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Carta A Meneceo


Enviado por   •  10 de Febrero de 2015  •  385 Palabras (2 Páginas)  •  165 Visitas

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Carta a Meneceo

• Para que aún envejeciendo, pueda mantenerse joven en su felicidad gracias a los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda ser joven y viejo a la vez mostrando su serenidad frente al porvenir

• Porque éstos, entregados continuamente a sus propias virtudes acogen a sus semejantes, pero consideran extraño a todo lo que les es diferente.

• Porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación.

• La recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida; no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque nos priva de un afán desmesurado de inmortalidad.

• Mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos.

• Del mismo modo disfruta no del tiempo más largo, sino del más intenso placer.

• El futuro no es nuestro, pero tampoco puede decirse que no nos pertenezca del todo. Por lo tanto no hemos de esperarlo como si tuviera que cumplirse con certeza, ni tenemos que desesperarnos como si nunca fuera a realizarse.

• Los deseos, unos son necesarios, los otros vanos, y entre los naturales hay algunos que son necesarios y otros tan sólo naturales. De los necesarios, unos son indispensables para conseguir la felicidad; otros, para el bienestar del cuerpo; otros, para la propia vida.

• Pues el placer lo necesitamos cuando su ausencia nos causa dolor, pero, cuando no experimentamos dolor, tampoco sentimos necesidad de placer. Por este motivo afirmamos que el placer es el principio y fin de una vida feliz.

• La autosuficiencia; sino para que, si no tenemos mucho, con este poco nos baste, pues estamos convencidos de que de la abundancia gozan con mayor dulzura aquellos que mínimamente la necesitan.

• Cuando decimos que el placer es la única finalidad, nos referimos a el hecho de no sentir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.

• El principio de todo esto y el bien máximo es el juicio, nos enseña que no existe una vida feliz sin que sea al mismo tiempo juiciosa, bella y justa,ni es posible vivir con prudencia, belleza y justicia sin ser feliz. Pues las virtudes son connaturales a una vida feliz, y el vivir felizmente se acompaña siempre de virtud.

• Lo preferible, ciertamente, en nuestras acciones, es que el buen juicio prevalezca con la ayuda de la suerte.

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