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Irracionalismo


Enviado por   •  19 de Mayo de 2012  •  2.506 Palabras (11 Páginas)  •  742 Visitas

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LISMO

Suele llamarse así a la doctrina filosófica que comprende a todas aquellas teorías que niegan el primado de la razón (v.), entendiendo por tal al entendimiento (v.) humano en su función discursiva. En sus posturas más extremas, el i. sería con frecuencia una reacción al exagerado racionalismo (v.) dominante en muchos filósofos y pensadores a partir de Descartes (v.), y que perdura en diversos ambientes y corrientes hasta el s. xx (por ej., v. POSITIVISMO; EMPIRISMO; IDEALISMO; etc.), pero sin lograr el equilibrio y acierto de un verdadero realismo (v.). En realidad, se trata de un término de significado poco preciso y en el que se engloban posturas doctrinales de muy diversa índole y motivación. Así, dentro de lo irracional, como opuesto a lo racional, puede encuadrarse la inspiración poética, la intuición, el éxtasis místico, la visión profética, el instinto, lo subconsciente, etcétera, es decir, todas aquellas formas de conocer y de actuar que no parecen poder reducirse ni explicarse por la rígida y nítida estructura del discurso racional (v. coNOCIMIENTO; RACIOCINIO). Tomado en este amplio sentido, el i. es una constante del espíritu humano, cuyas manifestaciones, más o menos intensas, más o menos prevalentes, pueden detectarse a lo largo de toda la historia del pensamiento del hombre. La oposición entre racionalirracional puede hacerse equivalente a la de apolíneodionisiaco delineada por Nietzsche en su Die Geburt der Tragódie (1872) dentro de la cultura griega. Como ya había señalado con anterioridad Schelling, lo apolíneo es lo definido, lo ordenado, lo sistematizado; lo dionisiaco es lo impulsivo, lo instintivo, lo pasional (Philosophie der Of fenbarung, en Siimmtliche Werke, ed. por su hijo, Stutgart-Augsburg 1856-61, parte 11, vol. 4, 25).

Al efecto de dar una mayor precisión a la noción de i., se hace necesario distinguir entre lo que pudiéramos llamar i. no-racionalista e i. anti-racionalista.

Irracionalismo no-racionalista. Se caracteriza por negar el primado de la razón, pero reconociendo a lo racional un papel positivo en el orden del ser y del conocer; la razón es un valor, algo valioso, aunque no sea el valor superior; dentro de este tipo de i. hay que incluir al empirismo (v.) y al intuicionismo (v.) en algunas de sus formas.

Para el empirista, el conocimiento racional tiene una misión positiva que cumplir; claro es que, frente al racionalismo (v.) gnoseológico, sostendrá que el papel de la razón está subordinado de cierta manera al de los sentidos, al de la experiencia, pero ello no es óbice para que la primera realice una función cognoscitiva de indudable positividad. Bien demostrativas de este aserto son las siguientes palabras de Locke: «Pues, del mismo modo que la razón percibe la necesaria e indudable conexión existente entre todas las ideas o pruebas en cada paso de una demostración que produzca el conocimiento, así también percibe la conexión probable entre todas las ideas o pruebas en cada paso de una disertación que juzgue merecedora de su asentimiento» (Essay, IV,17,2); y, a continuación añadirá: «Podemos considerar en la razón estos cuatro momentos: el primero y superior consiste en el descubrimiento y hallazgo de pruebas; el segundo en la ordenación metódica y regular de las mismas, y en su disposición en un orden claro y coherente que permita ver fácil y plenamente su conexión y vigor; el tercero consiste en la percepción de sus conexiones; el cuarto en obtener la conclusión adecuada» (o. c., IV,17,3).

Algo semejante es lo que sucede con algunas de las formas del intuicionismo. Para Platón, p. ej., el discurso racional, la diánoia, tiene una elevada misión, la de ser la vía del saber matemático, si bien el filósofo griego admita una forma más elevada de conocer, la intuición, la nóesis, por la que tenemos acceso al mundo de las ideas eternas e inmutables en su perfección. De igual modo, en el intuicionismo de Fichte, Schelling y Hegel, lo racional, en cuanto discurso de la mente, no es hipovalorado, sino únicamente se otorga a la intuición intelectual, al conocer inmediato una función superior; para Schelling, p. ej., sin intuición la filosofía sería un quehacer imposible, ya que todos sus conceptos son producto de ella, pero tal intuición no es obstáculo al elevado papel que tiene la razón en su sistema filosófico.

Para el i. no-racionalista, pues, la no-racionalidad hay que entenderla como opuesta al primado del discurso racional que establece el racionalismo (v.) clásico de la Edad Moderna, pero no como una postura en la que el poder cognoscitivo de la razón no exista o, incluso, sea nefasto. Sólo en un sentido muy impropio puede incluirse este modo de pensar, como de hecho se ha incluido, dentro del i.

Irracionalismo anti-racionalista. En sentido estricto, sólo es i. lo que hemos denominado como i. anti-racionalista, es decir, aquel conjunto de doctrinas para las que la razón y su poder discursivo son inadecuados para captar lo real. Según ellos, no sólo es que haya otras formas de conocer superiores al razonamiento; es que éste desvirtúa la misma esencia de la realidad. El discurso racional no es algo que deba ser superado por otras modalidades cognoscitivas; es algo que debe ser aniquilado, al menos como vía para la construcción de una Metafísica (v.) con la que se quiera captar la entraña de lo real. Filosóficamente hablando, la razón debe morir. La razón no es que dé una visión meramente aproximada de las cosas en su esencia; la razón es nociva para todo aquel que quiera penetrar en la misma entraña de la realidad (v.). Precisada así la noción de este i., es necesario distinguir entre dos manifestaciones del mismo.

Irracionalismo ontológico e irracionalismo epistemológico. Ha sido N. Hartmann el que ha insistido en la necesidad de distinguir entre los aspectos óntico y noético dentro del i. (Grundzüge einer Metaphysik der Erkenntnis, 2 ed., Berlín 1925, 219-275). El i. ontológico es aquel para el que la realidad, en su más amplio sentido, carece de todo fundamento racional; considera al mismo ser (v.), en su raíz, como contrario a cualquier tipo de modulación derivada de principios de la razón; el ser considerado en sí mismo, es contradictorio y en ninguna de sus formas o tipos -los que estudia la ontología regional- hay ninguna base para un análisis racional. Ser y razón serían tan opuestos como luz y tinieblas, que mutuamente se destruyen. A lo más, y esto en el i. más moderado, la razón podrá llegar al fenómeno (v.), a la apariencia -entendido, por tanto, fenómeno en su sentido peyorativo- del ser, pero nunca al reino de las esencias (v.), del ser ut sic. En síntesis, para el i. ontológico hay una contradicción, un desfasamiento por lo menos, entre

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