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Constantino Y Diocleciano


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  444 Palabras (2 Páginas)  •  413 Visitas

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Constantino fue el vencedor en esa guerra; dio al Imperio una definición de la autoridad central que se conservó en vigencia durante siglos. Abandonó de una vez para siempre la idea, sostenida por Augusto, los Antoninos y Dioclecianos, de que A Empera­dor era el magistrado supremo del pueblo romano. El trono se hizo hereditario en la familia de Constantino, de modo que también en este punto el gobierno se identificó con un despotismo oriental. La dinastía se apoyaba en la lealtad del ejército por una parte y en la religión, por la otra. Constantino se dio cuenta de que la religión era la única sanción concebible para el poder despótico. Aunque todos sus predecesores, a partir de Augusto, tenían el convencimiento de esa verdad, el culto al Emperador que Augusto introdujo se convirtió, después de la muerte de éste, en una mera institución del Estado, que apenas estaba vinculada con la religión. El principado de Augusto y de sus sucesores inmediatos y el prin­cipado de los Antoninos no tenía sanción religiosa: descansaba en la relación del princeps con el Senado y el pueblo romano, en el hecho de que el príncipe era su representante legal. En el siglo III, esa relación se quebró; es, pues, natural que los emperadores de aquel tiempo trataran de adscribir su autoridad con la corriente religiosa más pujante de la época, la corriente que predominara entre sus soldados. Pero había muchas tendencias distintas y ninguna de ellas tenía prioridad indiscutida entre el ejército. Por eso, Heliogábalo y Aureliano no pudieron establecer ninguna de ellas como religión oficial, a pesar de los esfuerzos que hicieron en ese sentido.

Constantino vio con toda claridad el estado de cosas del Imperio: hizo una nueva tentativa para crear una única religión del Estado y, al mismo tiempo, extraer de ella un fundamento para la autoridad imperial. Su intento se vio coronado por el éxito. En el próximo capítulo hablaremos de la causa de ese resultado favorable. Pero el simple hecho de que Constantino crease un poder despótico y hereditario, estrechamente unido a la religión del Estado e inseparable de ella, pone a las claras que el antiguo Es­tado romano del Senado y el pueblo de Roma dejó de existir en el reinado de Constantino y cedió su lugar a un nuevo sistema, que habría de gobernar Oriente y Occidente durante muchos siglos: la monarquía de derecho divino. La misma época vio la muerte de otra idea fundamental de la civilización grecorromana: el ideal de ciudadanía y libertad. En la monarquía que siguió a Cons­tantino ya no cabían los ciudadanos que habían poblado las ciudades-Estado de Grecia e Italia: su lugar fue ocupado por subditos.

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