Hanal Pixan
josecoral7 de Noviembre de 2013
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El Hanal Pixan
En todos los países civilizados es costumbre conmemorar el día de difuntos con diversas manifestaciones de duelo que, católicos así como de otras religiones, dedican a sus deudos muertos.
Estas prácticas se concretan a oraciones, rosarios de ánimas, ofrendas florales y visitas a los panteones. Entre nosotros, en América, en casi todas partes, se encienden lámparas sobre los sepulcros y hay paseo general de campos santos e iluminan los lugares donde han enterrado a los muertos.
En Yucatán, entre los indios mayas, se observa una costumbre original que viene desde sus ancestros: costumbre netamente maya mezclada, después de la conquista, a prácticas piadosas conforme al ritual católico. Obra es hasta, de los franciscanos; quienes, no pudiendo desarraigar de golpe, en la raza conquistada, sus antiguos ritos idolátricos, toleraron ciertas prácticas que no se oponían al dogma: como honrar a sus muertos, ofrecer presentes, encender velas y quemar resinas aromáticas.
Existe, pues, hasta la fecha entre los indígenas mayas, una práctica piadosa que tiene por origen la sagrada veneración que el indio tiene por sus deudos muertos, a quienes sepultan en el interior de sus hogares.
Historiadores hay y cronistas, como Landa y Cogolludo, que aseguran, -estudiando costumbres de la raza aborigen,- que entre los mayas no existían cementerios en sus ciudades. El maya,-dice el cronista-, sepulta sus muertos en su propia morada. El entierro de sus deudos lo hacía cada habitante a espaldas de su casa, en un recinto o patio libre de malezas y bien barrido, donde era abierta una fosa y en la misma tierra, sin ataúd, colocaban el cadáver introduciéndole en la boca cierta cantidad de masa de forma de figurillas de animales y muñecos, para ofrecer a las almas de aquellos. El 2 de noviembre, día de los Muertos, fabrican los indios unos enormes pasteles redondos, como de treinta centímetros de diámetro, hechos de masa de maíz y manteca, rellenos de pollo y puerco y condimentados con tomate y chile, que resultan muy sabrosos.... Estas tortas de maíz envueltas en hojas de plátano, -como tamales-, son cocidos a guisa de barbacoa en un gran hoyo bajo de la tierra, o "pibil- pollos"; palabra híbrida muy popular.
Además de estos pasteles, entierran en el horno subterráneo, bien calentado con leños y piedras, calabazas grandes, de preferencia la "dzol", j¡camas, camotes, mazorcas de maíz tierno, (pibinales) y unas tortas de masa y frijoles llamadas: "pibil- xpelón". Y una vez cocidos estos alimentos y humeantes aún, los depositan en pequeñas mesas, alumbradas con velas de cera, debajo de los árboles del patio y cerca de las sepulturas de sus familiares; así como sendas jícaras de sabroso "tan-chucua", atole que fabrican con masa de maíz, cacao, pimienta y anís, a modo de "champurrado". Estas viandas pasan toda la noche del 1o. al 2 de noviembre, en esos pequeños altares, debajo de los árboles. Y cuando las almas de los difuntos "han tomado la gracia", los familiares de aquellos meriendan los "mucbilpollos", tómanse el atole y "pibilnales" entre libaciones de "balch‚" y otras bebidas embriagantes....
Así termina la ceremonia del "Hanal-Pixán" entre los mayas. Tal es el origen de esta costumbre tradicional entre los yucatecos, todos, hasta los que estamos lejos de nuestra tierra!.... Y tan arraigada está, que hasta las familias acomodadas, impelidas por la fuerza de la tradición, confeccionan estas exquisitas tortas, en el Día de los Difuntos, sin practicar la ceremonia india, naturalmente. Y no es raro ver en Mérida, la víspera del 2 de noviembre, a los criados de las casas, llevando por la calle, en enormes bandejas, estos ricos pasteles para obsequiar a sus amistades; costumbre de la que, hasta hoy,
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