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Un hombre se debate ante la decisión más importante de su vida


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2014  •  1.584 Palabras (7 Páginas)  •  187 Visitas

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ARGUMENTO: ARGUMENTO:

Un hombre se debate ante la decisión más importante de su vida...

Travis Parker tiene todo lo que puede desear: un buen trabajo como veterinario, amigos fieles e, incluso, una casa delante de un lago, pero hay algo que se resiste a probar: enamorarse. Sin embargo, semejante propósito desaparece por completo en el momento que aparece en su vida Gabby Holland.

Gabby es una asistente pediátrica que se acaba de mudar al barrio de Travis. Ella ha resistido cada una de las invitaciones de su guapísimo y encantador vecino, en parte porque le sería demasiado fácil sentirse atraída por él. Y eso sería un problema porque Gabby tiene novio.

SOBRE EL AUTOR: SOBRE EL AUTOR:

Nicholas Sparks nació en Omaha, Nebraska, en 1965. Se graduó por la Universidad de Notre Dame, Indiana, una de las más prestigiosas de Estados Unidos, y trabajó en diversos oficios antes de dedicarse a escribir. El éxito no tardó en llegar: su primera novela, El cuaderno de Noah, inspirada en la historia real de los abuelos de su mujer, fue traducida a dieciocho idiomas y durante más de un año ocupó los primeros puestos de ventas en los Estados Unidos.

A partir de allí, todas sus siguientes novelas —El mensaje, Un paseo para recordar, El rescate...—alcanzaron el primer puesto en las listas de libros más vendidos, lo que sitúa a Sparks como uno de los autores más populares del mundo. Gran parte de sus novelas fueron llevadas al cine con mucho éxito.

NICHOLAS SPARKS

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Isabel Luna Página 2

PRÓLOGO PRÓLOGO

Febrero de 2007.

Cada historia es tan singular como cada persona que la cuenta y las mejores historias son aquellas con un final inesperado. Por lo menos, eso es lo que Travis Parker recordaba que su padre le decía de niño. Se acordaba de que su padre se sentaba en la cama, a su lado, y que fruncía los labios en una sonrisa cuando Travis le suplicaba que le contara una historia.

—¿Qué clase de historia quieres? —le preguntaba.

—¡La mejor de todas! —contestaba Travis.

A menudo, su padre permanecía sentado en silencio durante unos breves momentos, hasta que se le iluminaban los ojos. Entonces, rodeaba a Travis con un brazo y en un tono de voz suave y armonioso empezaba a hilvanar un relato que frecuentemente mantenía al niño despierto hasta mucho rato después de que su padre hubiera apagado las luces. Los ingredientes solían ser siempre los mismos: aventura, peligro, emoción y viajes que tenían por escenario el pequeño pueblo costero de Beaufort, en Carolina del Norte, el lugar que había visto crecer a Travis Parker y al que él seguía denominando «hogar». Aunque pareciera extraño, en la mayoría de esas historias solían aparecer osos. Osos grises, pardos, osos Kodiak de Alaska... Su padre no era muy fiel a la realidad cuando se trataba de describir el hábitat natural de los osos. Más bien se centraba en las espeluznantes escenas de persecución a lo largo de arenosos parajes desolados, que después le provocaban a Travis unas pesadillas recurrentes que lo aterrorizaron hasta bien entrados los once años, y en las que siempre veía a unos feroces osos polares que corrían por las tranquilas playas de Shackleford Banks. Sin embargo, por más aterradoras que fueran las historias que su padre se inventaba, no podía evitar preguntarle: «¿Y después qué pasó?».

Para Travis, aquellos días le parecían vestigios inocentes de otra era. Ahora tenía cuarenta y tres años, y mientras aparcaba el coche en la zona de estacionamiento del Hospital General Carteret, donde su esposa había trabajado los últimos diez años, pensó nuevamente en aquellas palabras que le decía su padre.

Salió del automóvil y cogió el ramo de flores que llevaba. La última vez que había hablado con su esposa, se habían peleado, y lo que más deseaba era retractarse y poder reparar el daño causado. No esperaba que las flores ayudaran a mejorar las cosas entre ellos, pero no se le ocurría qué más podía hacer. Asumía toda la responsabilidad de lo que había sucedido, pero sus amigos casados le habían asegurado que el sentimiento de culpa era la piedra angular de cualquier matrimonio sano. Significaba que la conciencia no descansaba, que los valores se mantenían en alta estima, y, por consiguiente, era mejor evitar los sentimientos de culpa. A veces sus amigos admitían sus propios fallos en sus relaciones conyugales, y Travis suponía que el mismo cuento se podría aplicar a cualquier pareja en el mundo. Tenía la impresión de que sus amigos se lo decían para consolarlo, para recordarle que nadie era perfecto, que no debería ser tan duro consigo mismo. «Todos cometemos errores», le decían, y a pesar de que él asentía con la cabeza como si realmente los creyera, sabía que ellos jamás comprenderían el calvario que estaba viviendo. No, no podían. Después de todo, sus esposas seguían compartiendo el lecho con ellos cada noche; ninguno

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