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ENSAYO DE ARISTOTELES


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2013  •  494 Palabras (2 Páginas)  •  382 Visitas

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I – El hombre es un alma encarnada. Antes de su encarnación existía unida a los tipos primordiales, a las ideas de lo verdadero, del bien y de lo bello, de las que se separa encarnándose y recordando su pasado, está más o menos atormentada por el deseo de volver a él.

No puede enunciarse más claramente la distinción y la independencia del principio inteligente y del principio material; además, es la doctrina de la preexistencia del alma, de la vaga intuición que conserva de otro mundo al cual aspira, de su supervivencia al cuerpo, de su salida del mundo espiritual para encarnarse y de su regreso a este mismo mundo después de la muerte; es, en fin, el germen de la doctrina de los ángeles caídos.

II – El alma se extravía y se turba cuando se sirve del cuerpo para considerar cualquier objeto; tiene vértigos como si estuviera ebria, porque se une a cosas que están por su naturaleza, sujetas a cambios; sin embargo, cuando contempla su propia esencia, se dirige a lo que es puro, eterno, inmortal, y siendo de la misma naturaleza, permanece allí tanto tiempo como puede; entonces sus extravíos cesan porque está unida a lo que es inmutable, y este estado del alma es lo que se llama sabiduría. Así también el hombre que considera las cosas de la Tierra desde el punto de vista material, se hace ilusiones; para apreciarlas con exactitud, es necesario verlas desde arriba, es decir desde el punto de vista espiritual. El verdadero sabio debe, pues, aislar hasta cierto punto, el alma del cuerpo, para ver con los ojos del Espíritu. Esto es lo que nos enseña el Espiritismo. (Cap. II, número 5).

III – Mientras que tengamos nuestro cuerpo y el alma se encuentre sumergida en esta corrupción, nunca poseeremos el objeto de nuestros deseos: la verdad. En efecto, el cuerpo nos suscita mil obstáculos por la necesidad que tenemos de cuidarle; además nos llena de deseos, de apetitos, de temores, de mil quimeras y de mil tonterías, de manera que con él es imposible ser sabio ni un instante. Pero, si no es posible conocer nada con pureza mientras el alma está unida al cuerpo, es necesario que suceda una de estas dos cosas: o que no se conozca jamás la verdad o que se conozca después de la muerte. Libres de la locura del cuerpo, entonces conversaremos, es de esperar, con hombres igualmente libres, y conoceremos por nosotros mismo la esencia de las cosas. Por esto los verdaderos filósofos se ejercitan para morir y la muerte no les parece de ningún modo temible. ( El Cielo y el Infierno, Primera Parte, cap. II; Segunda parte, cap. I).

He aquí el principio de las facultades del alma, obscurecidas por el intermediario de los órganos corporales y de la expansión de esas facultades después de la muerte; pero aquí se trata de las almas escogidas, ya purificadas, pues no sucede lo mismo con las almas impuras.

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