Después de vacilar durante un tenso momento

Después de vacilar durante un tenso momento, durante el cual la vista de

todos estuvo clavada en ellos, Timo y Einari pronunciaron su

juramento. Satisfecho, Leskinen liberó sus manos y adoptó de

nuevo su papel de vocero.

—Aún debo explicar un punto más. No sólo he convocado a

quienes seremos partícipes del golpe—dijo remitiéndose a las

mujeres de su auditorio—, porque consideré que ustedes tam-

bién debían conocer lo que nos proponíamos, dado el riesgo

inherente a la operación. Es decir, no me parecía justo que se

enterasen al día siguiente o por un tercero lo que habíamos

hecho. Un grupo unido no oculta esas cosas.

Las chicas alentaron su discurso y mostraron su aprobación

con aclamaciones.

—Además, ¿quién pediría ayuda por nosotros si mañana

terminamos haciéndole compañía a Hiuka?—lanzó en tono de

broma.

Las mujeres se quejaron a coro de que tan sólo se atreviera a

mencionar esa posibilidad, censurándolo como antes lo habían

alentado. Leskinen se excusó por la licencia que se había tomado

y les pidió que no se enojaran por tan pequeña cosa.

Pronto los ánimos se distendieron nuevamente y el joven

aprovechó la oportunidad para preguntar quien había traído el

Kantele, aquel que habían descargado junto con la bebida los

primeros invitados en llegar. Timo se identificó como el dueño y

sostuvo asimismo su conformidad en oficiar de músico para que

se pudiera bailar.

Los demás le expresaron su aprecio y gratitud por estar al

frente del instrumento sin poder formar parte del baile. Timo

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rechazó estas manifestaciones de compasión afirmando que la

danza no era lo suyo, y que se sentía mucho más a gusto ejecu-

tando acordes en su instrumento. De esta forma, el único escollo

que

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