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Ensayos Olvidados


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  653 Palabras (3 Páginas)  •  190 Visitas

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Un Millón de Palpitaciones por Segundo

Me había levantado tranquilo, seguro, con el aire de veterano que va a lugar conocido, a trinchera familiar no por abandonada hace tiempo, olvidada. Ya saben cómo lo de montar en bici, una vez aprendido no se olvida jamás.

El día había amanecido claro con algunas nubes en el cielo y el sol peleando con ellas, hacía fresco granadino de otoño y el traje no despegaba a esas horas de la mañana. Supongo que la gente pensaría que íbamos de boda, que es lo que solemos pensar todos cuando vemos a alguien de punta en blanco a aquellas horas tempraneras.

A medida que nos acercábamos al lugar en el que tendría lugar el Acto, comencé a sentir en las tripas una sensación extraña, un cosquilleo agradable y creciente que se apoderaba de mi diafragma y me hacía sonreír con cada inspiración.

Podía oler el ambiente castrense a una legua de distancia y aquella inundación de sensaciones me hizo feliz.

Las cosas-pude comprobar- no habían cambiado demasiado, se colocaban las banderolas y banderas, se tapaban algunas vallas metálicas con telas carmesíes, se daban los últimos toques por aquí y por allá, y la gente iba ocupando las gradas de la explanada del Palacio de Congresos.

Tras unos primeros minutos de despiste, en los que los que íbamos a jurar permanecíamos en manada disgregada sin saber muy bien a qué atenernos, todos allí muy trajeados y mirando alrededor con cara de haba, hasta que nos indicaron que debíamos pasar a identificarnos y ocupar nuestra posición en la formación.

La casualidad hizo que una señora- simpatiquísima, educada y guapa- y yo, que estábamos más cerca de los militares que nos iban a colocar en nuestro sitio- y a explicarnos qué era lo que nos tocaba hacer- fuésemos los primeros en hacerlo.

No fue buscado -lo juro- simplemente no había buscado ser el primero como quizás otros pretendían, el caso es que estaba en el mejor sitio y en el momento oportuno y allí que me colocaron, el primero por la izquierda de una formación de nueve en fondo.

Para qué negar que el corazón me palpitaba tan fuerte que temía que se me notase demasiado aquella emoción que me embargaba por momentos, aquel nerviosismo metido en las rodillas, en la barriga y en el pecho que me iba colmando de alegría con cada redoble del tambor.

Porque la Banda había comenzado a tocar y a ensayar y la escuadra de gastadores estaba muy cerca y a mí el alma de soldado viejo se me estremecía.

Cuando miraba atrás podía ver los rostros de trescientos y pico desconocidos que, por magia roja y gualda, se habían convertido en mis hermanos, trescientas y pico personas que nos achicharrábamos bajo el sol que había empezado a salir y que allí estábamos, serios, emocionados y orgullosos porque íbamos a besar nuestra bandera.

Nos

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