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La Epistemologia En La Epoca Medieval

94923025927 de Junio de 2014

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LA EPISTEMOLOGÍA EN LA EPOCA MEDIEVAL

6.1. La certeza y la verdad en San Agustín

La vida de san Agustín así como su pensamiento se puede dividir en dos períodos bien marcados: 1) antes de su conversión al cristianismo, o periodo de las fluctuaciones doctrinales y de su formación intelectual, 2) después de su conversión, o tiempo de la consolidación de su pensamiento y la elaboración de sus obras. Son dos periodos distintos, pero no opuestos, pues la vida intelectual y moral de san Agustín, desde su infancia hasta su muerte, fue una aspiración ininterrumpida hacia la verdad.

Para conocer acertadamente la posición epistemológica de San Agustín, es necesario conocer la itinerancia de su vida, así como su actitud ante la filosofía. Pues hay que tener en cuenta, que después de los grandes filósofos griegos, Agustín de Hipona es cristiano, y eso significa un nuevo modo de filosofar. Por eso, vamos a ver a grandes razgos su vida y su visión filosófica, para poder luego centrarnos en sus nociones epistemológicas.

6.1.1. Vida de San Agustín

Aurelio Agustín, llamado después San Agustín y considerado el más grande de las Padres de la Iglesia Latina, nació el 13 de noviembre de 354, en la ciudad de Tagaste, situado en la vertiente mediterránea de la Numidia (hoy Souk-Ahras, una provincia de Argelia), del África proconsular. Su padre fueron Patricio, un pequeño propietario, casi pobre, de carácter irascible e impulsivo, que aún conservaba sus creencias paganas en un mundo que paulatinamente estaba abrazando la fe cristiana. Su madre, Mónica , era una cristiana fervorosa. Fruto del matrimonio de Patricio y Mónica, nacieron tres hijos: Navigio, Agustín y Perpetua.

Mónica procuró desde le primer momento infundir en su hijo el cristianismo, sin embargo Agustín no fue bautizado pronto, por las costumbres de la época donde el bautizo se efectuaba generalmente cuando se llegaba a la mayoría de edad. La primera formación de Aurelio Agustín se caracterizará por la impresión en su alma de la fe cristiana de parte de su madre, que siempre permaneció en él, aún en sus momentos más conflictivos con el cristianismo , y que será luego, el primer impulso de su conversión .

En 373, a sus 19 años, leyó el Hortensius, de Cicerón, que le impresionó profundamente, despertando en él el genio filosófico y un amor intenso a la verdad, que desde entonces le dominará toda su vida . Agustín comprende entonces que la única felicidad verdadera no consiste en la satisfacción de los sentidos, ni en la posesión e las riquezas, sino en la contemplación de la verdad. Desde aquel día se le presenta el “problema de la verdad”, por cuya solución se afanará hasta los 33 años: ¿Cómo se llega a la posesión de aquella verdad, fin de toda alma?

En esa época corresponde al ejercicio de profesor de retórica, primero en Tagaste (373), después Cartago (374-383). En ese mismo año se encuentra con los maniqueos , quienes que con su promesa de una concepción racional del mundo, convencieron a Agustín a que se les uniera. El cual al no querer someterse a ningún credo, vio con agrado aquella doctrina gnóstica . Al cabo de nueve años se aparta del maniqueísmo .

Una vez que abandona definitivamente la secta de los maniqueos, cae en un estado de semiescepticismo a la manera de los filósofos de la Nueva Academia, conocidos como los académicos. Sin embargo, no cayó en el escepticismo total, sino más bien en un estado de depresión de ánimo, de desengaño y desconfianza, aunque conservando muchas certezas de orden matemático, social, histórico y de sentido común. Sin embargo, esa crisis pasajera dejó una huella profunda en él.

En 384 abre una escuela de retórica en Milán. Allí asiste a los sermones de san Ambrosio, obispo de Milán, que tanta parte había de tener en su conversión. También es muy importante anotar que por esa época conoce algunos libros de los neoplatónicos, entre ellos las Ennéadas de Plotino, que habían sido traducidas por Mario Victorino. Ese encuentro con la filosofía neoplatónica tuvo el efecto de sanarle de su escepticismo y de abrirle nuevos horizontes en la filosofía. Su entusiasmo fue extraordinario, y, aunque lo mitigó un poco al final de su vida, desde entonces estimo la filosofía platónica por encima de todas las demás .

En el año 386 encuentra en el cristianismo la verdad que tanto buscaba. Lo hicieron sacerdote y luego obispo, no solo fue uno de los mayores apologetas de la fe cristiana de la época, sino también en la mayor inteligencia de la cristiandad. Su conversión al cristianismo marcó por nuevos rumbos no solo su vida, sino también el rumbo del pensamiento europeo, pues sin su conversión no se entiende el pensamiento de la Edad Media .

En el año de 429, los vándalos pasaron de España a África, poniendo sitio a Hipona en el verano del 430. San Agustín murió durante el asedio de la ciudad, el 28 de agosto del mismo año. Poco tiempo después, la ciudad cayó en poder de los vándalos, que la incendiaron, aunque se salvaron la catedral y la biblioteca de San Agustín.

6.1.2. La actitud filosófica de San Agustín

San Agustín, situado en las postrimerías del mundo antiguo, es un gran vehículo de transmisión a la Edad Media de numerosas nociones filosóficas. En efecto, conoció los principales sistemas de la filosofía griega, pero casi todos de segunda mano, como podía hallarlos en las referencias de Varrón, de Cicerón o Cornelio Celso. No tiene mucha simpatía por los estoicos y califica severamente a los epicúreos. Se expresa bien de los pitagóricos. También habla de los eleáticos. Conoció algunas obras de Aristóteles (Categorías, Tópicos, Perihermeneías) traducidas por Mario Victorino, pero ignoró su filosofía completa. Su conocimiento de Platón se redujo quizá al Fedón y al Timeo, que pudo conocer por las traducciones de Ciceron y de Mario Victorino. Pero su fuente filosófica principal fueron la Ennéadas, de Plotino, que tampoco se sabe si llegó a conocerlas en su totalidad.

Como ya lo hemos anotado, Agustín tenía una profunda admiración hacia Platón. Aunque con el tiempo se fue atenuando, y hasta rechazando, muchas de sus tesis fundamentales. Sin embargo, conservó el convencimiento que el platonismo tenía una afinidad natural con el cristianismo, y que se podía asimilar totalmente a él, solo con someterlo a pequeños retoques . Hay que anotar, que siempre sometió el platonismo al dogma cristiano. Y que jamás vaciló en apartarse decididamente de él en cuantas tesis rozaba lo más mínimo con la ortodoxia católica.

No se puede considerar a San Agustín un neoplatónico cristiano, sino más bien, un cristiano que utiliza algunos elementos neoplatónicos, en cuanto coinciden con el cristianismo y le sirven para explicar mejor sus creencias. Esto es, que aunque no es un neoplatónico, su técnica filosófica provendrá del neoplatonismo. Al respecto Gilson comenta: “Toda la parte filosófica de la obra de San Agustín expresa el esfuerzo de una fe cristianan que intenta llevar lo más lejos posible la inteligencia de su propio contenido, con ayuda de una técnica filosófica cuyos elementos principales están tomados del neoplatonismo, sobre todo de Plotino” .

San Agustín tiene el gran mérito de haber superado definitivamente las vacilaciones, los escrúpulos las desconfianza de otros Padres de la Iglesia anteriores, sobre todo de los Padres africanos (Minucia Félix, Tertulanio, Arnobio, Lactancio), quienes tomaron una actitud de repulsa hacia la especulación filosófica. En cambio, San Agustín se inclinará decididamente hacia una posición acogedora hacia la filosofía, siguiendo así el ejemplo de los Padres latinos, Justino y Clemente de Alejandría. No en vano el conocimiento de la filosofía neoplatónica había sido como la entrada al camino que le había conducido hasta llegar al cristianismo. Tampoco podía echar en olvido su sólida formación en artes liberales ni desconocer el servicio que podían prestar aplicadas a la explicación y defensa de la fe cristiana.

Para San Agustín la filosofía es buena y útil con tal que no se oponga a la verdad revelada del cristianismo, con la que hay que contrastar las doctrinas de los filósofos: “En los temas que exigen arduos razonamientos – pues tal es mi condición que impacientemente estoy deseando de conocer la verdad, no solo por fe, sino por comprensión de la inteligencia – confío entre tanto hallar en los platónicos la doctrina más conforme con nuestra revelación” . Este es el procedimiento que emplea en el libro VIII De Civitate Dei , donde pasa revista a los sistemas de la filosofía grecorromana, comparándolos con el cristianismo.

En suma, la actitud de San Agustín hacia la filosofía es la de no menospreciar nada de cuanto verdadero han dicho los filósofos no cristianos:

“Cualesquiera sean los filósofos que pensaron del Dios sumo y verdadero esto: que es Hacedor de las cosas creadas, y Luz de las que deben conocerse, y Bien de las que deben hacerse; que de El nos procede el principio de la naturaleza, y la verdad de la ciencia, y la felicidad de la ida, a éstos los anteponemos a los demás y los creemos los más cercano a nosotros. Sean cualesquiera los que sintieron esto, ora los que propiamente llamados platónicos, ora den otro nombre a su escuela, ora sean solamente los jónicos, que fueron los principales entre ellos, tales como Platón y os que le entendieron bien; ora los itálicos, por amor a Pitágoras y a los pitagóricos, y si hay algunos otros que defendieran esta sentencia; bien sean los filósofos de otras naciones o sus sabios, los atlánticos de la Libia, los egipcios,

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