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Marx


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2012  •  Informes  •  747 Palabras (3 Páginas)  •  308 Visitas

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sobre los que se sustentaba la modernidad. Esta transformación, ciertamente revolucionaria, se asienta sobre la base de la creciente y acelerada difusión de las nuevas tecnologías vinculadas al hipersector de la comunicación y la información. De este modo, el establecimiento, a escala planetaria, de un nuevo modelo de generación y distribución de la riqueza, así como de un nuevo marco de relaciones sociales y vínculos de poder, corre paralelo a un proceso cultural basado, a mi entender, en la manifiesta incapacidad para desarrollar un sistema de representación simbólica colectiva, que permita pensar las nuevas realidades emergentes como dotadas de sentido. Pienso que, ante todo, sufrimos una grave crisis global de sentido, o, mejor, una crisis de exceso del mismo. Ésta deriva de la imposibilidad de aprehensión de los cambios a partir de los viejos aparatos lingüísticos con los que articulamos nuestras ya viejas experiencias vitales modernas. Creo, por tanto, que uno de los retos esenciales con los que se enfrentan la filosofía y el pensamiento social, en el cambio de milenio, es el establecimiento de un nuevo horizonte conceptual que dé cuenta, en un plano crítico-reflexivo, de las incitaciones de este presente opaco y engañoso, y de los nuevos condicionamientos socio-cognitivos que se imponen ante la urgente reconstrucción de una identidad trastornada.

El eje fundamental en torno al cual se articula este nuevo impulso tecnológico finisecular lo constituye la difusión universal creciente de las redes de comunicación teleinformáticas. Esto representa, de entrada, un incremento inusitado de las posibilidades humanas de almacenamiento y trasmisión de la información, dentro del universo electromagnético del tiempo real. Pero, como indica Manuel Castells, uno de los autores que se ha lanzado más decididamente a describir la nueva era, lo que diferencia en la historia esta revolución tecnológica de las precedentes no es el papel central que juegan aquí la información y la comunicación, sino la forma en que éstas son aplicadas en un círculo de retroalimentación entre la innovación, su uso, y su difusión y desenvolvimiento en nuevos campos. Ello conduce a "una estrecha relación entre los procesos sociales de creación y manipulación de símbolos (la cultura de la sociedad) y la capacidad para producir y distribuir bienes y servicios (las fuerzas productiva)" (Castells, 1997: 58). Esta identificación absoluta entre "lógos" y "techné", entre la mente y la máquina, entre lo cultural y lo material-productivo, está acabando con diluir las distancias metafísicas que existían entre el sujeto como agente pensante, de un lado, y las estructuras, como condición y resultado de una acción social reflexiva, de otro. Este nuevo sistema, que remite a un esquema fenomenológico de la existencia, y que se construye en tensión dialéctica negociadora con el marco social tradicional del que ha surgido, responde a una nueva lógica donde todo deja de ser como era. Para empezar, afecta, de manera radical a los principios de realidad y objetividad, y de inteligibilidad y cognoscibilidad, hasta ahora vigentes; nos ubica, a la vez, en una nueva dimensión perceptiva y simbólica del espacio-tiempo; y culmina, en definitiva, con la implantación de un modelo de relaciones sociales intersubjetivas, que trastoca a fondo la arquitectura y mecanismos de control-coerción desarrollados en la modernidad. Dicho de otro modo, la estructura reticular, flexible e inmaterial de los sistemas teleinformáticos es la que, como paradigma de un nuevo modo de existir, va impregnado de su propia naturaleza a las nuevas formas de cristalización de la conciencia y el ser sociales, en un ámbito de disolución indiferenciada del discurso en la práctica.

Estamos, en definitiva, ante la articulación dialéctica diferencial de dos modos de co-existencia social que se corresponden con otros dos modelos de aprehensión colectiva simbólica del espacio y del tiempo. Ello desde la consideración de que se está produciendo un fenómeno imparable de desplazamiento paulatino de los procesos más relevantes del primero al segundo. Hago referencia, a lo que se ha denominado como espacio de los "lugares" y espacio de los "no-lugares", de manera respectiva (Augé, 1995). Por una parte, un mundo moderno, puramente material en sentido metafísico, que alude a un concepto de espacio territorial, fronterizo, organizado en torno a las comunidades políticas de los estados nacionales. En ese mundo el espacio es trayecto físico y real; mediación en el contacto entre sujeto y el objeto; distancia tangible entre la salida y la llegada; y el tiempo, una experiencia irreversible, lineal, orientada hacia una meta: el progreso. En él la ciudad constituye el ámbito fundamental de una sociabilidad basada en la proximidad y la presencia corpórea de

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