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A Don José Urbano


Enviado por   •  27 de Febrero de 2014  •  Informes  •  597 Palabras (3 Páginas)  •  204 Visitas

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A Don José Urbano se le ocurrió que como la Escuela no tenía patrono, se nombrara como tal a San Lucas, el evangelista que, según la tradición cristiana, había ejercido la profesión de médico. Habló con el presidente de la Academia el ilustre personaje don José Bernardo Couto, solicitándole la escultura, lo cual tiempo más tarde le fue concedido. Se pidió un pedazo de mármol de Carrara y se designo al escultor Manuel Vilar para que hiciera los dibujos, su discípulo Martín Soriano fue quien la esculpo.

Instalaciones

En 1854 y más tarde, en 1870, se hicieron adaptaciones para convertir el virtuoso Palacio en Escuela de Medicina. En 1855, el director manda un oficio en el que se queja del mal estado de las instalaciones. Vale la pena recordar dicho suceso:

“Creo conveniente llamar la atención hacia un punto, sobre el cual no es fácil a primera vista el formar un juicio exacto. Este es el de la extensión y distribución del edificio.”

Confundido exteriormente con todas las partes que pertenecieron a lo que antiguamente se llamaba Inquisición y ocupado por la Escuela de Medicina, el patio, escalera y corredores principales de esa gran casa, eran considerados como lo único, se cría que la Escuela tenía cuanto podía necesitar, para sus cátedras y oficinas, sus dormitorios y habitaciones indispensables. Por desgracia sucede todo lo contrario. Desde que la Escuela pasó a ocupar el local que conserva se tropezó con ese inconveniente, el cual se procuró salvar construyendo el anfiteatro sobre la bóveda de la escalera y aprovechando para los dormitorios una parte de los bajos en el estrecho y húmedo segundo patio.

Lo inadecuado o mejor dicho, lo nocivo de ese lugar, era que se harían acreedores a una severa crítica de la autoridades que obligaron a ocupar esas alcobas, no ya a jóvenes susceptibles y delicados como por su educación lo son los estudiantes; pero ni aun a los militares y criminales habituados a la intemperie y a vivir en los cuarteles y en las cárceles.

La Escuela de Medicina que más que otra alguna conocía cuánto se relaciona esto con el buen orden higiénico general doméstico, había declinado de todo cargo; la Dirección por su parte había evitado, hasta donde sea posible, el que los alumnos habiten esas especies de burhardillas insanas que llevan el nombre de alcobas.

Uno de estos jóvenes delicados fue nada menos que el vate Manuel Acuña, quien a mediados de 1871 cambió su domicilio de la celda que habitaba en el ex convento de Santa Brígida al cuarto número 13 de este patio segundo. Allí duró hasta el 6 de diciembre de 1873 en que se bebió cianuro y murió.

Dice don Francisco de la Maza que: “si a los cuatro argumentos sobre el suicidio del joven romántico, expuestos por José Rojas Gacidueñas: amores fallidos; alejamiento de los afectos familiares, desorientación

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