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Liberales


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2014  •  747 Palabras (3 Páginas)  •  146 Visitas

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Tras el exilio que se impuso el General Santa Anna en Colombia, el hambre, el descontento y las pugnas políticas hicieron caer en crisis al país una vez más, provocando con ello la dimisión del Presidente Mariano Arista, por las conspiraciones de los partidarios de Santa Anna, entre ellos Juan Suárez y Navarro, en 1853.3 En ese momento, el Partido Conservador, que había sido elegido en la mayor parte de los estados, reclamó de nuevo el regreso de Santa Anna y le escribieron el 23 de marzo de 1853 solicitándole que volviese a tomar la presidencia, a condición de que defendiese a la Religión Católica, suprimiera el federalismo, organizase una nueva división territorial del país y reorganizara el ejército. Santa Anna, quien había demostrado hasta ese momento ser el único hombre con la suficiente fuerza para gobernar un país tan ingobernable, les tomó la palabra a los conservadores y regresó a la presidencia en abril de ese mismo año.

En un principio, Santa Anna había podido organizar un gabinete capaz que aseguró unos cuantos meses de gobierno eficiente. No obstante, tras la muerte de Lucas Alamán, su principal colaborador, el gobierno santannista se volcó hacia una serie de políticas drásticas para asegurar el orden, que le ganaron el apelativo de dictatorial, lo que provocó la pérdida del apoyo de muchos de sus colaboradores más moderados. En su empeño por legislar, ningún asunto político escapó de sus designios. A fin de poder sanar un poco la débil hacienda mexicana, cobró los impuestos más inicuos que se pudieran imaginar, impuestos que afectaban hasta a los perros de compañía y a las ventanas de las casas. También dictaminó el color de uniforme de los empleados públicos, construyó innumerables monumentos autodedicados por todo el país y concentró todo el poder en su persona. Aparte de sus medidas de restablecimiento del orden público, quiso también que los jesuitas colaboraran con la educación de los jóvenes, por lo que hizo volver a los jesuitas expulsados durante el virreinato. Poco a poco, el gobierno de Santa Anna fue recobrando su antiguo lustre y el orden empezaba a restablecerse. Una vez hallada la paz, el General encontró propicio el momento para devolver a México parte de su antiguo anhelo imperial, por lo que reinstauró la órdenes imperiales, asumiendo él mismo el supremo maestrazgo de éstas, con lo que el Consejo de Estado le concedió el tratamiento de Alteza Serenísima, a la vez que decretaba una ley para nombrarle dictador vitalicio.

Éstas últimas medidas, suscitaron una gran serie de críticas entre los liberales y republicanos, quienes temían el restablecimiento de una monarquía en México, ya fuera bajo la persona de Santa Anna, o bajo la de un príncipe europeo, tal como se murmuraba debido a la misteriosa misión que el embajador Gutiérrez de Estrada realizaba en Europa, visitando las Cortes Reales de su tiempo. Ante las repetidas sospechas, los liberales empezaron a fraguar planes en su contra.

Exilio definitivo y muerte[editar]

Foto de Antonio Lopez de Santa Anna. 1870.

Era 1855 y el Plan de Ayutla de Juan N. Álvarez había dado resultado, los liberales derrocaban a S.A.S el General Santa Anna y lograban obligarlo a renunciar por una última vez y marchar de nuevo al exilio. A pesar de que Santa Anna había atestiguado varias idas y vueltas de gobiernos, el triunfo del Plan de Ayutla marcó de una vez por todas la muerte política del nombrado 'Defensor de la Patria'.

Por el resto de su vida, se mantuvo en el exilio; pasando por diversos lugares: de Cuba a Estados Unidos, después a Colombia, y más tarde a la isla de Santo Tomás en las Islas Vírgenes. Durante esa vida itinerante, su voz se dejó oír en México sin provocar mucho ruido. Cuando se había instituido el nuevo gobierno liberal, Santa Anna publicó diversos artículos que instaban (sin éxito) a una rebelión en contra del régimen. De la misma forma, cuando se dieron los sucesos de la Segunda Intervención Francesa, Santa Anna escribió al gobierno mexicano ofreciendo sus servicios como militar para combatir al invasor; naturalmente, fue ignorado. Si bien Santa Anna siempre se encontró a favor de la soberanía máxima posible de México y aborrecía todo tipo de intervención extranjera, encontró simpatía en la restauración monárquica bajo el reinado del Emperador Maximiliano I de México, por lo que, entusiasmado por la causa monárquica, escribió también al Emperador para ofrecerle sus servicios, pero los asesores del archiduque austriaco le aconsejaron prescindir de sus servicios, por lo que sus atenciones fueron desestimadas.

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