mucho!

RAMÓN LÓPEZ VELARDE

EL SON DEL CORAZÓN

Una música íntima no cesa,

porque transida en un abrazo de oro

la Caridad con el Amor se besa.

¿Oyes el diapasón del corazón?

Oye en su nota múltiple el estrépito

de los que fueron y de los que son.

Mis hermanos de todas las centurias

reconocen en mí su pausa igual,

sus mismas quejas y sus propias furias.

Soy la fronda parlante en que se mece

el pecho germinal del bardo druida

con la selva por diosa y por querida.

Soy la alberca lumínica en que nada,

como perla debajo de una lente,

debajo de las linfas, Scherezada.

Y soy el suspirante cristianismo

al hojear las bienaventuranzas

de la virgen que fue mi catecismo.

Y la nueva delicia, que acomoda

sus hipnotismos de color de tango

al figurín y al precio de la moda.

La redondez de la Creación atrueno

cortejando a las hembras y a las cosas

con un clamor pagano y nazareno.

¡Oh Psiquis, oh mí alma: suena a son

moderno, a son de selva, a son de orgía

y a son marino, el son del corazón!

AMADO NERVO

ME BESABA MUCHO

Me besaba mucho, como si temiera

irse muy temprano... Su cariño era

inquieto, nervioso. Yo no comprendía

tan febril premura. Mi intención grosera

nunca vio muy lejos

¡Ella presentía!

Ella presentía que era corto el plazo,

que la vela herida por el latigazo

del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad

quería dejarme su alma en cada abrazo,

poner en sus besos una eternidad.

JORGE LUIS BORGES

LOS ESPEJOS

Yo que sentí el horror de los espejos

no sólo ante el cristal impenetrable

donde acaba y empieza, inhabitable,

un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita

el otro azul en su profundo cielo

que a veces raya el ilusorio vuelo

del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa

del ébano sutil cuya tersura

repite como un sueño la blancura

de un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos

años de errar bajo la varia luna,

me pregunto qué azar de la fortuna

hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado

espejo de caoba que en la bruma

de su rojo crepúsculo disfuma

ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales

ejecutores de un antiguo pacto,

multiplicar el mundo como el acto

generativo, insomnes y fatales.

Prolonga este vano mundo incierto

en su vertiginosa telaraña;

a veces en la tarde los empaña

el Hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro

paredes de la alcoba hay un espejo,

ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo

que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda

en esos gabinetes cristalinos

donde, como fantásticos rabinos,

leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,

no sintió que era un sueño hasta aquel día

en que un actor mimó su felonía

con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,

que el usual y gastado repertorio

de cada día incluya el ilusorio

orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño

en toda esa inasible arquitectura

que edifica la luz con la tersura

del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman

de sueños y las formas del espejo

para que el hombre sienta que es reflejo

y vanidad. Por eso no alarman.

XAVIER VILLAURRUTIA

NOCTURNO SUEÑO

Abría las salas

profundas el sueño

y voces delgadas

corrientes de aire

entraban

Del barco del cielo

del papel pautado

caía la escala

por donde mi cuerpo

bajaba

El cielo en el suelo

como en un espejo

la calle azogada

dobló mis palabras

Me robó mi sombra

la sombra cerrada

Quieto de silencio

oí que mis pasos

pasaban

El frío de acero

a mi mano ciega

armó con su daga

Para darme muerte

la muerte esperaba

Y al doblar la esquina

un segundo largo

mi mano acerada

encontró mi espalda

Sin gota de sangre

sin ruido ni peso

a mis pies clavados

vino a dar mi cuerpo

Lo tomé en los brazos

lo llevé a mi lecho

Cerraba las alas

profundas el sueño.

JOSÉ GOROSTIZA

MUERTE SIN FIN

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis

por un dios inasible que me ahoga,

mentido acaso

por su radiante atmósfera de luces

que oculta mi conciencia derramada,

mis alas rotas en esquirlas de aire,

mi torpe andar a tientas por el

...

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