Antigona.

Comienza al amanecer del día siguiente del final de la guerra, donde Polinice al mando de los agravios y Etéocles quien defendía a los Tebas, terminan matándose entre ellos. Creonte, el nuevo soberano de Tebas y hermano de Yocasta, prohíbe la sepultura del primero como castigo por traición, al contrario de Eteocles, quien debía recibir una sepultura y honras fúnebres por defender al pueblo. Antígona pide a Ismene que la ayudara a enterrar al hermano de ambas, apresa de que esto significara contraponerse al mandato de nuevo rey, pero esta no le dio su ayuda y cuando le prometió no decirle nada a nadie, Antígona insistió en que no se lo callara de lo que ella iba a hacer. Siendo conciente de lo que por ello le espera, Antígona decide ir de noche a enterrar a su hermano dando las honras fúnebres que su hermano se merece.

Creonte llama al coro, ancianos y nobles tebanos, para anuncia su prohibición del funeral de Polinices, el “hermano traidor”. El coro que esta ley es contradictoria a las leyes divinas, pero están sujetos al mandato del tirano y suponen que nadie arriesgaría su vida por ir contra las leyes del rey.

Llega el centinela que estaba a cargo de vigilar en cadáver de Polonice y anuncia a Creonte que habían sorprendido a Antígona cubriendo al cuerpo de polvo y es llevada ante la presencia del rey. Este le pegunta por si era verdad de lo que se la acusaba y sin dudarlo lo afirma, pensando que ella sola no podría hacerlo manda a llamar a su hermana. Ismena, aunque no había ayudado en el hecho admitió haber participado.

Las hermanas son mandadas a las celdas. Aparece Hemón, hijo de Creonte y Euridice y prometido de Antígona, presentándose ante su padre, quien muy enojado amenaza de matar a su prometida en frente de sus ojos. Hemón se va jurando que esa sería la última vez que vería su rostro. Tiresias, el ciego adivino, predice un oscuro futuro al rey gracias a sus decisiones, este último al primero se niega aceptar pero luego toma conciencia.

Pero cuando Creonte ordena la liberación de Antígona y dar sepultura a Polonice. Esta ya se había suicida en la cárcel. Hemón se suicida también ante la imagen muera de su amada y Creonte encuentra a su esposa muerta, suicidada por el dolor de perder a su hijo Hemón.

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