Pancha Moderna
lopez443311 de Septiembre de 2013
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¿Qué es la Ciencia?
Y, al principio, todo fue curiosidad.
La curiosidad, el imperativo deseo de conocer, no es una característica de la materia
inanimada. Tampoco lo es de algunas formas de organismos vivos, a los que, por
este motivo, apenas podemos considerar vivos.
Un árbol no siente curiosidad alguna por su medio ambiente, al menos en ninguna
forma que podamos reconocer; por su parte, tampoco la sienten una esponja o una
ostra. El viento, la lluvia y las corrientes oceánicas les llevan lo que necesitan, y
toman de ellos lo que buenamente pueden. Si el azar de los acontecimientos es tal
que llega hasta ellos el fuego, el veneno, los depredadores o los parásitos, mueren
tan estoica y silenciosamente como vivieron.
Sin embargo, en el esquema de la vida, algunos organismos no tardaron en
desarrollar ciertos movimientos independientes. Esto significó un gran avance en el
control de su medio ambiente. Con ello, un organismo móvil no tenía ya por qué
esperar largo tiempo, en estólida rigidez, a que los alimentos se cruzaran en su
camino, sino que podía salir a buscarlos.
Esto supuso que habían entrado en el mundo la aventura y la curiosidad. El
individuo que vacilaba en la lucha competitiva por los alimentos, que se mostraba
excesivamente conservador en su exploración, simplemente perecía de hambre. Tan
pronto como ocurrió eso, la curiosidad sobre el medio ambiente fue el precio que se
hubo de pagar por la supervivencia.
El paramecio unicelular, en sus movimientos de búsqueda, quizá no tenga voliciones
ni deseos conscientes en el sentido humano, pero no cabe duda de que experimenta
un impulso, aún cuando sea de tipo fisicoquímico «simple», que lo induce a
comportarse como si estuviera investigando, su entorno en busca de alimentos. Y
este «acto de curiosidad» es lo que nosotros más fácilmente reconocemos como
inseparable de la forma de vida más afín a la nuestra.
Al hacerse más intrincados los organismos, sus órganos sensitivos se multiplicaron y
adquirieron mayor complejidad y sensibilidad. Entonces empezaron a captar mayornúmero de mensajes y más variados desde el medio ambiente y acerca del mismo.
A la vez (y no podemos decir si, como causa o efecto) se desarrolló una creciente
complejidad del sistema nervioso, el instrumento viviente que interpreta y almacena
los datos captados por los órganos de los sentidos, y con esto llegamos al punto en
que la capacidad para recibir, almacenar e interpretar los mensajes del mundo
externo puede rebasar la pura necesidad. Un organismo puede haber saciado
momentáneamente su hambre y no tener tampoco, por el momento, ningún peligro
a la vista. ¿Qué hace entonces?
Tal vez dejarse caer en una especie de sopor, como la ostra. Sin embargo, al menos
los organismos superiores, siguen mostrando un claro instinto para explorar el
medio ambiente. Estéril curiosidad, podríamos decir. No obstante, aunque podamos
burlarnos de ella, también juzgamos la inteligencia en función de esta cualidad. El
perro, en sus momentos de ocio, olfatea acá y allá, elevando sus orejas al captar
sonidos que nosotros no somos capaces de percibir; y precisamente por esto es por
lo que lo consideramos más inteligente que el gato, el cual, en las mismas
circunstancias, se entrega a su aseo, o bien se relaja, se estira a su talante y
dormita. Cuanto más evolucionado es el cerebro, mayor es el impulso a explorar,
mayor la «curiosidad excedente». El mono es sinónimo de curiosidad. El pequeño e
inquieto cerebro de este animal debe interesarse, y se interesa en realidad, por
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