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LOS DADOS ETERNOS


Enviado por   •  8 de Junio de 2014  •  Tesis  •  520 Palabras (3 Páginas)  •  622 Visitas

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POEMA 1: LOS DADOS ETERNOS

Este poema fue dedicado a uno de los escritores peruanos que más influyó en CV: «Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.»

El poeta se dirige a un Dios, pues es, en esencia, un Ser que escucha y que es imagen y semejanza del escritor. Es un poema confesional. En principio CV asume que hay un Dios; a Él es a quien se dirige: «Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; / me pesa haber tomádote tu pan; / pero este pobre barro pensativo / no es costra fermentada en tu costado: / ¡tú no tienes Marías que se van!» Es habitual en la sierra norte del Perú llamar a quienes uno no conoce como José, para referirse a algún hombre; o María, a una mujer. La mención de María tiene una connotación de la mujer universal y va más allá de lo puramente femenino.

Es un Dios, además, a quien puede reprochársele (como a cualquier persona) su condición de un Ser incapaz de sentir el dolor, de dolerse del sufrimiento del prójimo, “de su imagen y semejanza”: «Dios mío, si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios; / pero tú, que estuviste siempre bien, / no sientes nada de tu creación. / ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!» Aquí el poeta reconoce un Dios-Hombre, o mejor aún, la condición humana de Dios y el hombre como ser divino. Sin embargo, el poeta nuevamente recurre a un Dios que escucha y contempla.

El llanto, como muestra de sufrimiento, es la máxima expresión del hombre dolido, sufrido. Pero también un llamado. Una alerta para que Dios tome una actitud de solidaridad con su creación: el símbolo de la luz (velas) y los dados (el azar) como elementos de comunión entre Dios y el hombre: «Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, / como en un condenado, / Dios mío, prenderás todas tus velas, / y jugaremos con el viejo dado.»

La mención de Dios como “jugador” propone un Dios que no hace el destino, sino que da al hombre posibilidades de vivir con trascendencia en un espacio creativo: el Universo. La muerte está mencionada como parte del juego, pero de un juego que puede terminar con el fin terrenal (lo no creativo): «Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte / del universo todo, / surgirán las ojeras de la Muerte, / como dos ases fúnebres de lodo.»

Finaliza el poema con una constatación de la destrucción del planeta, a quien compara con un objeto de juego (dado) que aún no tiene un propósito divino (la solidaridad humana); sino qué aún asume un destino sin rumbo (aventura) y no tiene una actitud cósmica, fraterna, lo que le haría tener un final oscuro: «Dios míos, y esta noche sorda, oscura, / ya no podrás jugar, porque la Tierra / es un dado roído y ya redondo / a fuerza de rodar a la aventura, / que no puede parar sino en un hueco, / en el hueco de inmensa sepultura.»

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