Como es Enseñanza Histórica
flore54Trabajo14 de Agosto de 2015
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LA ENSEÑANZA DE LA HISTORI.A
Por J. A. Peña Lebr6n
La vida política nacional, en los últimos días, ha estado sometida a muy severos cuestionamientos. Y las asperezas de las recriminaciones que se hacen unos a otros dejan en el ánimo del observador un sabor amargo. Y no es para menos, pues en este año 20l5, en el cual hemos conmemorado el cincuentenario de la Revolución de Abril de 1965, así como el aniversario 54 después del ajusticiamiento de Trujillo, resulta desalentador el hecho de que la democracia dominicana, a estas alturas, no muestra el vigor ni la plenitud que era de esperarse después de tantos sacrificios hechos por los héroes y mártires que dieron sus vidas para que los dominicanos gozáramos de libertad y de justicia.
Algunas voces preocupadas por esta situación, han señalado como una de sus causas el que a la historia patria no se le ha prestado la atención debida en los planes actuales de enseñanza, y que por tal razón su desconocimiento ha propiciado las conductas públicas impropias, en desmedro de obligaciones puntuales que deben ser cumplidas por gobernantes y gobernados.
Por nuestra parte, y con un poco de inmodestia, debemos dar constancia de que en más de una ocasión a esta columna le ha tocado el invitar a sus lectores a prestar atención a momentos estelares de la historia dominicana, y a la pertinencia de su aplicación a nuestras realidades del momento; y por tal motivo, y en vista de las efervescencias que vienen despertando las venideras elecciones del mes de mayo de 2016, creemos útil recordar las palabras de Monseñor Fernando Arturo de Meriño, al tomar juramento a Buenaventura Báez como Presidente de la República el 8 de diciembre de 1865, con las cuales el magnífico orador, con mano maestra, trazó normas definitivas para el ejercicio de un buen gobierno, y que hoy, después de 150 años, conservan su frescura y su vigoroso acento. Citamos:
''Gobernar un país, vos lo sabéis, ciudadano Presidente, es servir sus intereses con rectitud y fidelidad; hacer que la ley impere igualmente sobre todos los dominicanos, no disimulando jamás la impunidad del crimen, ni consintiendo el ultraje de la virtud; infundir un respeto profundo a la propiedad, afianzando el amor al trabajo con todas las garantías posibles; favorecer la difusión de las ciencias para que el pueblo se ilustre y, conociendo sus derechos no dé cabida a las perniciosas influencias de los enemigos del orden y de la prosperidad; cimentar en bases sólidas la paz interior y exterior para facilitar el ensanche del, comercio, de la industria y de todos los elementos de público bienestar; esforzarse, en fin, de que la moralidad, que es la savia de vida de todas las instituciones, eche hondas raíces en el corazón de los ciudadanos, para que de este modo el progreso sea una verdad, y se ame la paz, y se respeten las leyes y las autoridades, y la libertad se mantenga en el orden".
“La moralidad es la base inalterable del bien público y sin ella la prosperidad de la nación es una quimera. Restableced, pues, su benéfico imperio en este pueblo, que en todos tiempos ha sabido demostrar que abriga grandes y nobles virtudes. Para ello escoged siempre a los ciudadanos de conocida honradez, a quienes solamente se deben encomendar los destinos públicos, poseyendo aptitudes para desempeñarlos; en una nación que propende a su engrandecimiento. Escogedles de cualquier color político que sean, que entre hombres de bien un gobierno ilustrado no debe hacer diferencia, porque todos son acreedores a la confianza del Estado''.
“Tiempos hemos tenido en que el vicio y el crimen, apoyados en los brazos de la tiranía, invadieron los puestos públicos e hicieron de los bienes de la nación su patrimonio. Del reinado de la inmoralidad vino la venta de la patria. Los malos ciudadanos; los que
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