Redacción De Cartas

Bueno, quizás esto le sea estúpido, pero no me importa en lo absoluto. Porque si amar es ser estúpido, gracias a usted soy el idiota más grande del mundo.

Le escribo para extrañarle, para recordarle, para gritarle a los papeles las cosas que quisiera decirle, pero más que nada, le escribo para pensarle.

Extraño su sonrisa brillante, el estruendoso sonido de su risa. Extraño la manera en la que sus ojos se cierran involuntariamente cuando ríe (no le diga a nadie, pero se ve adorable. Sonría más). Extraño sus bromas pesadas y sin sentido. Sus momentos de ternura, y aunque parezca extraño, también los de amargura.

Me gusta pensar que aún está aquí, conmigo. Me gusta imaginar que estuvo aquí al menos una vez. Es parte del corazón roto moribundo, engañarse a sí mismo. Me gusta leer los mensajes, me gusta pensar que alguna vez responderá. Me gusta olvidar sus palabras, y luego en sueños, memorizarlas. Me gusta su nombre, ¡es la más bella sinfonía!

Pero más que nada, me gusta verlo a escondidas, cuando la Luna es mi única compañera, cuando las estrellas guardan mis secretos, cuando dejo de pensarle y comienzo a necesitarle. Me gusta verle porque lo veo bien, lo veo feliz y ordenado. Y míreme a mí, ¡un completo desastre de tinta a papel! Me gusta verle reír, pues me doy cuenta de una cosa: mi felicidad valió la suya. Y amigo mío, aquí entre nos, si tuviera que elegirle a usted o a mi, lo elegiría a usted. Siempre a usted.

Sólo le pido usa cosa; disfrute las risas, pues a mi me quedan las lágrimas. Disfrute la alegría, mientras me reencuentro con la melancolía. Disfrute sus días, pues que ahí va mi vida.

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