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50 Sombres


Enviado por   •  29 de Enero de 2014  •  6.236 Palabras (25 Páginas)  •  326 Visitas

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¿Quieres que le diga que se vaya? —me pregunta Hannah, alarmada por la cara que he puesto. —Eh, no. ¿Dónde está? —En recepción. Y no ha venido sola. La acompaña otra mujer joven. ¡Oh! —Y la señorita Prescott quiere hablar contigo —añade Hannah. —Dile que pase. Hannah se aparta y Prescott entra en el despacho. Se nota que viene con una misión, porque destila eficiencia profesional. —Dame un momento, Hannah. Prescott, siéntate por favor. Hannah cierra la puerta y nos deja solas a Prescott y a mí. —Señora Grey, Leila Williams está en la lista de visitas potencialmente peligrosas. —¿Qué? —¿Tengo una lista de visitas potencialmente peligrosas? —Es una lista de vigilancia, señora. Taylor y Welch fueron muy categóricos sobre que ella no debe tener ningún contacto con usted. Frunzo el ceño sin comprender. —¿Es peligrosa? —No sabría decirle, señora. —¿Y cómo sabes que está aquí? Prescott traga saliva y durante un momento se la ve incómoda. —Estaba haciendo una pausa para ir al baño cuando ella entró y habló directamente con Claire, luego Claire llamó a Hannah. —Oh, ya veo. —Me doy cuenta de que incluso Prescott necesita ir a hacer pis y me río un poco—. Qué mala pata. —Sí, señora. —Prescott me dedica una sonrisa avergonzada y es la primera vez que la veo bajar un poco la guardia. Tiene una sonrisa muy bonita—. Tengo que volver a hablar con Claire sobre el protocolo —dice con tono cansado. —Claro. ¿Taylor sabe que ella está aquí? —Cruzo los dedos inconscientemente, deseando que no se lo haya dicho a Christian. —Le he dejado un mensaje de voz. Oh. —Entonces tengo poco tiempo. Me gustaría saber qué quiere. Prescott se me queda mirando un momento. —Debo recomendarle que lo no haga, señora. —Habrá venido hasta aquí a verme por algo.

—Se supone que debo evitarlo, señora —dice en voz baja pero resignada. —Quiero saber lo que sea que tenga que decirme. Mi tono es más contundente de lo que pretendía. Prescott contiene un suspiro. —Entonces tendré que registrarlas a las dos antes de que usted se encuentre con ellas. —Está bien. ¿Y puedes hacerlo? —Estoy aquí para protegerla, señora Grey, de modo que sí, puedo. También creo que sería aconsejable que me quedara con usted mientras hablan. —Bien. —Le permito esa concesión. Además, la última vez que vi a Leila iba armada—. Vamos. Prescott se levanta. —Hannah —llamo. Hannah abre la puerta demasiado deprisa. Debía de estar esperando fuera justo al lado. —¿Puedes ir a ver si la sala de reuniones está libre, por favor? —Ya lo he comprobado y sí que lo está. Puedes utilizarla. —Prescott, ¿puedes registrarlas ahí? ¿Tiene la privacidad suficiente? —Sí, señora. —Yo iré dentro de cinco minutos. Hannah, lleva a Leila Williams y a la persona que está con ella a la sala de reuniones. —Ahora mismo. —Hannah mira ansiosa a Prescott y después a mí—. ¿Quieres que cancele tu siguiente reunión? Es a las cuatro, pero es en la otra punta de la ciudad. —Sí —murmuro distraída. Hannah asiente y se va. ¿Qué demonios puede querer Leila? No creo que haya venido aquí para hacerme daño. No lo hizo en el pasado cuando tuvo la oportunidad. Christian se va a poner hecho una furia. Mi subconsciente frunce los labios, cruza remilgadamente las piernas y asiente. Tengo que decirle lo que voy a hacer. Le escribo un correo rápido, me quedo parada y miro la hora. Siento una punzada de dolor momentánea. Iba todo tan bien desde que estuvimos en Aspen… Pulso «Enviar».

De: Anastasia Grey Fecha: 6 de septiembre de 2011 15:27 Para: Christian Grey Asunto: Visitas

Christian: Leila está aquí. Ha venido a visitarme. Voy a verla acompañada por Prescott. Si es necesario utilizaré mis recién adquiridas habilidades para dar bofetadas con la mano que ya tengo curada. Intenta (pero hazlo de verdad) no preocuparte. Ya soy una niña grande. Te llamo después de la conversación. A x

Anastasia Grey Editora de SIP

Rápidamente escondo la BlackBerry en el cajón de mi escritorio. Me pongo de pie, me estiro la falda lápiz gris, me doy un pellizco en las mejillas para darles un poco de color y me desabrocho otro botón de la blusa de seda gris. Vale, estoy preparada. Inspiro hondo y salgo de la oficina para ver a la tristemente famosa Leila, ignorando la música de «Your Love is King» y el zumbido amortiguado que sale del cajón de mi mesa. A Leila se la ve mucho mejor. Algo más que mejor… Está muy atractiva. Tiene un rubor rosa en las mejillas, sus ojos marrones brillan y lleva el pelo limpio y brillante. Va vestida con una blusa rosa pálido y pantalones blancos. Se pone de pie en cuanto entro en la sala de reuniones y su amiga también, una mujer joven con el pelo oscuro y ojos marrones del color del brandy. Prescott permanece en un rincón sin apartar los ojos de Leila. —Señora Grey, muchas gracias por acceder a verme. —Leila habla en voz baja pero clara. —Mmm… Disculpad las medidas de seguridad —murmuro mientras señalo distraídamente a Prescott porque no se me ocurre nada más que decir. —Esta es mi amiga Susi. —Hola —saludo con la cabeza a Susi. Se parece a Leila. Y a mí. Oh, no. Otra más. —Sí —dice Leila, como si acabara de leerme el pensamiento—. Susi también conoce al señor Grey. ¿Y qué demonios se supone que puedo decir ante eso? Le sonrío educadamente. —Sentaos, por favor —les pido. Llaman a la puerta. Es Hannah. Le hago una seña para que entre porque sé perfectamente por qué viene a molestarnos. —Perdón por la interrupción, Ana. Es que tengo al señor Grey al teléfono. —Dile que estoy ocupada. —Ha insistido mucho, Ana —me dice un poco asustada. —No lo dudo. Pídele disculpas de mi parte y dile que le llamo en cuanto pueda. Hannah duda. —Hannah, por favor. Asiente y sale apresuradamente de la sala. Me vuelvo hacia las dos mujeres que tengo sentadas delante de mí. Las dos me miran asombradas. Es incómodo. —¿Qué puedo hacer por vosotras? —les pregunto. Susi es la que habla. —Sé que esto es muy raro, pero yo quería conocerte también. La mujer que ha atrapado a Christ… Levanto la mano, haciendo que deje la frase a medias. No quiero oír eso. —Mmm… Ya veo lo que quieres decir —digo entre dientes. —Nosotras nos llamamos el «club de las sumisas». —Me sonríe y sus ojos brillan divertidos. Oh, Dios mío. Leila da un respingo y mira a Susi, perpleja y divertida a la vez. Susi hace una mueca de dolor. Sospecho que Leila le ha dado una patada por debajo de la mesa. ¿Y qué se supone que debo decirles ante eso? Miro nerviosamente a Prescott, que sigue impasible. Sus ojos no se apartan de Leila. De repente Susi parece recordar por qué está allí. Se ruboriza, asiente y se levanta.

—Esperaré en recepción. Esto es

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