ALEJANDRO CRUZ CANSECO.
simplesolitarioBiografía9 de Octubre de 2013
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ALEJANDRO CRUZ CANSECO.
TiburCio Cruz sáNCHEs, alias Bucho, Paulino, Javier Cruz, Pancho Reatas, Milton Luna, Francisco Cerezo Quiroz, El Profesor y elidia canseco ruiz, alias emilia contreras. Papas
Con el reclamo puntual por las desapariciones de Edmun- do Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, el Par- tido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Po- pular Revolucionario (EPR) plantea un doble dilema po- lítico: por un lado, demostrar la ilegalidad de las actuales administraciones federal y estatal y, por el otro, procurar la deslegitimación del Estado mexicano. Con ello aspira a poner en en- tredicho la base fundamental del Estado de derecho, el apego constitu- cional y la transición democrática.
También busca romper el aislamiento. No sólo recogió la adhesión del zapatismo y de otros grupos armados (aunque hasta ahora sólo Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo, TDR-EP, se ha pronunciado por el salto de la “autodefensa armada” a la “ofensi- va militar”, lo que demostraría que los nexos entre ambas organizacio- nes continúan intactos y le quitaría fuerza a la hipótesis de un ajusticia- miento entre las organizaciones), sino que otras organizaciones sociales comienzan a enarbolar la demanda contra la práctica de la desapari- ción, a la cual se le suma la de Francisco Paredes Ruiz (26 de septiem- bre). Estas cuestiones, junto a la inminencia de un posible nuevo ata- que, se imponen como dos de las consideraciones más urgentes que se le presentan a la administración federal. Sin embargo, las salidas a los de- safíos planteados por el EPR han permitido observar las contradiccio- nes que existen entre los poderes ejecutivo y legislativo en lo que refiere tanto a la caracterización como su solución.
A la vez propone un reposicionamiento legitimador a su propia exis- tencia y accionar. Desde el inicio de su campaña militar (y antes tam- bién), sus políticas y objetivos han sido constantemente puestos en tela de juicio y no se ha notado algún cambio en la perspectiva para encon- trar una salida a la cuestión que plantea la existencia de la guerrilla. En efecto, comprender y entender no significa de ninguna manera conva- lidar sus posiciones o acciones sino encontrar las respuestas multifac- toriales adecuadas a las problemáticas puntuales. Aún más, se percibe una ampliación de la caracterización del término “enemigo” y la exis- tencia de corrientes que empujan hacia una profundización de la polari- zación política: la deslegitimación impulsa la denominación de “terro- rismo” como así también la de “guerrilleros” a los inconformes oaxa- queños, o “delincuentes” y “subversivos” a los atenquenses.
Los cargos imputados y las siguientes condenas judiciales acaban correspondiéndose con estas rotulaciones. El “terrorismo” se presen- ta como una realidad muy adecuada en el contexto del “plan México”, donde se ha señalado que las explosiones resultaron políticamente fun- cionales para su aplicación. El argumento, en cambio, pierde fuerza al momento de su inversión: ¿sin los ataques a Pemex no se hubiese imple- mentado el “plan México”? En todo caso, la vía militar en el combate a la delincuencia, el narco y la guerrilla estaba decidida de antemano con el desarrollo de los “operativos conjuntos”. Junto a ello, se subrayó la capacidad de movilidad geográfica de los eperristas, a pesar que refie- re a una fuerza que carga con una larga experiencia de vida clandestina (en cualquiera de los casos) y el duro golpe que habría sufrido su estruc- tura debido a que los desaparecidos ocuparían lugares de jerarquía den- tro de ella. En este aspecto cabe resaltar que en el momento que se logró el apresamiento de la cúpula del Ejército Revolucionario del Pueblo In- surgente, éste admitió (tanto en una entrevista como en los hechos pos- teriores) que esa circunstancia afectó severamente a la organización; en cambio, el EPR aumentó su actividad militar (de hecho, la reinició tras más de diez años). Ello obligaría a una reflexión en torno del lugar que ocupaban los desaparecidos dentro del EPR y muestra la relativa auto- nomía de sus instancias locales, distinta a la conformación interna de los demás grupos, con la excepción de TDR-EP y sus comandos.
La guerrilla no siempre observa una línea de acción predetermina- da debido al reconocimiento implícito de una desfavorable asimetría de fuerzas y que la obliga a recurrir al “factor sorpresa” (ya que, en este ca- so, no controla territorios ni tampoco incurre en la ejecución de accio- nes indiscriminadas): sus políticas, entonces, no pueden ser previsibles. Aún así, el día 10 de cada segundo mes era la fecha elegida que se pre- sentaba como crítica para la consumación de una nueva acción militar contra Pemex, donde las inundaciones en Tabasco y Chiapas parecen haberlo obligado a realizar un compás de espera de sus actividades. No obstante, debiera considerarse la carga simbólica que contiene el próxi- mo 25 de noviembre, momento en que se cumplirían seis meses de las desapariciones. Cobra mayor relevancia si se evalúa la elección de fe- chas precisas, como el 1 de enero de 1994 o 28 de junio de 1996.
En su más reciente trabajo (2007), Naomi Klein refiere a la “doc- trina del shock” como la estrategia gubernamental que, luego de una conmoción social de magnitud, se desarrolla una oportunidad única para la mayor expansión del mercado a través de la doctrina de “cho- que económico”. La periodista canadiense toma como ejemplos los desastres naturales provocados por el huracán Katrina o el tsunami en Indonesia, lugares donde no se comenzó la reconstrucción de las al- deas, poblados y ciudades enteras que fueron arrasadas sino que se aplicó de la forma “más estricta y completa los fundamentos del libre mercado”. En este sentido, fenómenos climáticos o actos terroristas podrían causar el mismo efecto de shock. Al deslegitimarlo igualándo- lo y vinculándolo con grupos criminales, narcotraficantes, delincuen- ciales o sectores políticos se produce un vaciamiento de los conteni- dos políticos del EPR y propicia su aislamiento político, volviéndolo “terrorista” o “mercenario”; donde una de las estrategias es referen- ciar sobre los efectos producidos por sus acciones, pero no así de las causas en las que se fundan. A pesar de ello, y de las propias contra- dicciones internas del grupo armado, encontró los espacios vacíos de poder estatal y militar —como la vulnerabilidad de los ductos— para ejecutar los atentados. La expresión oficial “recuperación de territo- rio” refiere precisamente a ello. ¿Y para el EPR? ¿Será crear uno, dos, tres Pemex?
a Oaxaca, pero que les molestó porque pretendía ha- cer un partido político. Años después, en 1983, acribi- llaron a los hermanos Arturo, Felipe y José Luis Cortés Gutiérrez —el mismo día, a la misma hora, en tres di- ferentes ciudades— porque habían traicionado al mo- vimiento. De hecho, Arturo Cortés trabajaba en el go- bierno del estado con el PRI.
En los 80, Tiburcio se dedicó a preparar la revolu- ción. Aleccionó a campesinos y trabajadores. Mandó infiltrar sindicatos e instituciones en las ciudades im- portantes. Se escondió en la montaña. Ahí lo agarró el derrumbe de la Unión Soviética en 1989, y también se le desmoronó a él su proyecto de instaurar el socialis- mo en México. Entonces, El Profesor —como también se le conoce a Tiburcio— se convirtió en un guerrille- ro sin modelo político, un Che Guevara sin esperanza de gloria, un Fidel Castro que nunca tuvo un asalto al cuartel Moncada.
ANTONIO CRUZ CANSECO.
PABLO ALVARADO FLORES.
El indígena nahua, Pablo Alvarado Flores, fue excarcelado, luego de que permaneciera preso junto con los hermanos Alejandro -actualmente exonerado de todos los cargos-, Héctor y Antonio Cerezo Contreras, acusados de hacer estallar petardos en sucursales de Banamex en agosto de 2001.
En entrevista telefónica desde Nayarit, Pablo advirtió que “convivirá con su familia y demás compañeros”. Del trabajo, dijo, se ocupará poco a poco, porque prácticamente deberá empezar de cero. Reiteró: “somos inocentes”.
Se trató del acusado “invisible”. Los tres hermanos han sido señalados como hijos de líderes del Ejército Popular Revolucionario, lo que, paradójicamente, ha permitido que su caso se mantenga vigente.
En cambio, con Pablo fue diferente. No tenía el “glamour oscuro” de ser hijo de eperristas. La prensa olvidó el caso de este indígena nahua que tenía 44 años cuando fue arrestado, vivía con su esposa y su hija de cinco años y era ambulante. Fue aprehendido en su hogar y torturado frente de ellas; le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza, lo tiraron al suelo y lo patearon.
Los hermanos Cerezo y Pablo siempre han sostenido que no se conocían hasta antes de su detención. De acuerdo con Francisco Cerezo, hermano mayor de Antonio, Héctor y Alejandro, Pablo fue el preso “comodín”.
“Necesitaban (las autoridades) a alguien que no fuera de la familia para justificar el delito de crimen organizado”, explicó Francisco.
Algunos asesores jurídicos sugirieron a los hermanos Cerezo que no se pusieran en contacto ni ayudaran a la familia de Pablo, “porque la opinión pública iba a pensar que tenía relación.
Pablo Alvarado, indígena de Hidalgo liberado dos semanas atrás, luego cinco años de reclusión, es un ejemplo más de los varios casos de tortura que aún se practica en el país, según organizaciones de derechos humanos y como lo señaló el ombudsmam.
Alvarado
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