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¿Libertad de expresión o libertad de extorsión?


Enviado por   •  20 de Abril de 2022  •  Trabajos  •  2.195 Palabras (9 Páginas)  •  53 Visitas

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Libre expresión, libre extorsión, cinismo y verdad

Diego Juárez,

Jaime Pérez,

Jorge Pérez,

Pavel Robles y

Rafael Serano.

Momento histórico inédito en el periodismo mexicano. A finales del 2018 se inició una fractura ineluctable: la ruptura de la sujeción de la producción de información y su distribución a los intereses del poder político y económico, a partir de la asignación de recursos del presupuesto público a empresas de los medios de comunicación, a líderes de opinión y analistas, y a los propios periodistas.

El espacio conquistado gracias a diversas luchas históricas ejercido en el marco de la Cuarta Transformación es un umbral mayor de libertad de expresión, allí donde generalmente la industria de la comunicación y del periodismo acataba, se subordinaba y acordaba un manejo de información sin crítica a la figura presidencial, al sistema político mexicano; y, vituperaba a los críticos de la “paz social” -a conveniencia de las altas esferas del poder-, y del modelo de política económica que benefició al 20% de la población y al resto la confinó a la vulnerabilidad y el riesgo social.

Un largo camino precede los cambios: de los tiempos de la extorsión del tipo de “vendedor de silencio”[1]; del pleno maridaje como el del periodista que el 3 de octubre de 1968 expresó “hoy es un día soledado” o de la franca intevención desestabilizadora del Estado cuyo ejemplo fue el del Excélsior de Julio Scherer; con tránsito por los diversos ajusticiamientos vía plomo (todavía fue el caso de Miroslava Breach y Javier Valdez), la persecusión y amenazas de muerte a profesionales como Ana Lilia Pérez, Anabel Hernández, Lydia Cacho; hasta hoy donde periodistas de medios tradicionales defienden con autoritarismo una identidad ante la emergencia de las nuevas formas de comunicación y de prácticas de información y opinión de agentes sociales antes inéditos y en estos momentos interesados en dar lecturas distintas respectos de los acontecimienos públicos, quienes por cierto reciben amenazas de grupos de poder formal e informal ajenos al gobierno federal, tal es el caso de Sin Censura de Vicente Serrano, Meme Yamel, Antonio Ruiz, Zenén Seferino, Günter Castillo y Rafa Herrera.

Ahora es común ver, oír, escuchar y leer desacuerdos y críticas respecto de Andrés Manuel López Obrador, su proyecto político y los funcionarios y servidores públicos de su administración, por parte de Milenio, la Razón, el Reforma, el Universal, el Excélsior, Televisa, Televisión Azteca, Radio Fórmula, Imagen TV, Multimedios y, de su séquito de comentaristas y analistas orgánicos, Leo Zuckerman, Aguilar Camín, Enrique Krauze, Jorge Castañeda, Sergio Sarmiento, Mario Schettino, Javier Tello, Loret de Mola, Pablo Hiriart, López Dóriga, José Antonio Crespo, Ciro Gómez Leyva, Sergio Aguayo, María Amparo Casar, Héctor de Mauleón, Ferriz de Con, Pascal Beltrán del Río, Denise Dresser…

Se puede afirmar que las posiciones sostenidas por estos medios y sus periodistas expresan en todo caso los intereses político-económicos y el compromiso intelectual con una diversidad de causas que no son, como antes, las de la presidencia de la República o la de un gobierno determinado o, la de la defensa de un proyecto político-económico incluso de alcances trasnacionales. Por lo tanto, es posible esperar que el ominoso ocultamiento de información por parte del Estado a propósito de acontecimientos como la represión de 1968, de la guerra sucia de los años 70, de los fraudes electorales (1988, 2006, 2012), de la guerra contra el narcotráfico en colusión con el cártel de Sinaloa, los niños muertos por el incendio de la guardería ABC de Sonora, los desaparecidos de Ayotzinapa, etc., no se deberá presentar más en México; así como las intervenciones serviles de intelectuales para justificar o contribuir a legitimar una política pública del gobierno en beneficio de una oligarquía.

Suele ocurrir, cuando se abren los espacios y dejan de fluir los recursos del gobierno y del Estado a sostener una imagen o un proyecto político[2], que se presentan inconformidades y emergen la estridencia e incluso, en algunos casos, la neurosis y la histeria. Quizás debe considerarse a esto parte del precio a pagar por avanzar en la libertad de expresión y una etapa necesaria, y transitoria, en el acomodo de los intereses y del empoderamiento de puntos de vista que normalmente funcionaban como un ente homogéneo y aun hegemónico, más que como un conjunto altamente diferenciado de posiciones e intereses.

La postura del nuevo gobierno y en particular de Andrés Manuel López Obrador, ha sido no sólo respetar y promover la libertad de expresión, sino demostrar que él puede participar también, como otros agentes, en el debate concomitante a toda manifestación de puntos de vista no necesariamente irreductibles.

Un ejemplo: la propuesta político-económica asumida desde 1982 por los políticos y gobiernos del PAN y del PRI, compatibles (por no decir muchas veces subordinadas) con las directrices y estrategias del Departamento del Tesoro de EU, del Consenso de Washington, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Interamericano de Desarrollo y de los planteamientos de economistas como Milton Friedman, era incuestionable y no se podía constrastar abierta y objetivamente en el espacio público, con otras distintas. En cambio, la representada por la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México adscrita a la anticorrupción, a una perspectiva republicana, a un modelo económico de bienestar generalizado y de prosperidad compartida, de reducción de las desigualdades y de atención prioritaria a los más pobres y vulnerables, puede ser interpelada de manera abierta por otras voces.

Caber recordar, los medios y los analistas no ejercían la libertad de expresión y era inesperado contradecir al gobierno, ahora sí demandan transparencia, rendición de cuentas, cuestionan los fundamentos de la política económica, el desempeño del presidente y de los servidores públicos, analizan “exhaustiva” y críticamente los resultados en eficiencia y eficacia de políticas públicas, estrategias, programas y acciones del Estado.

Por este nuevo quehacer de las empresas periodísticas ahora sí tenemos diferencia, distancia y alternativas de contraste al discurso del poder o, al fin y después de mucho tiempo, hoy sí es posible percibir con claridad las luchas de poder y los intereses y alcances de los argumentos de los involucrados.

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