Vigilar y castigar es un género literario dramático

VIGILAR Y CASTIGAR

Vigilar y castigar es un género literario dramático en el que el autor Michel Foucault narra la evolución de las penas que se imponían a los delincuentes a partir del siglo XVII; esta narrativa está dividida por el autor en cuatro capítulos, suplicio, castigo, disciplina y prisión.

En el libro, el autor comienza narrando la agonía de  Damiens, un hombre que fue condenado por el delito de parricidio en el año de 1757 en Paris, Francia, donde debía ser llevado en una carretilla desnudo, y ahí le llevarían sobre un cadalso donde le atenazarían las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenazadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiendo, cera y azufre fundidos juntamente, atado de todas sus extremidades a unos caballos que tiraban de ellas; posterior a esto describe la forma en cómo el paso a la muerte de Damiens se convierte en una larga agonía  debido a que los caballos no estaban acostumbrados a tirar por lo que tuvieron que sumar dos caballos, esto debido a un error de experticia del verdugo, al que por cierto fue castigado por el soberano, pero a efecto de terminar con el sufrimiento en los términos aritméticos ordenados para la ejecución, improvisadamente el verdugo cortó los nervios y coyunturas con cuchillo para que los caballos pudieran desmembrarle, a esto, dice el autor, se le conoce como suplicio, una forma de venganza por parte del rey hacia aquellos que quebrantaban su ley.

Foucault señala en sus líneas, que  el objeto del crimen, es decir aquello sobre lo que se ejerce la práctica penal, ha sido profundamente modificado, antes, se juzgaba igual a un asesino que a un ladrón, posteriormente cuando se fue eliminando el suplicio, se encarcelaba siguiendo el mismo criterio, a asesinos, ladrones, vagabundos, y a continuación, se paso a clasificar a la gente, por los delitos que cometía.

El papel del pueblo en este tipo de castigos era indefinido, por una parte se llama como espectador, el ser testigo es un derecho que el pueblo aclama, en ocasiones el pueblo acompañaba el suplicio con gritos e insultos al condenado ya que lo consideraban merecedor de ese castigo, pero otras muchas, debido al horror y a la atrocidad de los suplicios, el pueblo apoya al condenado e incluso se revela, e intentan arrancar a este de las manos del verdugo.

En otras palabras el autor en su texto hace una reflexión respecto a la evolución que ha tenido la pena como una respuesta del estado frente al delito, aceptando que la misma no debe ser vista como un mero castigo como causa efecto del crimen, sino que además deben dejarse ver los aspectos positivos que la misma ha tenido a través de la evolución de la sociedad, agregando que no puede decirse que la evolución de la pena se deba al fracaso en sus fines, contrario a ello el autor pretende afirmar que las penas que el estado ha aplicado en las diferentes etapas del proceso de la sociedad, han respondido a las necesidades de la época, pues éstas han tenido como base para su aceptación aspectos de los que no se puede separar, tales como cuestiones políticas, económicas y sociales.

El autor refiere que el castigo debe ser generalizado, menciona que “las penas sean moderadas y proporcionadas a los delitos, que la muerte no se pronuncie ya si no contra los culpables de asesinato, y que los suplicios que indignan a la humanidad sean abolidos”. Por lo que debido a estas prácticas brutales ejercidas por las personas de poder, empiezan a  haber protestas contra los suplicios, específicamente  en la segunda mitad del siglo XVIII, entre los filósofos y los teóricos del derecho, entre juristas, curiales y parlamentarios, opinan que hay que castigar de otro modo, deshacer ese enfrentamiento físico del soberano con el condenado, haciéndose el suplicio intolerable, considerando entonteces que en lugar de vengarse se debe castigar.

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