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Cartas Morales A Lucilio


Enviado por   •  4 de Mayo de 2013  •  28.467 Palabras (114 Páginas)  •  573 Visitas

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LUCIO ÁNNEO SÉNECA

CARTAS MORALES

A LUCILIO

Libro primero

1

Usemos el tiempo con madurez

(1) Obra de este modo, querido Lucilio: reivindica el señorío sobre ti mismo ; haz tuyo y conserva el tiempo que hasta ahora tan sólo se alejaba, se desperdiciaba o se perdía. Convéncete de que es como lo escribo: algunas horas se nos arrebatan, otras se nos sustraen y otras más se nos escapan. Sin embargo, la pérdida más vergonzosa sucede a causa de nuestra negligencia. Y si lo quieres escuchar, gran parte de la vida se escapa haciendo el mal, la mayor parte en asuntos vanos y toda ella en cosas diferentes a las debidas. (2) ¿O acaso podrías mostrarme a alguien que le dé justo valor al tiempo, que aprecie la jornada cotidiana, que se dé cuenta que día a día perece? Realmente erramos en no vislumbrar la muerte: una gran parte de ella nos lleva ventaja, perteneciéndole todo lo que hay en el pasado. Así, pues, querido Lucilio, haz aquello que escribes: sé dueño de todas tus horas, de modo que dependas menos del mañana al poseer plenamente el día de hoy. (3) Mientras se diluye, la vida pasa. Todas las cosas nos son ajenas, Lucilio, sólo el tiempo es nuestro; la naturaleza no nos ha dado en posesión absolutamente nada que sea fugaz o inseguro, alejándose del que anhela algo. Pero es tal la necedad de los mortales que, teniendo unos pocos bienes ínfimos, sin duda inestables, sufren deseando apropiárselos; no así desean apropiarse del tiempo, pues nadie juzga estar en deuda con él, aunque a veces es el único bien preciado, y ni siquiera éste puede restituirse.

(4) Quizá te preguntes qué hago yo respecto de lo que te aconsejo. Sinceramente digo esto: he sido al mismo tiempo pródigo y cuidadoso, y mi conciencia lleva cuenta de lo gastado. No afirmo que nada he perdido, sino, más bien, puedo decir cuánto, cómo y por qué he perdido el tiempo; en mí están las razones de ser pobre. Pero se me considera como a muchos reducidos a la pobreza sin culpa propia, y en tal sentido todos se lamentan, pero nadie acude en mi auxilio. (5) ¿Y entonces? No considero pobre al que le sobra y basta lo poco que tiene; así, presta atención a tu conducta frente al tiempo mal usado, y comienza por aprovechar el tiempo restante. Pues como afirmaron nuestros antepasados, “el deseo de ahorrar vino llega demasiado tarde, cuando se está ya en el fondo de la embriaguez” ; y en el fondo del vaso queda, no tanto la parte más pequeña, sino la peor. Que estés bien.

2

La lectura provechosa implica

elegir a los mejores autores

(1) A partir de las cosas que me escribes y escucho, abrigo una buena esperanza hacia ti: no andas de un lado para otro, ni te perturbas cambiando constantemente de opinión. Esta agitación es propia de un carácter inestable; tengo como evidencia de una mente ordenada el poder serenarse y establecerse en un punto. (2) Pero ahora medita esto: leer a muchos autores y volúmenes de todo tipo tiene también algo de errático e inestable. Es necesario detenerse y nutrirse de autores selectos si pretendes obtener algo que viva para siempre en tu espíritu. Quien está en todas partes no está en ninguna. Así le sucede a la vida que se la pasa en un constante peregrinar, teniendo muchos acompañantes pero ninguna amistad; por tanto, es necesario alejarse de los que no están familiarizados con un autor determinado y vagan apresuradamente por todos. (3) Quien a cada momento cambia de parecer no aprovecha el alimento ni lo incorpora al cuerpo; nada retrasa más la cura que variar constantemente de remedios; el árbol que se traslada de lugar una y otra vez no crece. Nada es útil en plenitud mientras esté mutando de condición. El exceso de lecturas dispersa el intelecto; por tanto, cuando no puedas leer los libros que deseas, bástete leer los que puedas poseer. (4) Quizá digas: “pero ahora quiero hojear este libro, ahora aquél”. Probar muchos platillos fastidia al estómago; su cantidad y diversidad no nutre: enferma. Así, pues, siempre lee a los mejores autores, y aun cuando te detengas en otros, vuelve a los primeros. Busca diariamente en la lectura algo que te auxilie a soportar la pobreza, la muerte y todas las demás calamidades; y cuando hayas leído muchas obras, extrae un único pensamiento para reflexionarlo ese día. (5) Ahora mismo eso hago: de la gran cantidad de cosas que he leído retengo algo. Hoy encontré esto en Epicuro (porque acostumbro caminar en otras villas no como tránsfuga, sino como explorador): “la pobreza alegremente aceptada es algo hermoso” . (6) Si se acepta con alegría, en verdad no es pobreza; pobre no es el que tiene poco, sino el que desea de más. ¿Pues qué importa cuánto se tiene en el cofre, cuánto se guarda en los almacenes, cuánto dinero se presta o se invierte al interés, si nos preocupa el dinero ajeno, si se calcula no lo ya adquirido, sino lo que está por adquirirse? Te preguntarás cuál es el límite adecuado de la riqueza. Primero, tener lo que se necesita; luego, lo que basta. Que estés bien.

3

La verdadera amistad

pasa antes por la reflexión

(1) Me dices haber mostrado a un amigo tuyo las cartas que te escribo; pero luego me haces saber que no le comunicas todas las cosas referentes a ti porque no acostumbras hacerlo con él. Así, en la misma carta llamaste a alguien amigo y luego lo negaste. Ahora bien, si has usado esa palabra específica de manera genérica, y le denominaste amigo tal como llamamos “destacados” a todos los candidatos, o “señores” a los que nos salen al paso y saludamos, adelante. (2) Pero si consideras a alguien amigo y no le tienes la misma confianza que a ti, te equivocas totalmente e ignoras la esencia de la verdadera amistad. Toma decisiones con tu amigo, pero antes convéncete plenamente de él: primero hay que valorar la amistad, luego creer en ella. Hay quienes, contrarios a las recomendaciones de Teofrasto , invierten los deberes de la amistad, juzgando tras haberla dado primero, y después, habiendo ponderado, mejor la retiran . Medita largo tiempo si debes depositar en alguien tu amistad. Si resulta sincero, acógelo de todo corazón, y habla tan abiertamente como lo haces contigo. (3) Vive de tal manera que no te reserves nada, ni siquiera ante tu enemigo; y pese a las situaciones que la rutina del trato han ocultado, comparte con el amigo toda inquietud

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