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Espiritus Vampiros


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2014  •  9.022 Palabras (37 Páginas)  •  212 Visitas

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Los espíritus vampiros.

Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891)

Cada una de las cosas organizadas de este mundo, tanto del visible como del invisible, tiene un elemento apropiado para sí misma. El pez vive en el agua; la planta consume el ácido carbónico, el cual, por el contrario, es mortal para el animal y el hombre. Algunos seres están organizados para vivir en las capas más enrarecidas del aire; otros en las más densas. La vida, para unos, pende de la luz del sol, mientras que para otros precisa de la obscuridad. De este modo la sabia economía de la Naturaleza adapta siempre alguna forma viva a cada una de las condiciones existentes.

Estas analogías permiten inferir que en toda la Naturaleza no existe punto alguno inhabitado, y que además cada cosa viviente cuenta con cuantas condiciones se precisan para su vida. Ahora bien; admitiendo que en el universo existe una parte invisible, la disposición inmutable de la Naturaleza autoriza la conclusión de que semejante parte está ocupada, ni más ni menos que la parte visible, y desde el momento en que existen espíritus, fuerza es aceptar la existencia de una gran diversidad de los mismos, dentro de su mundo respectivo. Decir que todos los espíritus son iguales entre sí, o que están adaptados a un mismo medio ambiente, o, en fin, que poseen poderes idénticos, o que obedecen a las mismas afinidades y atracciones, sería tan absurdo como pensar que todos los animales son anfibios, o que todos los hombres pueden nutrirse con la misma clase de alimentos. Razonable es, pues, el suponer que los espíritus más groseros están sumergidos en los más profundos abismos de la atmósfera espiritual, es decir, de lo más cercano a nuestra tierra, mientras que las naturalezas más puras, están muchísimo mas lejos del terrestre ambiente…Suponer lo contrario y pensar que cualquiera de estos girados de espíritus pueden ocupar el sitio ni las condiciones de los otros, equivaldría como a esperar que en ley de hidráulica dos líquidos de diferentes densidades pueden cambiar el grado que le corresponde en el aerómetro de Baumé.

Görres relata (Mystiques, III, 63) una conversación que él tuvo con algunos hindúes de la costa de Malabar. Habiéndoles preguntado si entre ellos se presentaban espíritus o apariciones respondieron: “–Sí; pero son malos espíritus. Los buenos se aparecen poquísimas veces. Los malos espíritus aquellos son generalmente los de los suicidas y personas asesinadas, es decir, de las que han muerto de un modo violento, quienes revolotean en torno nuestro y se nos aparecen como fantasmas, engañando a las gentes de cortos alcances y tentando a las demás personas de mil maneras diferentes, siéndoles la noche especialmente favorable para ello.”

Porfirio (De Sacrificiis, capitulo de El verdadero culto) nos presenta sobre esto algunos hechos repugnantes cuya verdad está comprobada por la experiencia de todos los estudiantes de magia. “El alma de las gentes perversas –dice –tiene, aun después de la muerte, cierto apego a su cuerpo y una afinidad hacia él proporcionada a la violencia con que se quebrantó su unión. Por eso nosotros, cuando desarrollamos ciertas facultades, podemos ve r a muchos espíritus cernerse, poseídos de desesperación, en torno de sus restos terrenales y hasta buscar anhelantes los. pútridos despojos de otros cuerpos, y, sobré todo, la sangre recientemente derramada, la que, por un momento, parece comunicarles algunas de las facultades de la vida.” Si algún espiritista pone en duda las palabras del gran teurgo, no tiene más que ensayar en sus sesiones de materialización los efectos de una poca de sangre humana fresca. ”Los dioses y los ángeles se nos aparecen –dice Jámblico –en medio de paz y de Armonía, y los demonios malos, revolviéndolo todo sin orden ni concierto…En cuanto a las almas ordinarias, es muy raro el que podamos percibirlas.”

El alma, en efecto, nace en este mundo abandonando el otro mundo, en el cual ha existido antes de encarnar en la Tierra…Ella parece luego morir cuando se separa de su cuerpo, en el cual como en frágil barca ha cruzado por esta vida…Pero esta muerte no aniquila el alma, sino que la transforma tan sólo, ora en un ser protector de esos que los romanos conocían y reverenciaban con tal nombre y con el de manes, penates y lares, ora, si ha sido perverso, en una larva, un lemur, un espíritu errante, terror de los malvados…Cuando por razón de vicios, crímenes y pasiones animales un espíritu desencarnado ha caído en la octava esfera: el Hades alegórico pagano o el gehnna de la Biblia, que es la región más próxima a nuestra Tierra, puede arrepentirse con el vislumbre de razón y de conciencia que aún conserva…Un ardiente deseo de resarcirse de sus sufrimientos; un ferviente anhelo de retorno, pueden conducirle de nuevo hacia la atmósfera terrestre, donde quedará errante y sufriendo más o menos en su triste soledad. Sus instintos le impulsarán a buscar con avidez el contacto de los vivos…

Tales espíritus son los invisibles, pero demasiado palpables vampiros magnéticos; los demonios subjetivos tan bien conocidos por las monjas y frailes extáticos de la Edad Media y por los “brujos” a quienes tanta celebridad dió el Martillo de Hechiceros; verdaderos clarividentes sensitivos según sus propias confesiones. Son los demonios sanguinarios de Porfirio; las larvas y lemures de los antiguos; los abominables instrumentos de sugestión que condujeron a tantas desgraciadas y débiles víctimas al tormento y al patíbulo. Orígenes sostiene que cuantos demonios obsesionaban a los energúmenos del Nuevo Testamento eran “espíritus” humanos…Moisés sabía perfectamente quiénes eran estos desgraciados y no ignoraba las tremendas consecuencias a que estaban expuestas las personas que cedían a tales influencias demoníacas, por cuyo motivo promulgó sus terribles decretos contra tales “brujos”. Jesús, en cambio, lleno de justicia y de divino amor hacia la Humanidad, se limitaba a curarlos en lugar de matarlos. Más tarde, andando los tiempos, nuestro clero, el pretendido modelo de virtudes cristianas, siguió la ley de Moisés, prescindiendo de Aquel a quien llamaban “su Dios Vivo”, y quemaron por millares a los pretendidos hechiceros,…¡Hechicero! ¡Fatídico nombre que llevaba aparejada antaño la muerte más ignominiosa y que hoy día, levanta, en cambio, una tempestad de sarcasmos y de ridículo!…

La historia de los sortilegios de Salem, tal como los encontramos registrados en las obras de Cotton, Mather, Calef, Upham y otros, son un trágico capítulo de la historia de Norteamérica, que jamás ha sido descrito de acuerdo con la verdad de los hechos. En el pueblo de Salem Vitcheraft,

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