Andrés Caicedo
Pablol89Síntesis11 de Noviembre de 2014
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El concepto de realidad para Andrés Caicedo implica la fragmentación. No alude a lo universal y literaria o a la totalidad de la historia, o del mito, como sucede en CIEN AÑOS DE SOLEDAD.(1967). La misma elección de la narradora en primera persona, la voz de una muchacha del "nortecito" convertida en prostituta es una voz marginal, una presencia cotidiana ; focaliza y conoce el mundo fuera de los metarrelatos, abandonados gracias al desclasamiento. La visión vitalista triunfa en contra de las convenciones sociales. Desde el carpe diem, se construye una historia cotidiana del cuerpo en la novela.
Lo particular se establece y se legitima a través de la voz de la protagonista quien estructura el texto, con todas las implicaciones estéticas e ideológicas que esto define. Al fragmentarse la realidad de la protagonista se rompe la sintaxis, se reordena el lenguaje, se reordena la escritura, hay una presencia de espíritu iconoclasta, en dos sentidos : contra las leyes oficiales del lenguaje, la gramática, el correctismo y contra las imágenes de la historia a las cuales destrona y desmitifica[5]: Sebastián de Belalcazar, Pascual de Andagoya. Continuando la explicación, la no linealidad, permite la presencia del recurso a una metaliteratura, como el informe siquíatrico, el cartel, los títulos y letras de canciones, usados pragmáticamente para dar efecto de realidad. La narración de la historia es fragmentada. Esta estructura la da, el hecho mismo de la retrospección que hace la narradora María del Carmen Huertas, quien termina de escribir la novela, en el mismo instante, en que el lector termina la lectura. La enunciación narrativa es simultánea con el final de la historia y el final de la lectura ; esta coexistencia de tiempos es uno de los logros estéticos que quieren traducir, la fragmentación y la simultaneidad de la realidad convertida en literatura. Estas marcas se ejemplifican muy bien en las llamadas constantes al lector : Tú enrúmbate y después derrúmbate. Échale de todo a la olla que producirá la salsa de tu confusión. Ahora me voy, dejando un reguero de tinta sobre este manuscrito. Hay fuego en el 23. María del Carmen Huertas ( A. C). Los ángeles- Cali, Marzo de 1973-Diciembre de 1974. P. 257.
¿En el orden del sentido cuál es la consecuencia dentro del marco relacional de lo estético/formal e ideológico cultural[6]? Quizás la imposibilidad del conocimiento, de una verdad filosófica como ética, o unas soluciones vitales fuera del arte. Talvez estos son los síntomas que reflejan el malestar de una época y la desesperanza de una generación. La respuesta que nos brinda María del Carmen Huertas, es la opción a la vida, con un vitalismo decadente y la opción por la escritura que en momentos la hace doble de la conciencia de Andrés Caicedo. Todo lo anterior, define una estética literaria fundada en el deseo de hacer real la literatura y literaturizar la realidad. En su obra Andrés Caicedo,
transforma el espacio urbano real de Cali, se transforme en el espacio infinito de la ficción hasta el punto de aparecer el mar dentro de la ciudad, en una imagen de sueño.
En ¡Que viva la música! el espacio estructura el desarrollo de las acciones de la obra, refleja el estado de cosas de esa realidad, los tipos de cultura, las relaciones entre las clases sociales, el modo de vida, la actitud ante la historia y el progreso. Esto ocasiona la presencia de dos elementos contradictorios en el espacio: el norte y el sur, con mediación final del centro, como umbral donde de multiplica el horizonte de la visión y la reflexión de la protagonista. Dos movimientos que constantemente se desarrollan en la obra. En esta idea subyace un apremiante deseo de hacer de la escritura, la memoria misma, de rescatar lo que podría perderse, lo marginal ( la voz femenina, las voces y acciones de los del sur,
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