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Análisis marxista


Enviado por   •  19 de Marzo de 2015  •  Tesis  •  1.534 Palabras (7 Páginas)  •  115 Visitas

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Dado que a lo largo de la historia, y por evidentes razones de supervivencia y medios disponibles, el avance y modificación de la cultura ha tenido su punta de lanza en las élites económicas y académicas, la cultura popular ha sido un elemento comparativamente estático. Esto ha propiciado, a partir del siglo XIX, su uso como referencia de identidad grupal por parte del pensamiento nacionalista, que ha basado en dichas señas culturales la idea de pertenencia a una nación o territorio.

A lo largo del siglo XX, no obstante, la extensión de la escolarización en buena parte del planeta unida a la emergencia de la cultura del ocio ha hecho que la cultura popular abandone su carácter predominantemente estático para convertirse en un elemento dinamizador que, en ocasiones, desborda la creatividad de las vanguardias académicas. Así el cómic -a caballo entre pintura y literatura- o el jazz en el terreno musical han acabado desbordando su condición marginal para instalarse como artes académicamente reconocidas.

El retraso en la edad de incorporación de los jóvenes al mercado laboral ha facilitado su condición de creadores y consumidores de productos culturales, llegando incluso a la creación de subculturas propias, o tribus urbanas, con preferencias artísticas y filosóficas específicas y alejadas del "mainstream" o línea de pensamiento mayoritaria.

La explotación comercial de los contenidos de la cultura popular es también, una vez expurgados sus elementos más transgresores, un elemento importante en la formación de la cultura de masas y un factor económico de relevancia a través de industrias como las de la música, el cómic o el videojuego.

Análisis marxista[editar]

Para Grignon y Passeron, que retoman las ideas centrales del economicismo marxista, pero para criticar y rehacer su postura, la noción de “cultura popular” puede ser explicada desde la relación dominante-dominado: a la clase dominante le corresponde una ideología dominante, mientras que a la clase dominada le corresponde una ideología dominada; esto significa un proceso de correlación entre el poder material dominante y el poder ideológico dominante que, sin embargo, debe verse complejizado por la posibilidad de encontrar elementos propios inicialmente de una cultura “dominada” que forman parte del cúmulo de creencias de una clase “dominante” y elementos que forman parte de una cultura “dominante” interiorizados y validados por una cultura “dominada” (Grignon y Passeron, 1989:22).

Por otro lado, para ellos también es “conveniente señalar que el sentido de las prácticas sociales se atribuye no sólo a la condición social de quienes la practican si no también a las funciones que las prácticas asumen en relación a la dominación social” (Grignon y Passeron, 1989: 25), hecho que incluso profundiza el cuadro al considerar que también hay que tener presente la legitimidad de la dominación y el olvido, incluso, de las relaciones de dominación en la “cultura popular”. Recapitulando, podríamos arribar a la siguiente conclusión: Existe, desde la noción marxista, una cultura “validada” por el lugar dominante que ocupa dentro de las fuerzas producción y una cultura “no validada” o “dominada” también denominada "popular" por ellos. Pero para estos críticos franceses, elementos de una y otra cultura no tienen una posición estable dentro del cuadro marxista dominante-dominado sino que pueden ocupar, según la variable histórica, diferentes lugares dentro del mismo esquema. Por eso, no hay tal cosa como una “cultura dominada” y una “cultura dominante” radicalmente opuestas, sino que elementos de uno y otro lado se interrelacionan.

Así, se puede encontrar elementos propios inicialmente de una cultura “dominada” que forman parte del cúmulo de creencias de una clase “dominante” y elementos que forman partes de una cultura “dominante” interiorizados y validados por una cultura “dominada”.

De hecho, el pensamiento de las clases dominadas que para distintos autores sería la característica esencial de la “cultura popular” puede ocupar hasta un lugar hegemónico cuando el ethos nacional lo recupera en las distintas variantes de gobiernos “populistas”, tal como fue el caso del peronismo, por ejemplo (V. Canclini).

Entonces, desde este paradigma retomado por Grignon y Passeron, sólo se puede hablar de la “pobreza de la cultura popular”, si lo observamos desde un ángulo “legitimista”, lo que pone en discusión también la tensión existente entre “alta” y “baja” cultura que discrimina, en el interior de la sociedad, a aquéllos que poseen los bienes culturales más jerarquizados de quienes no pueden acceder a ellos, por motivos materiales o incluso cognitivos (V. Semán y Míguez, 2006).

Indudablemente, la teoría de “campo” de Bourdieu ha sido muy útil para comprender la arenga por el acceso al poder en el plano

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