Humanismo

El humanismo a lo largo de la historia, lo han querido demarcar como una virtud exclusiva del pensamiento, que solo sirve a las religiones y academias, algo abstracto, idealista y hasta utópico, desvinculándolo de la praxis política, económica y social.

Este término, ha resurgido en diferentes momentos de la era humana, sobre todo en períodos de crisis, donde el hombre afectado por el sistema social de la época, se ha visto en la necesidad de buscar nuevas alternativas para transformarlo de manera radical. En la antigua Grecia surge con Sócrates, cuando éste orientó la filosofía hacia la búsqueda de la verdad y la ética, oponiéndose al relativismo sofista. Durante el siglo XV surge el humanismo en Europa, como un movimiento intelectual, filosófico y cultural que confrontó la doctrina medieval, la cual había estancado el desarrollo de la ciencia, secuestrando el conocimiento y manipulándolo de acuerdo a los intereses y privilegios de los monarcas, utilizando el teocentrismo como herramienta de dominación y sometimiento de los pueblos.

El humanismo Europeo, a pesar de que fue una corriente de gran influencia que cambió de manera radical el pensamiento de la época, no logró encarnarse en un sistema político, económico y social que concretara la sociedad humanista, sin embargo se puede afirmar, que fue el principio inspirador de aquellos movimientos que cambiaron la historia de la humanidad, como la reforma luterana y calvinista, la contrarreforma católica, la ilustración y la revolución francesa, que a su vez, influenciaron los movimientos independentistas en América.

Durante el siglo XIX surgió el Humanismus germánico, con el cual se identificaba una teoría de la educación (1808), posteriormente se utilizó como opuesto a la escolástica (1841), y en 1859 Georg Voigt lo emplea para definir el resurgir de los estudios clásicos. En el siglo XX filósofos como Bloch, Garaudy, Fromm, entre otros, plantean el humanismo marxista, al igual que lo hizo Salvador Allende, en su discurso “la vía chilena al socialismo”, de 1971, cuando manifestó tener como brújula “la fidelidad al humanismo de todas las épocas, particularmente al humanismo marxista”, sin embargo sabemos cómo, una vez más, los dueños del capital frustraron este intento suramericano por construir una sociedad mas humana.

Iniciado el siglo XXI, con la Revolución Bolivariana de Venezuela y su trascender en el continente, resurge el Humanismo desde Latinoamérica y el Caribe, como alternativa para la construcción del mundo nuevo, en un momento histórico donde se vive a nivel global crisis financiera, crisis social, crisis ecológica, crisis energética, crisis moral, entre otras crisis, todas consecuencias del capitalismo insostenible, que consume sin piedad al planeta y pone en riesgo la supervivencia de la especie humana. El nacimiento de organismos como la CELAC, UNASUR y ALBA, demuestran que pese a las diferencias ideológicas de los líderes de la región, se hace inminente la búsqueda de un nuevo orden social, que apunte a un mundo multipolar, ecológico, incluyente, pluricultural, donde las relaciones entre las naciones estén enmarcadas en la paz, el respeto, el diálogo, la cooperación y la soberanía.

El humanismo latinoamericano y caribeño, debe apuntar hacia un modo de producción en el que prevalezca el desarrollo integral del ser humano en armonía con el medio ambiente, donde la libertad económica en la disposición y usufructo de los recursos sea permitida siempre y cuando no atente contra el buen vivir de las mayorías y la conservación de la madre tierra, éstas deben ser las premisas que rijan las decisiones políticas, económicas, sociales y morales del mundo nuevo, ha de ser el filtro de cada ley, proyecto económico o inversión, y la praxis cotidiana de los ciudadanos

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