La Epoca Colonial En Guatemala
marcosilvercas23 de Mayo de 2013
5.684 Palabras (23 Páginas)606 Visitas
INTRODUCCIÓN
El nombre de Guatemala deriva de Goathemala, que en lengua maya-tolteca quiere decir tierra de los árboles. La República de Guatemala en América Central, tiene una ubicación muy especial, por ser el centro geográfico del Continente Americano.
Su territorio, de aproximadamente 109.000 Km cuadrados limita al norte y al oeste con México; al sureste con El Salvador y Honduras, al noreste con Belice y el mar Caribe; al sur con el Océano Pacífico.
Entre sus bellezas naturales figuran las exuberantes costas del Caribe y el Pacífico, selvas tropicales en su estado originario, majestuosos volcanes, y sorprendentes lagos de montaña. Si a toda esta diversidad de paisajes añadimos sus impresionantes ciudades coloniales, algunos de los lugares más notables del Mundo Maya y la simpatía natural de sus habitantes, tenemos ante nosotros el retrato de Guatemala: un paraíso de tradición, color y amistad. Pero, esto no es todo; para poder entender y conocer el sistema actual de poder político, socioeconómico y social, es necesario tener una perspectiva de sus primeras organizaciones occidentales, de su influencia religiosa y toda su cultura e ideologías que se vivían en Guatemala desde 1524, cuando Pedro de Alvarado conquista estos territorios hasta la caída de la colonia en 1821. Este periodo es el fundamento principal de un sistema de valores que vemos hasta nuestros días, los cuales ya sea por costumbre o por comodidad no hemos variado significativamente. Paso entonces a hacer un una pequeña presentación de los antecedentes que motivaron la Colonización y así mismo en que trato ésta y en que se caracterizó.
LA SOCIEDAD COLONIAL EN GUATEMALA
LA CONQUISTA ESPAÑOLA
Y LAS COLONIAS DE AMÉRICA
Según el libro de Jhon Elliott, en el capítulo titulado “La Conquista Española y las Colonias de América”; durante la España Medieval se dio un movimiento hacia el sur de los reinos cristianos llamado “LA RECONQUISTA”; cuyo fin era recuperar la región ocupada por los moros ensanchando los límites de la fe y dando una expansión territorial. Este movimiento fue una guerra de fronteras, con rápidas incursiones en busca del saqueo fácil, ofreciendo oportunidades para el rescate y el trueque, obteniendo como resultado premios tangibles como el honor y la fama. Fue un proceso de asentamiento y colonización controlados, basado en el establecimiento de ciudades a las cuales se concedían jurisdicciones territoriales extensivas bajo privilegio real.
Conquistar, por lo tanto, se puede definir como colonizar, invadir, saquear y avanzar. El deseo de ganar “honra” y “valer mas” era la ideología central de la sociedad de la Castilla medieval, generalmente lográndolo por medio de guerras. Como los límites de la expansión interna fueron alcanzados, la sociedad sufría problemas socioeconómicos a causa de los desastres causados por la peste negra y se sentían amenazados por el imperio Turco-otomano, las fuerzas dinámicas de la sociedad ibérica medieval comenzaron a buscar nuevas fronteras a través de los mares (los portugueses al igual que los castellanos hacia África y las islas del Atlántico) tomando la delantera de un movimiento de expansión y desarrollando a su vez una tradición marítima en la construcción y técnicas de navegación (cartografía, construcción de naves y instrumentos). Con una región interior rica en recursos y sus relaciones con el complejo portuario andaluz, Sevilla se convirtió en la capital marítima y comercial, así como agrícola del sur de España. Por otro lado Portugal, tenia una importante comunidad mercantil autóctona que ayudo a subir al trono a la casa de Avis en la revolución (1383-1385). La nueva dinastía mantenía vínculos estrechos con mercaderes prominentes y respondieron por su cuenta a la adquisición de nuevos mercados y nuevas fuentes de suministro de colorantes, oro, azúcares y esclavos. Pero las expediciones portuguesas de Ultramar durante el siglo XV también estaban guiadas por otros, y a veces contradictorios intereses. La nobleza, afectada por la devaluación de la moneda que redujo el valor de sus rentas e ingresos, buscaba en la Ultramar nuevas tierras y nuevas fuentes de riqueza. La corona de Castilla había tomado posesión nominal de las islas Canarias realizando el primer intento formal en una expedición de conquista en 1402; pero por los problemas internos y la empresa de la Reconquista le impidió a Castilla seguir el ejemplo portugués de expandirse hacia Ultramar que para esta fecha ya tenían en sus manos el territorio de África; que constaba como su fuente potencial de esclavos para trabajar en las plantaciones azucareras que surgían en estas nuevas islas atlánticas anexionadas.
La sociedad medieval había logrado formar instituciones y técnicas de comercio, el esclavismo, la colonización y las conquistas, y la participación de los genoveses en la expansión ibérica del siglo XV. El rasgo más característico del modo de expansión empleado por los portugueses fue la feitoria (factoría), la plaza comercial fortificada del tipo fundado en la costa africana; su uso hizo posible prescindir del as conquistas y los asentamiento hechos a gran escala, permitiendo a los portugueses de los siglos XV y XVI mantener su presencia en grandes extensiones del globo son necesidad de profundas penetraciones en las regiones continentales. Se trataba de un tipo de colonización que Colón, con su educación genovesa y su experiencia portuguesa, había llegado a conocer perfectamente y que le proporcionaría un modelo apropiado para aplicar cuando alcanzo las islas del Caribe.
Sin embargo, la expansión en Ultramar podía significar algo más que la creación de plazas comerciales, como sucedía con los portugueses en las islas del Atlántico y más tarde de Brasil. Estableciendo plantaciones de azucareras, como en las Azores, siendo necesaria su colonización. Aquí, el método mas barato desde el punto de vista de la corona era fomentar la responsabilidad para colonizar y explotar el territorio por una persona individual, que sería recompensada con amplios privilegios. Este sistema, por el cual el señor propietario, era también el capitán y jefe supremo, combinaba perfectamente los elementos capitalistas y militar-señorial de la sociedad medieval mediterránea. Los españoles pudieron aprovechar entonces los precedentes portugueses, tanto como sus propias experiencias de la reconquista, cuando al final del siglo XV volvieron su atención hacia nuevos mundos de Ultramar. La invasión de comerciar o invadir nuevos territorios dependía del carácter del jefe y de la clase de apoyo que fuera capaz de conseguir. El conquistador, aunque sumamente individualista, nunca estaba solo. Pertenecía a un grupo bajo el mando de un caudillo, un jefe, cuya capacidad de supervivencia se pondrían a prueba por su capacidad para movilizar hombres y recursos, y por su éxito en conducir a sus hombres a la victoria. El caudillo tenia que atender a los requerimientos de sus seguidores, y al mismo tiempo satisfacer las peticiones del no menos individualista grupo de hombres que temporalmente estaban a sus órdenes y evitar las tensiones en el momento de la repartición del botín. La disciplina dependía de la capacidad del jefe para imponerse ante sus hombres y del sentido colectivo del compromiso ante una empresa común. Más allá de la unidad individual y colectiva había otros dos participantes que colocaron una marca indeleble en toda empresa: la iglesia y la corona.
La Iglesia proveía la sanción moral que elevaba una expedición de pillaje a la categoría de cruzada, mientras que la corona consentía los requerimientos para legitimar la adquisición de señoríos y tierras; ya que la tierra y el subsuelo que se encontraban dentro de las regalías le pertenecían a la corona de Castilla; y por consiguiente cualquier tierra adquirida a través de una conquista por una persona privada no le correspondía por derecho, sino por la gracia y el favor real. Era el rey, como supremo señor natural, quien disponía el repartimiento o distribución de las tierras conquistadas, y el que autorizaba los asentimientos coloniales en los territorios conquistados. Cuando los botines de guerra se tenían que repartir, un quinto real siempre sé tenia que apartar. Aunque los adelantados, o gobernadores militares de las regiones fronterizas, poseían un alto grado de autonomía, era gobernantes del rey; la monarquía era el centro de la organización de toda sociedad medieval castellana siendo exaltada en la gran recopilación legal de Castilla. La visión de una sociedad armónica, contenida en las Siete Partidas, es una en la cual el rey, como vicario de D-os en la tierra, ejercía una constante y activa inspección dentro de la estructura de la ley.
Era el monarca como señor natural de la sociedad, quien establecía el buen gobierno y la justicia, en el sentido de asegurar que cada vasallo recibiera sus derecho y cumpliera las obligaciones que le correspondían en virtud de su posición social; y el rey como dispensador de favores, recompensaba los servicios prestados, otorgando a sus vasallos cargos y honores de acuerdo con un cuidadoso y calibrado sistema por el cual, al menos en teoría, cada servicio de un vasallo encuentre su debida compensación en una merced, o favor, del rey.
Toda esta ideología de soberano se reconstruyó en Castilla durante el reinado de Fernando e Isabel, constituyéndose los primeros soberanos auténticos de España que aunque las dos coronas seguían siendo distintas institucionalmente, su unión nominal represento un notable aumento de poder real; teniendo a su disposición mucho más recursos financieros y militares que los que podrían reunir cualquier facción rebelde entre sus súbditos.
...