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El Suicidio


Enviado por   •  27 de Junio de 2013  •  2.584 Palabras (11 Páginas)  •  245 Visitas

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Ocasionalmente, a veces casi a diario, escuchamos o leemos la noticia de una persona que se quita la vida y de pronto aparecen muchas interrogantes en nuestra cabeza. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué sentido tiene la vida en una situación como aquella? ¿Por qué perdemos las ganas de vivir de un momento a otro? Casi siempre el suicida logra hacer que surja un sentimiento de profunda inquietud y de culpa en el que sobrevive, porque se replantea de modo dramático el problema de la existencia.

La razón de este ensayo es tratar o encontrar una respuesta a cuál es el verdadero motivador e impulsador para cometer un “autoasesinato”. Explicar los motivos y hallar la base en el pensamiento de un suicida. Cabe recalcar que es importante saber sobre este tema, ya que ayuda a tomar conciencia y prevenir un acto de tal magnitud.

Entonces, ¿por qué una persona comete suicidio?

La palabra “suicidio” es un latinismo, que proviene de las expresiones latinas sui y occidere, que lo definen como el hecho de matarse a sí mismo. Es un fenómeno universal presente en toda la historia de la humanidad. Sin embargo, se han mantenido diferentes actitudes y posiciones en función de los principios filosóficos, religiosos e intelectuales de cada cultura.

“El suicidio, autoasesinato, si a primera vista puede parecer un síntoma de patología mental, es mucho más que esto; es un concepto conocido por el individuo normal y posee un valor afectivo y ético, un significado existencial”. Esto es lo que nos dice, a mi parecer de manera acertada, Pierre Moron en su libro titulado “El suicidio, ¿qué sé?”.

Entre los factores clínicos del suicidio encontramos los trastornos mentales (afectivos, esquizofrenia, trastorno de ansiedad, abuso de sustancias, trastornos de personalidad, trastornos adaptativos) y conducta suicida previa. El suicidio tiene una fuerte relación con la enfermedad mental. Además, los antecedentes de intentos suicidas son un indicador de riesgo para estas personas.

Moron nos dice también en su libro que “desde que se inicia la cuestión del suicidio, nos enfrentamos a un problema médico, psicológico y sociológico de los más vastos… Si los filósofos ven el suicidio como una afirmación de la libertad, si para los sociólogos constituye un concepto de un hecho social susceptible de ser reducido a un análisis factorial, para los psiquiatras el suicidio es una preocupación mayor, cotidiana, concreta”.

Actualmente, se le confía toda responsabilidad del hombre por sí mismo y por tanto de su libertad, muchas veces confundida con el libertinaje. Este hecho hace que el hombre se sienta capa de escoger cuándo descontinuar su vida si es que así lo cree o siente preciso. Manipulamos la vida a nuestro antojo y jugamos con la muerte como posesión nuestra.

No se trata ya del problema abstracto que consideraba el suicidio como “piedra de toque de la autonomía de la libertad”, como posibilidad de “morir libres frente a la muerte”, sino más bien el contraste entre una promesa de vida y una vida irreal. ¿Cuántos estamos a gusto con nuestra vida? Esta situación nos plantea algunas cuestiones clásicas: el suicidio filosófico, el suicidio por amor y la eutanasia.

El suicidio filosófico refiere a las personas que ya no le encuentra sentido alguno a la vida. No sabe por qué existe, cuál es su misión en el mundo o a dónde se dirige. Siente que no tiene el deber de existir por el hecho de haber nacido cuando no fue decisión suya; ésta es una manera de invocación del derecho a la muerte, ciertamente inexistente para nosotros. Ven al suicidio como la vía más lógica de sus vidas para expresar autonomía frente a la falta de sentido y al condicionamiento social ; aunque esta elección se produzca bajo un procedimiento de renuncia a la vida y escapatoria de la realidad.

En el suicidio por amor podemos distinguir dos partes: el amor ágape y el amor eros. El amor ágape es considerado como el verdadero amor, el amor de Dios, el amor divino, el amor oblativo. A veces se considera al suicidio como único modo de vivir el amor al prójimo, tomando como ejemplo de la mayoría de fervientes a Jesucristo. Pero evidentemente no se puede deducir de la fe la absoluta irracionalidad de un comportamiento vivido como deseo de liberación para otros y como afirmación de la propia fe en el bien. El amor eros es el amor de pareja, considerada su constitución como hombre y mujer, pero en este caso y debido a cómo se encuentra la sociedad actualmente puede tomarse también las parejas conformadas hombre-hombre y mujer-mujer. A este paso es obligatorio hablar del desamor; porque ocurre en el amor de pareja. Los rompimientos sentimentales suelen ser causantes de muchas noticias sobre suicidio. Las personas no encuentran sentido a la vida si la persona que creen “amar”, lo que para mí es más una profunda obsesión, decide terminar la relación y romper con cualquier lazo que pueda unirlos. La dependencia es tanta que hacen que la persona replantee el motivo de su existencia, todo su mundo gira en torno a la pareja.

La eutanasia, que refiere a la idea del buen morir, es decir, otorgar una muerte sin sufrimiento a quien padece de dolor. Entendido también como causar la muerte de otro por piedad ante su sufrimiento o en respuesta a su deseo de morir por las razones que sean. Hoy, ante la posibilidad de la medicina de prolongar la vida en situaciones de sufrimiento extremo, se habla cada vez más de derecho a morir en paz. Esto no equivale a discutir el valor de la persona moribunda, sino más bien a preguntarse si constituye para ella un valor el seguir viviendo.

Ahora, veremos el suicidio desde un enfoque psicológico para posteriormente plantear mi forma de pensar sobre este tema.

La psicología ha hecho una gran contribución en el estudio y conocimiento de esta realidad. La lectura psicológica del fenómeno parte de la perspectiva subjetiva, del interior de la historia de la persona, y pone exteriormente en crisis la idea tradicional que no dudaba de la responsabilidad moral del sujeto. Incluso se corre en psiquiatría el riesgo contrario: el de ver el suicidio como una enfermedad fatal, ante la cual los motivos que la desencadenan resultan irrelevantes, hasta el punto de descuidarlos en la consideración terapéutica. El gesto suicida sería, pues, el “término de una evolución morbosa” (E. Ringel). El descubrimiento de los motivos inconscientes y la posibilidad de sacarlos a la luz por medio del psicoanálisis (Freud, 1916) impide tanto un juicio moral apresurado como una actitud de resignación terapéutica.

Habitualmente el suicidio está motivado como fuga y liberación de un estado de angustia debido a sufrimientos presentes o previstos, como acto de desesperación por una resistencia

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