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Benito Juarez

keyler1 de Diciembre de 2011

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Benito Juarez ( Puntos Proyecto De Nacion)

Cuando Benito Juárez llegó a ocupar la Presidencia de la República los personajes del Partido Liberal que entonces brillaban con luz propia eran Melchor Ocampo, Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Jesús González Ortega, Vicente Riva Palacio. Eran actores que habían labrado un nombre en la arena política nacional por sus habilidades como representantes en el Congreso, o por su participación en las leyes, las armas o las letras. Juárez carecía de esos talentos. Sin embargo, frente a esa pléyade de "hombres que parecían gigantes", como los llamó Justo Sierra, Benito Juárez construyó su propio camino para alcanzar uno de los lugares más altos en la memoria nacional. Como dice Daniel Cosío Villegas, "En Juárez se dieron, en una proporción muy finamente equilibrada, el estadista y el político, es decir, el hombre de Estado, capaz de concebir grandes planes de acción gubernamental, y el hombre ducho en la maniobra política". Con esas virtudes Juárez puso en acto las leyes de Reforma que cambiaron el destino de la República. Basta recordar aquí las sustantivas:

* Separación de la Iglesia del Estado

* Nacionalización de los bienes de la Iglesia

* Registro civil de los nacimientos, casamientos y defunciones

* Instauración de la educación laica

En el manifiesto que dirigió a la nación para explicar el sentido de esas leyes, escribió: estas medidas "son las únicas que pueden dar por resultado la sumisión del clero a la potestad civil en sus negocios temporales, dejándolo, sin embargo, con todos los medios [...] para que pueda consagrarse exclusivamente [...] al ejercicio de su ministerio". De este modo, decía, el gobierno "cree también indispensable proteger en la República, con toda su autoridad, la libertad religiosa", la libertad de cultos. Estas leyes, seguidas por la determinación intransigente de su cumplimiento, dieron origen a la nación secular, sustentada no en el privilegio...

LA SOCIAL DEMOCRACIA EN MÉXICO Y SU PROYECTO DE NACIÓN

A fines del siglo XIX la economía de la nueva nación se sostenía principalmente por la producción de sus haciendas en lo rural. En el ámbito urbano los obrajes y el comercio con el campo son la base de la principal columna de la economía. La minería quiebra y sierra por la carencia de capitales como por el abandono de sus antiguos propietarios. La tenencia de la tierra basada en el latifundio ocasiona que en el campo el cautiverio de peones y trabajadores agrarios observen un empeoramiento de sus condiciones de vida. La parcelación de la tierra no existe lo cual será un polvorín que explotará a inicios del siglo XX con la revolución mexicana. Se dice que el 3% de los propietarios de la tierra controlaban el 58% de la tierra arable del país (Stein, op. cit.).

En México, la pobreza extrema, el acaparamiento de tierras, el encasillamiento de trabajadores y jornaleros agrícolas, la falta de un ejército industrial de reserva suficiente como proletariado urbano, persistencia de instituciones estamentarias y de trabajo que no permitían la liberalización de la mano de obra, la falta de industrias consolidadas y capitales de avío significativo, la alta incertidumbre y abruptos conflictos sociales, la carencia de un programa nacional de desarrollo que mantuviera una continuidad, entre otros aspectos, entorpecieron el programa liberal del desarrollo del país, y sobre todo la aspiración a ser una sociedad democrática.

Las insurrecciones en el país dieron por resultado la exacerbación del centralismo, como el exceso en gastos militares, y militarización de la vida pública del país. Los militares de hecho fueron parte de las clases privilegiadas en al sociedad porfiriana. Mucho del erario público se dilapidaba en sueldos y salarios a militares como en gastos de guerra para pacificar a la nación. Siendo el porfirismo de inspiración liberal, no obstante, el Estado creció a efecto de las insurrecciones y el aumento de la clase militar del país. El estado más que juez y policía, era propiamente un estado gendarme que procuraba la integridad nacional, protegía de cualquier intervención extranjera, como la paz de la República ante las continuas insurrecciones regionales (Perry, op. cit.).

Con el advenimiento de los esquemas modernos de producción y sus formas deshumanizadas de explotación de la mano de obra, así como la proliferación de tesis del socialismo utópico, como la publicación del Manifiesto Comunista en 1848, las organizaciones obreras a nivel mundial empezaron a aparecer como sindicatos de trabajadores. Las formas corporativas del trabajo son un fundamento del modernismo capitalista naciente (Keremitsis, op. cit.).

En México, la primera organización sindical aparece en 1853, y en 1880 aparece la segunda. Durante el porfiriato los sindicatos proliferaron a la par que crecían las factorías modernas, especialmente de inversión extranjera inglesa como francesa. El periodo porfirista fue de ascensión industrial urbana. Lo que hacía falta era una reforma agraria que repartiera la propiedad agrícola a los peones y jornaleros de las Haciendas, procurando con ello el alivio de la pobreza cada vez más generalizada y extrema que se vivía en el campo mexicano, ante el acaparamiento de los latifundistas que controlaban la producción, los precios agrícolas y hasta la vida de sus trabajadores, que estaban cautivos bajo un sistema de deudas, deudas incluso heredables de padres a hijos por generaciones.

La crisis de 1929 – 1933 que marca el crepúsculo del fordismo y la publicación del texto del inglés John Maynard Keynes Teoría general sobre la ocupación, el interés y el dinero (1936), aunado al surgimiento desde 1848 con el Manifiesto comunista del judío alemán Kart Marx, fundamentan la ideología social demócrata que propiamente nace desde el inicio del siglo XX en América Latina. Para 1946 con la creación de la Comisión Económica de América Latina, bajo la dirección de Raúl Prebisch (Gurrieri, 1982), se delinea el esquema endogensita de desarrollo para la región latinoamericana bajo el influjo teórico del estructuralismo (que propone que la inversión debe canalizarse a proyectos de infraestructura productiva primaria y secundaria), el keynesianismo (que es el fundamento de un Estado social más participativo en la economía) y del marxismo (que orienta los movimientos sociales hacia un ideal socialista).

La social democracia propiamente de 1946 a 1982 en México establece su proyecto de nación bajo la tesis del proteccionismo bilateralista, donde la aspiración del desarrollo es lograr la independencia y la autosuficiencia (propiamente la autarquía). Su éxito se sostiene ante la prosperidad y paz social que otorgó de 1946 a 1976, donde durante esos 30 años la nación logró crecimiento sostenido de hasta 8% anual, también se vive una transición demográfica que duplica la población del país, no obstante le incremento del ingreso per cápita será para dicho lapso en promedio anual de 3.2%.

El éxito del esquema endogenista bajo la tesis social demócrata se explica tanto por factores internos como externos: los internos tienen que ver con la paz social lograda, el surgimiento de un Estado corporativo y la organización social del trabajo y la producción exitosa bajo la directriz de la modernización del país, principalmente. Los factores externos viene en correlación a la segunda guerra mundial y el periodo de reconstrucción de las economías europeas y nipona a efecto de la contienda mundial, donde la nación sostuvo un comercio exterior significativo y con superávit consistentes que aumentó las reservas internacionales a un nivel que la estabilidad económica del país se expreso en una estabilidad cambiaria que por mucho se mantuvo en 12.50 pesos por dólar.

La recuperación paulatina de Europa y Japón, así como el surgimiento de la producción flexible o toyotización, vino en detrimento de la economía norteamericana, quien es a la fecha el sostén de la demanda externa mexicana hasta en un 95%. La crisis de 1971 y 1973 marca el crepúsculo de la modernidad bajo el liderazgo norteamericano y una década después abiertamente las economías occidentales se vuelvan a favor de adoptar las fórmulas orientales de organización privada del trabajo y la producción, en razón de adquirir la competitividad necesaria para hacer frente a las economías de reciente industrialización asiáticas, que hasta ahora presentan las tasas de productividad más altas del mundo. Surge con ello la producción flexible como fórmula de organización privada del trabajo y la producción, acompañada del neoliberalismo como fórmula pública de organización del trabajo y la producción.

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