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¿Actualizar O Transformar? Debate A Las Vanguardias Pedagógicas Y Construcción De Una Nueva Paideia


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2014  •  5.559 Palabras (23 Páginas)  •  269 Visitas

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¿Actualizar o transformar?

Debate a las vanguardias pedagógicas y construcción de una nueva Paideia

Por: Luis Alfonso Martínez Carriazo

Paideia – Observatorio de Cultura Política

Septiembre de 2010

La escuela está en crisis. Eso es al menos lo que se oye decir. Sin embargo, no hay mucho acuerdo respecto a la naturaleza de la crisis, a cuál es su origen, ni siquiera acerca de cuál es la escuela de la que estamos hablando.

Algunos sectores de la sociedad definen la crisis como una crisis de actualidad: la escuela se ha quedado rezagada respecto al ritmo vertiginoso de las innovaciones en la ciencia, la tecnología y la producción; está desactualizada. Los contenidos de la enseñanza corresponden al conocimiento científico del siglo antepasado. La escuela sigue usando la letra y la pizarra, en tiempos de la imagen, los medios electrónicos y las comunicaciones globales instantáneas. La escuela sigue formando obreros industriales, entrenados en la repetición de tareas rutinarias, cuando el mercado requiere trabajadores inteligentes, flexibles, adaptables, recursivos. Desde esta perspectiva, la solución consiste en actualizar a la escuela, en armonizarla con los nuevos medios y las nuevas demandas sociales.

Pero también hay quienes consideran que el núcleo de la crisis de la institución escolar está en la ‘pérdida de los valores’: Los estudiantes son desdeñosos e insolentes, no respetan como antes las figuras de autoridad, no siguen normas ni asumen con responsabilidad los deberes académicos, se agreden entre ellos y atentan contra los bienes comunes. En esta lógica, la alternativa es el retorno a la ‘enseñanza de los valores’, a prescribir los comportamientos adecuados, como el respeto, la responsabilidad y el sentido de pertenencia, y a idear mecanismos para conducir a los estudiantes a su reconocimiento. Este es el mundo de los manuales de convivencia, las reglas de oro y los comités de disciplina, que intentan detener el progresivo deterioro de las estructuras y mecanismos de poder que antaño garantizaban la estabilidad y previsibilidad de la vida escolar.

Ateniéndonos a esta descripción, se trataría de dos crisis diferentes y hasta de dos escuelas distintas: ¿crisis de actualidad o crisis de valores?, ¿actualización o vuelta al orden? Curiosamente, es muy común que estas dos visiones se encuentren y se complementen en las propuestas de reforma a la escuela que hoy están en boga, en la reingeniería de la disciplina (ahora auto-motivada) y en los mecanismos sutiles de control.

Pero la sola divergencia entre estas visiones muestra que no contamos con una explicación satisfactoria, comprensiva, de la compleja situación. Sigue entonces abierta la pregunta: ¿en qué consiste la crisis de la escuela?, ¿de qué escuela estamos hablando? Este texto pretende iniciar

una indagación acerca del origen y la forma actual de la escuela, como institución social y como conjunto de las prácticas escolares cotidianas. Intenta tomar conciencia de lo que estamos haciendo los docentes y los demás actores sociales de la escuela, y a comprender por qué lo hacemos. Para ello es necesario comprender el contexto y la historia de nuestras prácticas educativas, identificar los influjos que la condicionan, las estructuras de relaciones y de creencias que le dan forma y que a su vez se forman a través de la escuela.

Las escuelas y sistemas educativos nacen y se desarrollan dentro de una sociedad históricamente situada. Las fuerzas que definen sus propósitos, contenidos y métodos, son las fuerzas que actúan dentro de la sociedad que las alberga, generalmente aquellas fuerzas que son dominantes en el contexto social. Simultáneamente, las escuelas emergen como fuerza social que configura el entorno. Surgen y se transforman dando respuesta a diversas necesidades de la sociedad, educando al sujeto social de acuerdo a esas necesidades específicas: formar al trabajador apto para el sistema productivo vigente, formar al consumidor, al ciudadano, al súbdito. En este sentido la escuela, al tiempo que es configurada por la sociedad, participa en su configuración, la produce y es producida por ella.

Por ejemplo, la llamada ‘escuela tradicional’, la escuela pública masiva, tuvo su origen en el contexto de las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX, y su configuración da cuenta de una íntima imbricación con las estructuras y dinámicas sociales propias de estos procesos de ‘modernización’.

La escuela moderna, la de los salones rectangulares, el podio, los pupitres en líneas mirando todos al tablero, los horarios, los uniformes, las lecciones recitadas de memoria, las rutinas, la disciplina, la urbanidad, surgió como respuesta a las necesidades de la economía industrial emergente y de los estados nacionales en proceso de configuración. Era necesario integrar y habituar a las masas trabajadoras a las condiciones de una sociedad en proceso de urbanización e industrialización, romper los vínculos particularistas de las sociedades rurales, y promover el reconocimiento del orden y de las nuevas instituciones hegemónicas. Hay que advertir, sin embargo, que la escuela moderna, como las demás instituciones de la modernidad, no surgió de la nada, o como un fenómeno completamente nuevo, sino que se alimentó de las instituciones preexistentes, reorganizándolas en su órbita, como en muchos casos ocurrió con el moderno Estado nacional, que en su formación se apoyó en la institucionalidad de la Iglesia Católica y de la monarquía, típicas del antiguo régimen, las cuales se adaptaron e insertaron en la estructura ideológica e institucional de la modernidad.

Un ejemplo paradigmático del tipo de educación que surgió con la modernidad lo constituye el Sistema Monitorial de Educación, creado por Joseph Lancaster (Southwark, Inglaterra 1778 – Nueva York 1838). Lancaster, junto con Andrew Bell y otros pioneros de la escuela moderna promovieron, con el apoyo de sociedades filantrópicas, el establecimiento de escuelas para las clases pobres y trabajadoras que permitían educar a grandes números de niños a bajo costo. Posteriormente, estos métodos y formas de organización escolar fueron adoptados por los Estados para instituir los sistemas públicos de educación.

El proyecto lancasteriano tenía un evidente carácter revolucionario y emancipador, por cuanto integraba a las clases pobres y trabajadoras al sistema educativo y ponía a su alcance los avances de la cultura, la ciencia y la técnica. El profesor José Fernando Ocampo, citando a Germán Arciniegas, se refiere a las escuelas lancasterianas como “las más avanzadas de la pedagogía mundial”1 de

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