FILOSOFOS
merlynpaola20 de Abril de 2013
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1. Demócrito
Nace en la ciudad de Abdera. Demócrito de Abdera vivió entre los años 460 al 370 a. C., y fue conocido en su época por su carácter extravagante. Se le adjudican numerosas leyendas. Realizó muchos viajes por Egipto, Persia y Mesopotamia, donde habría aprendido de magos persas y sacerdotes egipcios y caldeos aprendió de ellos sobre todo astrología y teología siendo muy joven.
Se dice que viajó por Egipto, donde vivió cinco años y adquirió especialmente conocimientos de geometría, así como visitó Etiopía, Mesopotamia, Babilonia, Caldea y Persia y que incluso llegó a la India en busca de conocimientos. Había adquirido dinero para viajar de la herencia que le dejó su padre a él y a sus dos hermanos; le correspondieron cien talentos. Posteriormente escribió precisamente el Gran Diacosmos para defenderse de las posibles acusaciones que se hacían a aquellos que malgastaban la herencia de sus padres.
Demócrito fundó la doctrina atomista, que concebía el universo constituido por innumerables corpúsculos o átomos sustancialmente idénticos, indivisibles átomo significa, en griego, inseparable, eternos e indestructibles, que se encuentran en movimiento en el vacío infinito y difieren entre sí únicamente en cuanto a sus dimensiones, su forma y su posición. La inmutabilidad de los átomos se explica por su solidez interior, sin vacío alguno, ya que todo proceso de separación se entiende producido por la posibilidad de penetrar, como con un cuchillo, en los espacios vacíos de un cuerpo; cualquier cosa sería infinitamente dura sin el vacío, el cual es condición de posibilidad del movimiento de las cosas existentes.
Para Demócrito, todo cuanto hay en la naturaleza es combinación de átomos y vacío: los átomos se mueven de una forma natural e inherente a ellos y, en su movimiento, chocan entre sí y se combinan cuando sus formas y demás características lo permiten; las disposiciones que los átomos adoptan y los cambios que experimentan están regidos por un orden causal necesario. En el universo, las colisiones entre átomos dan lugar a la formación de torbellinos a partir de los que se generan los diferentes mundos, entre los cuales algunos se encuentran en proceso de formación, mientras que otros están en vías de desaparecer. Los seres vivos se desarrollan a partir del cieno primitivo por la acción del calor, relacionado con la vida como también lo está el fuego; de hecho, los átomos del fuego y los del alma son de naturaleza similar, más pequeña y redondeada que los demás.
La ética de Demócrito se basa en el equilibrio interno, conseguido mediante el control de las pasiones por el saber y la prudencia, sin el recurso a ninguna idea de justicia o de naturaleza que se sustraiga a la interacción de los átomos en el vacío. Según Demócrito, la aspiración natural de todo individuo no es tanto el placer como la tranquilidad de espíritu (eutimia); el placer debe elegirse y el dolor, evitarse, pero en la correcta discriminación de los placeres radica la verdadera felicidad.
1. Epicuro
De padres pobres (Neocles, su padre, era maestro de escuela y Queréstrates, su madre, adivina), nació y se educó en Samos, lugar en el que los atenienses habían establecido una cleruquía (colonia). A los catorce años, se trasladó a la isla de Teos, donde estudió con Nausífanes, discípulo de Demócrito. En el año 323 a.C. se trasladó a Atenas para cumplir el servicio militar. Cumplido éste, tras diez años dedicados al estudio de la filosofía, comenzó a enseñar en Mitilene, de donde fue probablemente expulsado (310 a. C.), y después en Lámpsaco. En el año 306 a. C., a los 35 años, regresó a Atenas, donde fundó su escuela, denominada Jardín. Fue maestro de la misma hasta su fallecimiento en el año 270 a.C., a la edad de 72 años. Dejó la dirección de su escuela a Hermarco de Mitilene. Fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo.
La doctrina epicúrea preconiza que el objetivo de la sabiduría es suprimir los obstáculos que se oponen a la felicidad. Ello no significa, sin embargo, la búsqueda del goce desenfrenado, sino, por el contrario, la de una vida mesurada en la que el espíritu pueda disfrutar de la amistad y del cultivo del saber. La felicidad epicúrea ha de entenderse como el placer reposado y sereno, basado en la satisfacción ordenada de las necesidades elementales, reducidas a lo indispensable. El primer paso que se debe dar en este sentido consiste en eliminar aquello que produce la infelicidad humana: el temor a la muerte y a los dioses, así como el dolor físico. Es célebre su argumento contra el miedo a la muerte, según el cual, mientras existimos, ella todavía no existe, y cuando ella existe, nosotros ya no, por lo que carece de sentido angustiarse; en un sentido parecido, Epicuro llega a aceptar la existencia posible de los dioses, pero deduce de su naturaleza el inevitable desinterés frente a los asuntos humanos; la conclusión es la misma: el hombre no debe sufrir por cuestiones que existen sólo en su mente.
La ética epicúrea se completa con dos disciplinas: la canónica (o doctrina del conocimiento) y la física (o doctrina de la naturaleza). La primera es una teoría de tipo sensualista, que considera la percepción sensible como la fuente principal del conocimiento, lo cual permite eliminar los elementos sobrenaturales de la explicación de los fenómenos; la causa de las percepciones son las finísimas partículas que despiden continuamente los cuerpos materiales y que afectan a los órganos de los sentidos.
Por lo que se refiere a la física, se basa en una reelaboración del atomismo de Demócrito, del cual difiere principalmente por la presencia de un elemento original, cuyo propósito es el de mitigar el ciego determinismo de la antigua doctrina: se trata de la introducción de una cierta idea de libertad o de azar, a través de lo que Lucrecio denominó el clinamen, es decir, la posibilidad de que los átomos experimenten espontáneamente ocasionales desviaciones en su trayectoria y colisionen entre sí. En este sentido, el universo concebido por Epicuro incluye en sí mismo una cierta contingencia, aunque la naturaleza ha sido siempre como es y será siempre la misma. Éste es, para la doctrina epicúrea (y en general para el espíritu griego), un principio evidente del cosmos que no procede de la sensación, y la contemplación de este universo que permanece inmutable a través del cambio es uno de los pilares fundamentales en los que se cimienta la serenidad a la que el sabio aspira.
2. Julien Offroy de La Mettrie
Nació en el año 1709 en Saint Malo, Francia y falleció el 11 de noviembre de 175. Fue un médico y filósofo francés, uno de los primeros escritores materialistas de la Ilustración. Nacido en el seno de una familia de comerciantes, se educó con los jesuitas y estudio medicina en París y Reims. Causo Polémica su interpretación materialista de los fenómenos físicos, que le llevo a negar la existencia de Dios y el alma humana.
Durante una fiebre hizo observaciones sobre sí mismo sobre la acción del pulso acelerado en el pensamiento, lo que le llevó a concluir que los fenómenos físicos eran los mismos cambios orgánicos en el cerebro y en el sistema nervioso. Esta conclusión la trabajó en uno de sus primeros escritos filosóficos, la “Historia natural del alma” (1745). Tal impacto tuvo su publicación que La Mettrie tuvo que refugiarse en Leiden, donde desarrolló sus teorías con gran originalidad y de la manera más completa y atrevida, en “El Hombre Máquina”, y “El Hombre Planta”, tratados consistentemente materialistas.
La ética de estos principios fue trabajada en el “Discurso sobre la felicidad” y “El arte de Gozar o La escuela de la Voluptuosidad”, donde propone que el final de la vida se encuentra en los placeres de los sentidos, y que la virtud puede reducirse a amor propio. El ateísmo es la única manera de asegurar la felicidad del mundo, que ha sido hecha imposible por las guerras de los teólogos, bajo la excusa de un "alma" inexistente. Cuando la muerte llega, la “farsa se acaba” así que tomemos el placer mientras podamos. Tan fuerte fue la reacción contra La Mettrie y su pensamiento que éste se vio obligado a salir de los Países Bajos, para radicarse en Berlín, donde Federico el Grande no sólo le permitió continuar su práctica médica, sino que lo tituló lector de la corte. Allí La Mettrie escribió su libro principal “Discurso sobre la felicidad” (1748), que le valió el rechazo de los líderes de la ilustración como Voltaire, Diderot, y D'Holbach. Típicamente ilustrado, su pensamiento pone una fe sin límites en el progreso científico y ataca con saña la religión y la ignorancia medica.
3. Holbach
Paul Heinrich Dietrich von Holbach nació el 8 de diciembre de 1723. Filósofo materialista ilustrado francés, de origen alemán, nacido en Heidesheim. De familia muy rica, se educó en Leiden y vivió sobre todo en París. Entusiasta de la Ilustración. Contribuyo a la redacción de la Enciclopedia francesa, en conceptos de química, metalurgia y geología, y se mostró siempre como un activista de las ideas ilustradas.
Autor de El cristianismo desenmascarado o Examen de los principios y de los efectos de la religión cristiana (1767), Sistema de la naturaleza (1770) y La moral universal (1776). Muchos de sus escritos filosóficos se publicaron anónimamente o fuera de Francia.
Se educó en Leiden en París. Según él la materia es eterna y base determinante de cualquier fenómeno. La libertad es una ilusión, la religión una consecuencia
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