ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Psicología Religiosa Secularización- Secularismo


Enviado por   •  14 de Abril de 2014  •  3.669 Palabras (15 Páginas)  •  352 Visitas

Página 1 de 15

Psicología Religiosa

LA RELIGIÓN EN EL TIEMPO

Secularización - Secularismo

Prof. Dr. Atilio Gimeno

La Religión en el tiempo

SECULARIZACIÓN

La palabra secularización tiene varios significados, pero aquí nos limitamos a usarla para indicar ese proceso en instituciones, personas o cosas -que se consideran integradas dentro de una sociedad religiosa o en un mundo sacral- por el cual se toma conciencia del valor y de la autonomía legítima de la realidad “mundana”, creada, profana.

Es posible entender también a la secularización como una superación de una actitud mágica y determinista, propia de civilizaciones primitivas, que conciben el universo como algo divino y absolutizan la naturaleza .

Es un tema importante y central en el cristianismo, porque le pertenece desde sus propias raíces judías y ha estado vigente a lo largo de toda su historia. La Iglesia católica, por otra parte, asume este proceso interpretándolo como un camino válido, justo, legítimo y deseable para descubrir en la naturaleza, en las cosas y en los acontecimientos, las leyes, en cierta manera autónomas, que el mismo Creador ha puesto en todo el universo .

Es un proceso cultural que no busca tanto una justificación para la distinción entre sagrado y profano, sino más bien encontrar, destacar o resaltar el significado propio del mundo y de la historia, pero, por contraste, destaca más lo profano que lo sagrado y afecta, en definitiva, a las mutuas relaciones entre “religión” y sociedad. Este proceso de secularización tiene una cierta ambivalencia intrínseca, “original”, que se vuelve en contra, como un boomerang, y lo ataca, y se transforma, como si fuese un camaleón, a tal punto, de pasar a ser otra cosa y terminar presentándose como “secularismo”.

Un verbo o una acción que contra distingue al proceso de secularización es liberar o emancipar.

LIBERAR LA NATURALEZA CÓSMICA Y AL HOMBRE DE LA ESFERA RELIGIOSA

Es posible pensar que Israel, desde la primera página de la Biblia, tuvo conciencia de esa realidad a la que hoy denominamos secularización. En el relato de la creación ofrecido por el libro del Génesis, el sol y la luna no son dioses sino “luminarias”, apenas luces que arrojan luz al día y la noche. En otros pueblos de la antigüedad, por el contrario, tenían carácter divino. Para Israel, la distinción entre noche y día, el cambio de estaciones, la variabilidad del calendario o la sucesión de los años no responde al capricho o voluntad de algún dios, sino a una ley de la misma naturaleza, que muestra su regularidad en ese ”aparecer” y “desaparecer” del astro mayor y del astro menor.

Tampoco la sexualidad es un dios, o una diosa, y, en general, la reproducción animal y vegetal no están ligadas a prescripciones de tipo mágico. En un caso, la semilla es producida por la misma planta y por el interior del fruto de la planta (ver Génesis 1,11). Tratándose de la atracción entre el varón y la mujer, el deseo de ser “una sola carne” (ver Génesis 2,24) se puede explicar por tener ambos un origen común y en esa misma atracción se manifiesta el anhelo de retorno a la unidad original, al hombre-uno .

LIBERAR EL PODER DEL DOMINIO DE LA RELIGIÓN

Otra realidad “humana” con carácter o atributos divinos es el rey.

En Egipto el faraón era un dios pero el libro del Éxodo destaca que el Dios de Israel está por encima de él y que no lo trata como a un dios, sino como a un hombre, porque le manda un mensaje con un par suyo, otro hombre, Moisés, que es para contraste es tartamudo y de apariencia tan frágil que necesita de su hermano Aarón para llevar a cabo su misión (Ex 3

Más adelante, cuando los israelitas piden un rey como lo tienen todas las naciones, el profeta Samuel rechaza este deseo y lo condena, pero Dios se le manifiesta y le dice que consienta el pedido del pueblo porque no es a ti a quien rechazan: me rechazan a mí, para que no reine más sobre ellos (1 Samuel 8,6-7; Deut 17,14-20 y 18,1-22). Así queda claro que el rey no es Dios

El monoteísmo de Israel parece que va a sucumbir al tiempo del helenismo expansivo de los herederos del imperio de Alejandro Magno, pero los más fuertes y decididos se niegan a ofrecer sacrificios a la divinidad de un rey temporal (ver 2 Macabeos 6,7).

No era menor la divinización del emperador que vivían los romanos. Con el simple recurso de jugar con una moneda, Jesús de Nazaret le pone fin a esta particular simbiosis entre lo sacro y lo profano y distingue entre divinidad e historia como dos ámbitos bien diferenciados, que no son absorbidos el uno en el otro ni se reemplazan entre sí, con exclusión y eliminación mutua: Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios (Marcos 12,17).

LIBERAR DE LA RELIGIÓN LA POLÍTICA Y LA CONVIVENCIA SOCIAL

Si el proceso de secularización ayuda a comprender mejor lo que es religión, como a redescubrirla en su misma esencia, conduce también a su distanciamiento de la moral y la política, generando así espacios de autonomía para estas últimas. Es una historia plurisecular, en la cual encontramos hitos como Marsilio de Padua (Padua/Italia 1275 – Munich/Alemania 1343), Nicolás Maquiavelo (Florencia/italia 1469 - 1527), John Locke (Wrington/Inglaterra 1632 – Oates 1704), Juan Jacobo Rousseau (Ginebra/Suiza 1712 – Ermenonville/Francia 1778) o Imanuel Kant (Könisberg/Alemania 1724 - 1804).

LIBERAR LA RELIGIÓN DE LA RELIGIÓN

En J. Derrida y G. Vattimo tocamos una religión sin Dios, inmanente y un mesianismo sin mesías.

Secularización como independencia de la iglesia

Con el advenimiento del cristianismo comienza, en occidente, el proceso de secularización, que revaloriza la bondad y verdad de las leyes de la naturaleza. De hecho, la primera generación cristiana se enfrentó con el poder divino de los césares. Policarpo de Esmirna, discípulo de Juan (uno de los 12 apóstoles de Jesús), enfrentó valerosamente el martirio por no querer sacrificar en honor del emperador, con su propia vida demostró que hay un solo Dios y con el ejemplo de su vida enseñó que el emperador es un ser humano que necesita ser socorrido y ayudado en su fragilidad por la oración de los creyentes.

Pero concretamente, diferentes etapas de la historia de Occidente están fuertemente motivadas por el secularismo, que es una ideología que intenta abarcar y conformar la totalidad de la existencia ignorando todo significado sacral, marginando valores e instituciones religiosas. De un modo característico, en los países de mayoría católica, casi como una paradoja, el proceso de secularización, devenido en secularismo, adquiere un doble significado: a la búsqueda de autonomía con respecto a Dios se le suma también la independencia de la Iglesia y de su autoridad.

No es una situación totalmente nueva. De una manera u otra se ha dado en otras épocas. En vísperas del concilio Vaticano II, la revista Criterio, en una de sus entregas quincenales del año 1960 constata una fase de «descristianización», que consiste en dejar de vivir como cristianos. Un síntoma es “la indiferencia ante la Iglesia Católica”.No es una actitud primaria, sino una «reacción» y «desilusión» que podría tener origen en un vacío o distancia “entre el clero y los cristianos militantes en relación a la masa bautizada, en particular la clase popular”. Probables causas, entre otras, podrían ser “el intelectualismo y falta de «sensibilidad» humana en el clero, el paternalismo clerical, un culto litúrgico que resulta hermético y lejano, una falta de comunicación y diálogo vital con los supuestos feligreses”, la «cuestión del dinero», considerada ésta como una retribución por los servicios prestados por los sacerdotes , o también las estructuras mismas “de la Iglesia comprometidas a través de los histórico, lo temporal, lo cultural, con formas caducas, superfluas o «desubicadas», de resonancia social, psicológica, pastoral y aún teológica”.

Según el editorialista, esta crisis de descristianización tiene carácter universal, no afecta únicamente a la Iglesia Católica. Es, más bien, “un complejo conflicto de culturas y civilizaciones”, “una etapa crítica de la historia que implica resonancias en todos los órdenes donde el hombre existe como tal” .

LIBERAR LA RAZÓN DE LA RELIGIÓN

En occidente, además, la independencia de la Iglesia conlleva la marginación de la figura de Cristo, de su testimonio histórico, de la singularidad e identidad propia de su mensaje y una regresión hacia los orígenes culturales griegos.

De la “muerte de Dios” alcanzamos la muerte del cristianismo y así estaríamos entrando en una humanidad auténtica y verdaderamente libre, restablecida la razón y aquello que es lógico y razonable.

La secularización como desafío

La secularización de la cultura, en cuanto proceso, y sus notas características ponen interrogantes nuevos y suscitan problemas antes desconocidos, especialmente en lo que respecta a la concepción del hombre y a sus relaciones con la naturaleza, con Dios, con los otros hombres - varones y mujeres -, consigo mismo, en fin, con respecto al significado mismo de cultura. Hay que encontrar respuestas y soluciones acordes con la nueva realidad.

En el mundo actual es muy fuerte la desconexión entre una sociedad tecnológica, con grandes avances y progresos científicos y una concepción más racional del mundo, y el mensaje de las instituciones religiosas, que parecen ancladas en unos postulados desactualizados y que no siguen el ritmo de la historia, con pérdida de prestigio e influencia social.

Parecería que en la sociedad de hoy la técnica y la tecnología están por alcanzar un triunfo definitivo sobre la capacidad del hombre para dominar su propio saber y sus propias fuerzas. Algunos se imaginan un mundo donde la técnica termina con la cultura o las culturas, lo que parece un contrasentido porque las ciencias, la técnica y la tecnología forman parte de la cultura. Sin ellas no existe cultura, porque ésta incluye y designa todo lo que es obra humana. Pero a otros aspectos de la actividad del hombre también hay que considerarlos integrados en la cultura: el juego, el turismo, el trabajo, los usos y costumbres, el deporte, la preocupación por la salud, el tiempo libre o la actitud frente al valor “irrepetible” de las riquezas de la naturaleza.

El proceso de secularización es un fenómeno cultural actualísimo que no puede, pues, definirse como neutro para el desarrollo de la dimensión sacral en el hombre y para la sobrevivencia de la religión. Es una confrontación entre ciencia y fe que no puede plantearse como dominio o sustitución. La ciencia no es un saber de salvación ni la religión aporta conocimientos científicos a las ciencias. Para los creyentes no deja de plantearse como un verdadero desafío para la fe.

E. Fromm (1963:134-138) afirma que en realidad la amenaza para la religión no proviene de la psicología ni de ninguna otra ciencia sino, paradójicamente, de aquellos mismos creyentes que ha dejado de buscar “el fin supremo de la vida y se ha convertido en un instrumento que sirve la maquinaria económica que ha construido con sus propias manos”.

Es interesante destacar que en un editorial del diario La Nación, se dice que la cultura también “implica el reconocimiento de los valores que sustentan la vida y la vigencia de la normativa religiosa, moral o jurídica que habitualmente respetamos” . Se afirma, en el fondo, que es difícilmente imaginable una sociedad donde lo religioso quede excluido, y con ello también los valores que pueden estructurar o alimentar la cultura y las culturas vigentes en el mundo actual.

Pero, al mismo tiempo, hay que afirmar con igual claridad que las normas que rigen el mundo de las vivencias religiosas o cultuales se distinguen adecuadamente de aquellas otras que guían los caminos de las ciencias, el ordenamiento jurídico de los estados y la convivencia civil entre los ciudadanos, y que estas últimas no son sofocadas por una indebida pretensión de prevalecer por parte de las primeras.

La “vigencia” de lo sacral no es totalmente asimilable con una fe cultual. Los dos últimos siglos han dado elocuentes ejemplos de personalidades del pensamiento, las artes y las ciencias, que no han hecho gala de una fe cultualmente determinada, pero en las cuales no es difícil constatar una disposición o genio religioso . He aquí el verdadero desafío para el diálogo religioso. Porque la “vigencia” de Dios en la cultura no se identifica simplemente con determinada práctica cultual o con rótulos de derecha, izquierda, conservador, tradicional, populista o conservador. La vivencia religiosa se puede dar en una realidad abierta, en un horizonte de 360 grados, que abarca una amplia gama de variados matices .

La secularización es un proceso que comenzó hace siglos, pero ¿cuándo termina? Parecería que nunca va a tener fin. Es muy probable que mientras dure la historia tengamos necesidad de este “proceso”.

Es un “proceso” no terminado, que no conoce un progreso o ascenso regular, sino que más bien presenta, incluso simultáneamente, retrocesos, adelantos o detenciones. La razón podría estar en una analogía con el tejido de Penélope. Se desanda el camino hecho. Los obispos católicos han detectado que esta situación se verifica concretamente en el continente latinoamericano:

Un estado de “secularidad”, pacífico, estable, parece inalcanzable.

No se puede desconocer en América Latina la erupción del alma religiosa primitiva a la que se liga una visión de la persona como prisionera de las de las formas mágicas de ver el mundo y actuar sobre él. El hombre no es dueño de sí mismo sino víctima de fuerzas ocultas. En esta visión determinista, no le cabe otra actitud sino colaborar con esas fuerzas o anonadarse ante ellas (de aquí la práctica de la hechicería y el interés creciente por los horóscopos en algunas regiones). Se agrega a veces, la creencia en la reencarnación por parte de los adeptos de varias formas de espiritismo y de religiones orientales. No pocos cristianos, al ignorar la autonomía propia de la naturaleza y de la historia, continúan creyendo que todo lo que acontece es determinado e impuesto por Dios (DP 308).

La secularización puede ser considerada como un proceso “neutro”. Es un camino que, por un lado, desemboca en “secularismo”; pero por la otra vereda, hace una regresión y retorna a estadios anteriores o que ya se creían superados.

Nuevas cosmogonías y teogonías parecen dar cuerpo y visibilidad a los antiguos anclajes míticos. La magia (y el espíritu mágico), como “manipulación” o instrumentación de la divinidad, parece como levemente ahogada o apenas amordazada en algunos individuos y estratos culturales. Pensemos unos instantes en ciertas reacciones del presidente de los Estados Unidos y otros funcionarios de menor rango después del 11 S. No tendríamos que sorprendernos, ni alarmarnos, si llegásemos a la conclusión que el fundamentalismo, o los fundamentalismos (de variados colores y facturas), entran también en esta descripción del regreso a un comportamiento religioso que se creía ya superado.

Al hombre de hoy es necesario mostrarle que es posible integrar a Dios en la totalidad de las dimensiones de su vida individual y social.

En toda situación se deberá distinguir entre secularismo y secularidad.

Al hombre contemporáneo, que se olvida de Dios y prescinde de Él, muchas veces golpeado, abrumado, deseoso de bienestar y de tranquilidad, que se refugia en lo pequeño, en lo cotidiano, se ha de procurar anunciarle un evangelio que lo alcanza en lo cotidiano, en lo pequeño, que lo consuela en sus amarguras, que lo sostiene en sus luchas, que no sólo responde a sus deseos de bienestar, sino que además los desborda anunciándole una auténtica felicidad y dándole a gustar un anticipo de la misma.

A un hombre angustiado, que corre jadeante tras la técnica, y que no logra o no puede alcanzarla, con todo lo que ello implica de stress, competición y exclusión, a este hombre, hay que decirle que el Evangelio es actual, porque Cristo es actual, siempre.

Uno de los fundamentales cometidos del nuevo impulso evangelizador ha de ser actualizar y reorganizar el anuncio del contenido de la evangelización partiendo de la misma fe de nuestros pueblos, de modo que estos puedan asumir los valores de la nueva civilización urbano-industrial, en una síntesis vital cuyo fundamento siga siendo la fe en Dios y no el ateísmo, consecuencia lógica de la tendencia secularista (DP 436).

SECULARISMO

El secularismo es un intento de “reducir todo a la inmanencia”. Comienza por separar al hombre con respecto a Dios porque concibe la construcción de la vida individual y de la convivencia social con Dios al margen de ella, sin relación de tipo “religioso” con Dios.

Si la secularización lleva a reconocer que la vida del hombre, la cultura, la naturaleza y la historia no están determinadas desde “afuera” por leyes de un ámbito trascendente (Dios), el secularismo es una concepción de la naturaleza, del mundo y del hombre desvinculada de toda referencia sacral. En otras palabras, la construcción de la historia, considerada en su mera inmanencia, es responsabilidad exclusiva del hombre. El mundo es el campo de acción del hombre y no de Dios.

Queriendo reconocer el saber, la ciencia, el poder y la capacidad de dominio del hombre, termina oponiendo Dios y hombre, negándolo o renegando de Dios. Este hombre, que pretende sobrepasar a Dios, no necesita recurrir a Él para explicar la naturaleza y la cultura: Dios, de superfluo, pasa a ser un obstáculo porque se sitúa en oposición a una concepción de la existencia según la cual el mundo se explica por sí mismo.

El secularismo “desconoce la importancia que la fe y la religión tienen para la vida cotidiana de los hombres y para su realización eterna” y nuevas formas de ateísmo -un ateísmo antropocéntrico, no ya abstracto y metafísico sino práctico y militante- parecen desprenderse de él .

Abarca, pues, la teoría y la práctica de la religión. En suma, al menos en Occidente, es negación de Dios, de las iglesias (cristianas) y de toda manifestación religiosa (muchas veces porque se identifica religión y lo religioso con cristianismo, mostrando una “especial” concepción de religión).

Secularización y secularismo son términos que en la experiencia religiosa concreta están relacionados.

La Iglesia asume el proceso de secularización en el sentido de una legítima autonomía de lo secular como justo y deseable según lo entienden la GS y la EN… Sin embargo, el paso a la civilización urbano-industrial, considerado no en abstracto sino en su real proceso histórico occidental, viene inspirado por la ideología que llamamos «secularismo» (DP 434).

Igualmente, “ignora aspectos fundamentales de nuestra tradición y patrimonio cultural, íntimamente ligados con el sustrato de nuestra identidad argentina”, prescindiendo “de la verdad última que da pleno sentido a la vida humana, tanto referida a la etapa temporal e histórica, cuanto a la esperanza escatológica de la vida futura” (LPNE 12).

Para este secularismo, Dios resulta “superfluo y hasta un obstáculo”; intentando “reconocer el poder del hombre, acaba por sobrepasar a Dios e incluso por renegar de Él” (EN 55).

Los constituyentes de 1853, en cambio, tuvieron la precaución de no olvidarse de Dios y, al mismo tiempo, de invocarlo como “fuente de toda razón y justicia”(Preámbulo de la Constitución argentina).

El secularismo, considerado como fenómeno que acompaña nuestra concreta realidad cultural, es muy amplio. Un periodista, de amplia aceptación y mayor predicamento, ha subrayado que en los “ambientes intelectuales” argentinos a veces domina un cierto “olvido de los valores trascendentes” e incluso un ateísmo militante .

Bajo el velo de un humanismo totalizador, el secularismo incluye una tendencia inhumana hacia “una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder y de dominio, de discriminaciones de todo género” (EN 55), y también “diversas formas de corrupción que afectan a las personas concretas y dañan a todo el conjunto de la sociedad (CHTM 13).

Porque hay tener constantemente presente que: “el olvido de Dios, fundamento último de todo valor ético, conlleva el riesgo de alimentar en los hombres la autosuficiencia y de absolutizar el poder, el dinero, el placer, la razón, la mera eficacia o el Estado mismo” (LPNE 12).

La posición que se asuma frente al secularismo no puede ser neutra. Porque según sea aquélla, afecta a realidades, actitudes, cosmovisiones y conceptos sociales, por ejemplo: la concepción de la persona, los valores, la ética y la corrupción social, la democracia, el poder del Estado, la solidaridad en la conservación del patrimonio del medio natural.

Todos estos últimos valores y realidades no son absolutos. Un aspecto de su relatividad es que “están llamados a servir al bien de los hombres. Al prescindir de Dios, se despoja al hombre de su referente último y los valores pierden su carácter de tales, convirtiéndose en ídolos que terminan degradándolo y esclavizándolo. Las secuelas de esta actitud suelen manifestarse en diversas formas de corrupción, que afectan a las personas y dañan el conjunto del tejido social” (LPNE 12).

La Iglesia, pues, en su tarea de evangelizar y suscitar la fe en Dios, Padre Providente y en Jesucristo, activamente presente en la historia humana, experimenta un enfrentamiento radical con este movimiento secularista. Ve en él una amenaza a la fe y a la misma cultura de nuestros pueblos latinoamericanos. Por eso, uno de los fundamentales cometidos del nuevo impulso evangelizador ha de ser actualizar y reorganizar el anuncio del contenido de la evangelización partiendo de la misma fe de nuestros pueblos, de modo que estos puedan asumir los valores de la nueva civilización urbano-industrial, en una síntesis vital cuyo fundamento siga siendo la fe en Dios y no el ateísmo, consecuencia lógica de la tendencia secularista (DP 436).

Bibliografía

CONGAR, YVES MARIE-JOSEPH, O.P., 1964, Diario del concilio. Segunda sesión, Barcelona, Estela (Concilio Vaticano II, 9).

DOURNES, JACQUES, M.E.P., 1968, Lectura de la Declaración por un misionero de Asia en Las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas…, 101 – 144.

EDITORIAL, Buenos Aires, ciudad de misión, en Criterio 33 (1960) 723-728.

EDITORIAL, El año de la cultura de la paz, en La Nación 131 (2000), jueves 27 de enero, N° 46.071, 14.

FRÍAS, PEDRO, 2000, Tercera vía para la derecha, en La Nación 131 (2000), jueves 27 de enero, N° 46.071, 15.

FROMM, ERICH, Psicoanálisis y religión, Buenos Aires, Psique, 1963.

GRONDONA, MARIANO, 2004, El cardenal Bergoglio, ¿a quién se dirigió?, en La Nación 135 (2004), domingo 11 de mayo, N° 47.643, 25.

Las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas…,1968, Madrid, Taurus.

SACCHETTI, ALFREDO, 1981, Fundamentos psicogenéticos de la sacralidad (en la vivencia y en la Liturgia), en Liturgia 11 (1981), N° 47, 65-82.

...

Descargar como  txt (23.2 Kb)  
Leer 14 páginas más »
txt