RESEÑA DE BENITO Y WATARU

“Benito y Wataru”

L

os cuentos infantiles muchas veces están enfocados en transmitir ciertos valores a los niños, de manera que éstos puedan comprender el mensaje e interesarse en él, siendo de gran ayuda la manera en la cual se narran. Valores como la justicia, la humildad y la solidaridad, pueden llegar a ser tergiversados, sobre todo en la etapa de la niñez, en la que no se ha llegado a comprender del todo las diferencias entre lo que está bien y lo que está mal. Benito y Wataru es producida por Adolfo Cruz y Ana Luisa Alfaro, siendo esta última la encargada de dirigirla, haciendo uso de dos cuentos (“El hilo de la araña” y “La mujer que se quitaba la cabeza”) para poder abordar la comprensión de estos valores con la intención de que todo el público, sobre todo los niños, puedan apreciar las consecuencias de los actos egoístas.

Son dos las historias narradas: en “El Hilo de la Araña”, el maestro Buda le enseña a su aprendiz los pesares a los que un pecador  se somete en el infierno. Con únicamente dos acciones bondadosas hechas en vida, Buda decide darle una oportunidad de ir al Paraíso, otorgándole el hilo de una araña para que así el pecador pueda salir del suplicio en el que se encuentra;  desgraciadamente, al intentar subir, otros pecadores intentan imitarlo, siendo su egoísmo el encargado de hacerlo caer.

En “La mujer que se quitaba la cabeza”,  Juan, un pobre campesino y amado esposo de Lupe, es tratado injustamente por unos capataces. Lupe cura a una lechuza herida y ésta, a cambio, le otorga dones, los cuales le ayudan a liberar a su esposo de la injusticia a la que se vio sometido.

Lo impresionante de estas historias es que ambas son representadas con títeres en un teatro ambulante, denominado “Teatriciclo”, que como su nombre lo dice, es un escenario montado sobre un triciclo; de un lado se desarrolla “La mujer que se quitaba la cabeza” y del otro “El Hilo de la Araña”.         La puesta en escena que crea Michel Cuvellier resuelve de una manera ingeniosa el juego de espacios entre ambas narraciones, haciendo uso de un espacio muy pequeño de las Áreas Verdes del Centro Nacional de las Artes.

Visualmente en la obra predominan los colores café y verde, adaptándose perfectos al ambiente en el que es representada; lo cual la hace atractiva.

La representación de los títeres es perfecta para el público infantil al que principalmente va dirigida, facilita el acercamiento a los personajes, pero se abre el cuestionamiento para algunos de los espectadores que son ya adolescentes o adultos, debido a que se produce un distanciamiento en cuanto a la sobrecaracterización que vemos en la obra y que se ve mayormente en el teatro infantil.

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