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Mexico Antiguo


Enviado por   •  22 de Enero de 2014  •  7.412 Palabras (30 Páginas)  •  308 Visitas

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EL MEXICO ANTIGUO.

La división más antigua, y una de las más determinantes para la historia, es la que existió entre una civilización agrícola que se extendió en la mitad meridional del territorio y los pueblos de agricultura inestable y cazadores-recolectores que vivieron en el norte árido.

LOS CAZADORES-RECOLECTORES: Los indicios más antiguos de presencia humana en el actual territorio mexicano datan del año 35000 a.C. Entre esta fecha y el año 5000 a.C., cuando se inicia el proceso de domesticación del maíz y el frijol, solamente encontramos bandas de cazadores-recolectores y pescadores. Hay evidencia arqueológica suficiente para afirmar que entre el año 7000 y el 5000 a.C. las bandas intensificaron las actividades relacionadas con la recolección: los recolectores desprendían malezas para despejar el terreno alrededor de las mejores plantas, desprendían los frutos y las semillas regaban semillas sin intención de que nacieran. El resultado de esta intervención en los ciclos naturales fue la domesticación del chile, el aguacate y la calabaza. En el horizonte Protoneolítico (5000 a 2500 a.C.). En ese lapso apareció el maíz domesticado de las espigas de la especie silvestre Zea mexicana (el teosinte), que fue mutando para producir pequeñas mazorcas y finalmente las mazorcas de alrededor de 20 centímetros, al final del Protoneolítico los recolectores se habían vuelto agricultores, ya no podían alejarse de sus cultivos así surgieron las aldeas permanentes.

ALBORADA DE LA CIVILIZACIÒN: La historia de Mesoamérica se inicia hacia el 2500 a 1200a.C., cuando la vida sedentaria se ha generalizado y ya existe la cerámica. La primera etapa, el Preclásico temprano (2500 a 1200 a.C.). También se conoce esta época como Preclásico aldeano, porque 90% de los asentamientos de todas las regiones son aldeas, que suelen tener un promedio de diez a doce hogares y una población total de cincuenta a sesenta personas. También surgen en esta etapa algunas villas con más de doscientos hogares, que superan los mil habitantes luego surge el Preclásico medio se caracterizaba por el surgimiento de la especialización laboral de tiempo completo y la estratificación social, la construcción de centros ceremoniales urbanizados y el desarrollo de un repertorio de imágenes simbólicas que habitualmente identificamos como “olmecas”.

ORIGENES DE LA DIVERSIDAD REGIONAL: La diversidad regional domina el Preclásico tardío (500 a.C. a 200 d.C). Hacia el año 500 a.C. las manifestaciones olmecas se extinguen en Mesoamérica y son remplazadas por varias culturas regionales que surgen en estos años con un ímpetu notable: nuevos estilos arquitectónicos tendientes a la monumentalidad, cambios en la escultura, en la cerámica ritual y en el orden simbólico. Monte Albán fue un suceso importante que marca el inicio del Preclásico tardío.

LA ERA DEL IMPERIO: Entre el año 100 a.C. y el 200 d.C., etapa que algunos autores separan del Preclásico y denominan Protoclásico, ocurrieron varios sucesos entre ellos el abandono de Cuicuilco, y Teotihuacán se irguió como centro político y religioso indiscutible de la región.

Durante los primeros doscientos años de nuestra era se construyeron las pirámides del Sol y de la Luna así como el templo de Quetzalcóatl, se trazó la llamada calzada de los Muertos y se inició la etapa propiamente urbana en la historia de Teotihuacán

CRISIS Y CAMBIO: La etapa que va del año 650 al 900 d.C. se conoce normalmente con dos nombres, una Epiclasico crisis que acabó con la hegemonía teotihuacana y dos Clásico tardío extinción de la cultura maya clásica. Esta influencia, sin embargo, es parte de un fenómeno generalizado de expansión de las regiones que habían constituido la periferia del sistema teotihuacano. Los grupos de las zonas centro y centro-norte de Veracruz, con la floreciente ciudad de Tajín a la cabeza, penetraron en la Huasteca y en la meseta central.

LOS GUERREROS DE QUETZALCÒATL: Comienza entonces el periodo que conocemos como Posclásico, y que durará hasta la conquista española. Esta gente estaba acostumbrada a vivir en la frontera de la civilización, en zonas ásperas recorridas por bandas de cazadores-recolectores Como jefaturas militares, eran grupos belicosos que conferían a los guerreros el más alto estatus social. Quetzalcóatl, el legendario señor de los toltecas, se decía, por ejemplo, que el primer rey de los mayas quichés de Guatemala había sido confirmado en su cargo por Quetzalcóatl, a quien los quichés llamaban Kucumatz. También los mixtecos atribuían a Quetzalcóatl la fundación de las dinastías que gobernaban en el Posclásico.

LOS SEÑORES DEL AGUA: Había muchas ciudades, todas ellas populosas La mayoría de estas ciudades estaban bajo el dominio de linajes de la nobleza nahua, Los nahuas usaban el término altépetl (que quiere decir cerro de agua) para referirse a la ciudad, con su población y tierras. Cada altépetl era dirigido por un tlatoani o rey, quien era auxiliado por una nutrida burocracia de jueces, recaudadores, capitanes y otros administradores. A veces era preciso sacrificar a decenas de bebés para agradar a Tláloc, dios de la tormenta y la lluvia.

EN VISPERAS DE LA CONQUISTA: Para la época de la conquista española, la Triple Alianza que era formada por, México-Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba y de los cuales Tenochtitlan se encontraba a la cabeza, había logrado extender sus dominios hasta territorios de ambas costas, y, en dirección de norte a sur, desde Querétaro hasta Oaxaca, además de controlar la zona del Soconusco, en Chiapas.

EPILOGO: Los totonacos vieron en Cortés un aliado aceptable para sacudirse el dominio mexica, y sería un disparate reprocharles esa alianza, pues no tenían modo de saber, por ejemplo, que después vendrían la viruela, la tosferina y el tifo, y que sus ciudades quedarían desiertas y sus milpas y huertas se convertirían con el paso del tiempo en pastizales. Los tlaxcaltecas cesaron su resistencia inicial y optaron por aliarse a los españoles porque les pareció que esa alianza garantizaría, precisamente, la integridad de su territorio; ellos no debían lealtad alguna a los mexicas, más bien todo lo contrario, eran sus enemigos. Desde el arribo de Cortés a Yucatán hasta la conclusión del sitio de Tlatelolco con la captura de Cuauhtémoc, hubo muchos señoríos que, tras ser derrotados en combate o después de haber celebrado un acuerdo con Cortés, se sumaron a sus filas. La conquista de Tenochtitlan fue una victoria de los tlaxcaltecas, de los tetzcocanos, de los totonacos y de muchos otros grupos indígenas: fue la última guerra del México prehispánico, dirigida sin embargo por un pequeño ejército que no pertenecía a esa historia.

LA EPOCA COLONIAL HASTA 1760.

La gran etapa de la historia de México es la época colonial, corresponde a la dominación española en donde el país adquirió una política con el nombre de Nueva España o Novohispana, dio inicio tras la caída de Tenochtitlán en 1521. La población experimentó un drástico descenso demográfico entre 1519 y 1575, tras lo cual tuvo una estabilidad y posteriormente y un crecimiento, se vio trastornado hacia 1736 pero no en 1821. Hubo transformaciones políticas, culturales, económicas y sociales que iniciaron más o menos hasta 1760. El inicio de la época colonial estuvo asociado a una serie de acontecimientos muy marcados que comenzaron con la llegada de los españoles y su primera penetración en Mesoamérica. La economía y la cultura europeas a partir de las explotaciones marítimas portuguesas, que desde mediados del siglo XV, llevaron al establecimiento de enclaves comerciales en algunos puntos de las costas de África, india y el sudeste asiático, así como la ocupación de cabo verde, los azores y otras islas del atlántico. Estos movimientos estuvieron alentados por la demanda europea de las especias y sedas y en caso de las islas estaban deshabitadas y en otras la población nativa fue diezmada, la nativa azucarera fue construida sobre la base del trabajo esclavo. Los reyes Castilla y León tenían el deseo por participar de una manera más activa en los circuitos comerciales que se estaban formando fue lo que los llevo a financiar el viaje de Colón en busca de la India. Los castellanos deseaban emigrar a esas nuevas tierras, formar asentamientos fijos, crear un orden jurídico, mantener lazos constantes con la tierra de origen, trasladar ganadería y diversas actividades agrícolas, en fin, reproducir en lo posible entorno cultural y social de castilla.

Estos intercambios involucraron personas, animales, plantas, metales, manifacturas desde las enfermedades hasta la cultura. Una de varias expediciones que realizaron los españoles fue encabezada por Francisco Hernández Córdoba quien los condijo en 1517 a la costa de Yucatán. Después hubo otra expedición y fue hecha Hernando Cortés se desprendió de su tronco cubano en 1519. Se generó un movimiento de resistencia mexica, conocida como “Noche triste”. Se presentó en tierras mexicanas una epidemia de viruela la cual tuvo un efecto devastador en mayo de 1520, introducida por un grupo español que llego a este lugar tratando de detener a cortes. Y surge la conquista de México. El episodio dominante de la guerra fue el sitio de México-Tenochtitlán, los españoles triunfaron en todas sus acciones militares. La instauración de un gobierno central representante de la corona de Castilla se fue cumpliendo al tiempo que los conquistadores consolidaban sus logros en nombre del rey. Formalismo político fue el primer paso que ideó y legitimó el Reino de la Nueva España como sucesor del imperio de Moctezuma. La instauración de tal gobierno implicó la conformación de diversos cargos y funciones, en cuanto a recaudación fiscal y administración de justicia. El arribo de las de frailes de las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos y agustinos), establecimientos de doctrinas o bases de evangelización y administración eclesiástica y el culto a los santos, e igualmente hicieron valer normas cristianas a propósito de la sexualidad y el matrimonio. De 1530 a 1560 tuvo lugar lo que puede llamarse la consolidación de la conquista. Otro aspecto de la consolidación de la conquista, equivalía a un establecimiento de un gobierno civil, provocó resentimiento entre los conquistadores, pero la corona se impuso y se hizo representar a partir de 1535 por la figura de más autoridad (Virrey). E impuso reglas La primera fue imponer a los señoríos una organización inspirada en los cabildos castellanos, la segunda fue la de pagar carga tributaria buscando diciendo de que cada cabeza de familia de un pueblo de indios debía de pagar a la corona, un peso y media de maíz al año. La tercera fue la de inducir o presionar a los pueblos de indios a congregar a sus habitantes en asentamientos de tipo urbano, el origen de los poblados con plaza central, iglesia prominente y calles rectas, tal como subsisten hasta la fecha. La evangelización tuvo mucho que ver en estas reglas mencionadas anteriormente. también Se crearon nuevos medios de transporte y se difundió el uso de la moneda, acuñada en México desde 1536. Con ello se sembró el germen de una economía capitalista y se introdujo a Nueva España en los circuitos mundiales de intercambio. Los ingenuos de azúcar de los alrededores de Cuernavaca, cuya fuerza de trabajo original estuvo constituida en gran parte por esclavos de origen africano. El tercer gran proyecto era el de la corona, sabía que su autoridad carecía de medios efectivos para hacerse valer, no disponía de un ejército ni de una burocracia, puso en evidencia en 1543 con la oposición que se levantó ante el intento de la corona de imponer una serie de medidas restrictivas denominadas “Nuevas Leyes”. La corona logró afianzar un sistema de gobierno entre 1560 y 1610 aproximadamente, estas fechas encierran acontecimientos variados y de gran complejidad, muchos de los cuales abrieron perspectivas inéditas para Nueva España.

LAS REFORMAS BORBONICAS.

DESDE LOS PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO XVIII la corona española emprendió cambios en la manera de administrar sus vastas posesiones americanas. En la primera mitad del siglo las reformas fueron más bien tímidas, después se aplicaron innovaciones de gran vigor que comúnmente se conocen como “reformas borbónicas”. Tímidas y audaces, todas respondieron al deseo de la dinastía borbónica en España de retomar los hilos del poder en América particularmente en Nueva España, la posesión más rica– iniciando así un proceso de modernización que duraría prácticamente todo el siglo. La modernización borbónica tuvo sus bases en una forma de pensamiento y sistema de valores que se conoce como Ilustración. Las características principales del movimiento ilustrado son la confianza en la razón humana, el descrédito de las tradiciones, la oposición a la ignorancia, la defensa del conocimiento científico y tecnológico como medio para transformar el mundo, y la búsqueda, mediante la razón y no tanto la religión, de una solución a los problemas sociales. En Nueva España el reformismo de los borbones se inició con tres visitas (inspecciones a personas y oficinas) que ordenara el rey Felipe V (1700-1746) y que reflejaban la clara conciencia de la corona de que la situación administrativa del virreinato era deplorable. Gracias a que la economía mostraba un desempeño vigoroso, se llevaron a cabo entonces cambios de corte administrativo que le permitieran a la corona contar con recursos para realizar otros de mayor envergadura. Estos primeros cambios consistieron en la llamada “centralización de los ingresos reales”, esto es, la transferencia del cobro de impuestos de manos de particulares a las de los funcionarios del rey.

La ocupación de La Habana por la armada inglesa en 1762 marcó la necesidad de emprender una segunda etapa de reformas, más enérgica que la anterior; a ello contribuyó en gran medida el que unos años antes hubiera llegado al trono Carlos III de Borbón. Ciertamente, el nuevo monarca contaba con amplia experiencia en las artes de gobierno; sin embargo fueron las circunstancias las que lo obligaron a emprender la reorganización político-administrativa de los virreinatos, que en buena parte continuaba anclada en ordenamientos de fines del siglo XVI. Las circunstancias fueron de índole internacional y principalmente de características bélicas. La visión de conjunto de las principales reformas que emprendieron los ilustrados borbones proporciona un marco de referencia para los últimos años de la Nueva España y los primeros decenios del México independiente. Puede incluso decirse que, así como en el periodo de las reformas borbónicas se estableció la mayoría de las divisiones geográficas que tendría una porción del México republicano, y así como en aquellos años nacieron los agravios contra la dominación española, así también, en la prosperidad borbónica de Nueva España se gestó la decadencia económica del México independiente. Para el gobierno imperial en España era insostenible la situación de su posesión más rica en América. Tres accidentadas visitas parciales (1710-1715, 1716 y 1729-1733) habían mostrado la necesidad de modificar el estado de las cosas: por ejemplo, desde 1711 se venía haciendo notar a las autoridades metropolitanas que la renta de alcabalas (impuestos internos cobrados por el tránsito de una mercancía por un suelo alcabalatorio) proporcionaría más dinero si fuera administrada por un funcionario de la corona que si se arrendaba a alguna corporación (comerciantes o cabildos civiles). El problema era que, casi siempre, los virreyes decidían otorgar la renta a una corporación en lugar de que quedara en manos de la corona. Al visitador Gálvez no se le pidió únicamente un diagnóstico; también se le dieron amplios poderes para reformar todo lo que exigiera un cambio. Dos eran, sin embargo las instrucciones principales: incrementar la riqueza del erario novohispano y prevenir abusos y dispendios para la mejor administración de las rentas. En atención a la primera tarea, el visitador consolidó el establecimiento del monopolio real de tabaco. Esto significaba que la corona se hacía cargo exclusivo de sembrar, procesar y vender el tabaco, principalmente en forma de cigarrillos que en Nueva España se consumían ampliamente, sobre todo entre las mujeres. Las principales medidas adoptadas fueron el establecimiento de cementerios, la prohibición de los entierros en las iglesias, la normativa sobre ropas usadas, el establecimiento de lazaretos, etc. Pocos años después, en 1802, llegó al virreinato la vacuna contra la viruela. Para el proceso de inoculación a la población se eligieron los curatos como centros sanitarios y el clero fue el encargado de su administración. Como una medida más prudente que opositora, Bucareli en cierta forma interrumpió las reformas que Gálvez pretendía aplicar en Nueva España. Tenía razón, pues cuando se hizo cargo del gobierno eran aún reducidos los recursos de la real hacienda y muy elevadas las deudas, particularmente de situados. El proceso de cambio en las estructuras de gobierno, las nuevas formas de educación, las instituciones culturales y la apertura –casi clandestina– al pensamiento europeo y norteamericano, así como las condiciones económicas, necesariamente implicaron una modificación en la forma de pensar de los novohispanos. Y cómo no iba a ser así si durante todo el periodo hubo una constante confrontación entre las cuestiones de política española y las necesidades interiores del virreinato. Al principio, antes de los noventa, se llevaron a cabo labores de todo tipo, por ejemplo obras públicas y fundaciones de entidades culturales.

DE LA INDEPENDENCIA A LA CONSOLIDACION REPUBLICANA.

Este capítulo comprende el periodo que va de 1808 a 1876, es decir, el del camino desde la independencia y la fundación de un Estado nacional hasta su consolidación como república, después de vencer la intervención francesa y el último intento monarquista. Se trata de un periodo de transición en el que el liberalismo y el nacionalismo empiezan a imponerse en el escenario internacional y se forjan los nuevos estados-nación, fenómeno en el cual las naciones iberoamericanas fueron pioneras. Las revoluciones norteamericana y francesa, después extendidas a las colonias iberoamericanas, introdujeron nuevos principios en la vida política y en las relaciones entre los estados. Estos nuevos principios, calificados en 1812 de liberales, rechazaban las monarquías absolutas, estableciendo que la soberanía residía en el pueblo, por lo que sus representantes debían elegir el gobierno, ejercido por tres poderes distintos: legislativo, ejecutivo y judicial, como medio para garantizar los derechos y las libertades de los individuos. Al igual que otros virreinatos hispanoamericanos, en Nueva España la independencia se logró después de una larga lucha, por lo que el Estado mexicano nacería endeble, endeudado, con una economía paralizada, una sociedad dividida y una completa desorganización. Para colmo, su fama de prosperidad y riqueza lo convirtió en blanco de las ambiciones de los nuevos poderes comerciales. La sociedad novohispana estaba formaba por un mosaico humano. Sólo 17.5% lo formaban los peninsulares y los criollos, sus descendientes, habitantes de las ciudades. El grupo peninsular era minúsculo y la población distinguía entre los burócratas y los residentes permanentes. El grupo criollo era el más educado y 5%era propietario de grandes fortunas, algunos hasta con títulos nobiliarios; pero la mayoría la formaban rancheros, comerciantes, empresarios, funcionarios, religiosos y militares medio, aspirante a los altos puestos. Alrededor de 60%de la población la representaban los indígenas, que mantenían sus estructuras corporativas. Del pequeño grupo de nobles indígenas que hablaba “castilla” procedían los caciques, gobernadores, hacendados y comerciantes, pero la mayoría monolingüe era la principal fuerza de trabajo y pagaba tributo. Las alteraciones climáticas periódicas y el desarrollo de la hacienda habían llevado a muchos de sus miembros a buscar protección en el peonaje. Casi 22% de la población lo constituían las castas, mezcla de españoles, criollos, indios, negros, mulatos y mestizos, carentes de tierra e imposibilitados para los cargos públicos y para el grado de maestro en los gremios. Desempeñaban toda actividad no prohibida expresamente: mineros, sirvientes, artesanos, capataces, arrieros, mayordomos. Lucha habían transformado tanto a la Nueva España que incluso los peninsulares se inclinaban por la independencia, aunque cada grupo por razones diferentes. Las altas jerarquías del ejército y la Iglesia la favorecían, temerosas de que el radicalismo de las nuevas Cortes aboliera sus privilegios, entre ellos sus fueros. Otros grupos deseaban una constitución adecuada al reino, mientras algunos más preferían el establecimiento de una república. Por lo pronto, el orden constitucional liberó a los insurgentes encarcelados, y la vigencia de la libertad de imprenta permitió la aparición de publicaciones subversivas. Esto, sumado a las elecciones de diputados a Cortes, de diputados provinciales y de ayuntamientos constitucionales, volvió a alterar los ánimos. Convencido, decidió entrevistarse con Iturbide, con quien firmó los Tratados de Córdoba en los que reconocía la independencia y el establecimiento de un Imperio Mexicano, pero que salvaba la unión con España al ser encabezado por un miembro de la dinastía reinante. Enseguida, O’Donojú exigió la capitulación del ejército que ocupaba la capital, lo que permitió que el 27 de septiembre de 1821 una ciudad engalanada con arcos triunfales recibiera entusiasmada al libertador Iturbide, a Guerrero y al Ejército Trigarante. Desfiles, juegos pirotécnicos y canciones celebraron la independencia y al libertador, mientras el optimismo general disimulaba las contradicciones existentes entre realistas e insurgentes. La lucha y la Constitución de 1812 habían favorecido la desorganización de la Nueva España, cuyo enorme territorio, mal comunicado y con una población escasa y heterogénea, estaba expuesto por el norte al expansionismo de Estados Unidos. Aunque pleno de optimismo, el imperio, dividido, desorganizado, en bancarrota, con una enorme deuda de 45 millones de pesos y habitantes sin experiencia política, nacía sobre bases endebles. El reconocimiento de O’Donojú hizo que el camino del nuevo Estado pareciera expedito, pero aquél murió en octubre y privó a la nación de su experiencia y de la legitimidad que personificaba. El nuevo congreso se instaló en noviembre de 1823 con una mayoría federalista pero dispuesta a mantener la unión. De esa manera, el acta del 31 de enero de 1824 constituyó los Estados Unidos mexicanos y, después de largos debates, para septiembre tenía listo el texto de la Constitución de 1824, que fue jurada en octubre. En ella se establecía una república representativa, popular y federal formada por diecinueve estados, cuatro territorios y un Distrito Federal; mantenía la católica como religión de Estado, sin tolerancia de otra, y un gobierno dividido en tres poderes, con el legislativo como poder dominante. La elección del ejecutivo favoreció a los ex insurgentes Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo para la presidencia y vicepresidencia. La jura de los puestos se efectuó en un ambiente de optimismo, confiado en que el nuevo régimen político aseguraba el progreso. Esto contrastaba con la situación real del país: endeudado, desorganizado y necesitado de crédito y de reconocimiento internacional para funcionar. El imperio sólo había contado con el reconocimiento de Gran Colombia, Perú, Chile y Estados Unidos, pero requería urgentemente el de Gran Bretaña que, por su poderío político y financiero, era la única capaz de neutralizar la amenaza de reconquista y proveer el crédito necesario. Desde 1829 privaba la inconstitucionalidad. El congreso había violado varias veces la ley suprema, el ejecutivo sólo funcionaba con poderes extraordinarios, y la debilidad de la federación dificultaba el funcionamiento del gobierno; es decir, era urgente una reforma constitucional. En 1835, en medio de una situación crítica en la que los colonos texanos preparaban la secesión, el congreso federal aprobó un decreto que reducía la milicia cívica. Los estados de Zacatecas y de Coahuila y Texas decidieron desafiarlo y el ministro de Relaciones, José María Gutiérrez de Estrada, trató inútilmente de convencer al gobierno zacatecano de la legalidad de la ley y de la imposibilidad de hacer excepciones.

EL PORFIRIATO.

Porfirio Díaz gobernó el país durante treinta de los treinta y cuatro años que corren entre 1877 y 1911; de ahí que esta etapa se conozca con el nombre de porfiriato. el periodo se delimita, entonces, a partir de dos sucesos políticos: comienza en 1877, cuando, meses después de derrotar a los lerdistas e iglesistas, díaz inicia su primer mandato presidencial, y concluye en 1911, meses después de haber estallado la revolución, cuando díaz abandona el poder y sale rumbo al exilio. Héroe de la lucha contra conservadores e imperialistas, Porfirio Díaz nació en Oaxaca en 1830, por lo que era más joven que Benito Juárez y que Sebastián lerdo de tejada. Además, a diferencia de ellos, optó por la carrera de las armas y llegó a obtener el grado de general. En tres ocasiones participó en la contienda por la presidencia, pero fue derrotado por Juárez y por lerdo. Dos veces desconoció el resultado de las elecciones y se levantó en armas: la primera en 1871, con el plan de la noria, y la segunda en 1876, con el plan de Tuxtepec. En ambas enarboló una bandera anti autoritarista y anticentralista, pues rechazaba el excesivo poder del presidente de la república frente a los poderes legislativo y judicial y frente a los gobiernos estatales. Además de oponerse a la reelección, pugnó por reducir las facultades del ejecutivo a los límites establecidos. En noviembre de 1876 entró triunfante a la ciudad de México y, tras la victoria electoral, ocupó la presidencia en 1877. En su primer periodo respetó la bandera anti reeleccionista: en 1878 promovió una reforma constitucional que prohibía la reelección inmediata y en 1880 entregó el poder a su compadre, Manuel González. Con ello aumentó su caudal político, que incrementó durante el gobierno gonzalista, pues estableció nuevos lazos y alianzas. De ahí que, otra vez como candidato único, ganara las elecciones para un segundo mandato (1884- 1888). Sin embargo en esta ocasión no planeaba abandonar la silla presidencial: en 1884 una nueva reforma constitucional permitió una reelección inmediata, es decir, que el presidente se reeligiera por una ocasión; ello le valió para el cuatrienio de 1888 a 1892. Estados Unidos. Las relaciones con el vecino del norte implicaban problemas de diversa índole: la deuda exterior mexicana; el paso de tribus indígenas y ladrones de ganado a territorio mexicano y el de las tropas que los perseguían; la existencia de una zona libre de impuestos que México había abierto en su frontera con el fin de atraer colonos y el contrabando que ello generaba, y la migración de trabajadores mexicanos a territorio norteamericano. A pesar de ello y gracias, entre otras cosas, al pago de la deuda y de compensaciones, y a las facilidades brindadas a los inversionistas, en 1878 Estados Unidos reconoció al gobierno de Díaz. Sin embargo el presidente de México defendió con firmeza la soberanía nacional. La segunda etapa, que comienza entre 1888 y 1890 y concluye hacia 1908, se caracteriza por un acentuado centralismo y por un gobierno cada vez más personalista y autoritario por parte de Porfirio Díaz y de los gobernadores de los estados. El cambio de rumbo estuvo acompañado por un relevo en el personal político, pues murieron muchos de los hombres que acompañaron a Díaz en su ascenso al poder y los primeros años de su gobierno. Pero el relevo también respondió a un nuevo juego de fuerzas. Tres figuras –Joaquín Baranda, José Yves Limantour y Bernardo Reyes– desempeñaron un papel importante en la pugna y fractura de la elite porfirista, y representaron a diversos grupos y regiones, formas de hacer política e ideas de nación. Baranda, que fue el primero en integrarse al gabinete, fungió como ministro de Justicia desde 1882; antes había sido gobernador de Campeche y tenía fuertes vínculos en esa región; también los tenía, por medio de sus hermanos, en Tabasco y Yucatán, y, gracias a Teodoro Dehesa, en Veracruz. Representaba a los liberales de la etapa de la reforma, de trayectoria civil y civilista, que querían un aparato político limitado. Dos años más tarde, el presidente seguía intentando gobernar con “científicos” y revistas, manteniendo el equilibrio entre ambos, pero a la vez aprovechando la debilidad originada por el constante enfrentamiento. Es decir, deseaba explotar lo que cada uno le daba: los “científicos” su habilidad para fomentar la economía y sus relaciones con empresarios, banqueros e inversionistas de la capital; y los reyistas su presencia en el noroeste, su influencia en la milicia y su capacidad para responder a las expectativas de los empresarios, pero también de grupos medios y obreros. Al mismo tiempo capitalizaba la división entre ambas facciones –pues el constante enfrentamiento impedía que se fortalecieran–, y esto lo demandaba como mediador. De ahí que nombrara a Reyes ministro de Guerra, mientras que Limantour lo era de Hacienda.

Diversos fueron los factores que propiciaron el derrumbe del régimen porfirista. De hecho, más que hablar de una crisis hay que referirse a varias crisis, que se remontan a los primeros años del siglo y que, como se verá más adelante, afectan los planos económico, social y cultural, y que influyen en lo político. El régimen porfirista estaba envejecido: el presidente tenía ochenta años; la edad promedio de los miembros del gabinete era de sesenta y siete, y parecida era la de gobernadores, magistrados y legisladores. Díaz no era el único que llevaba tantos años en el poder, pues la reelección se practicaba en todos niveles. Era el caso de los gobiernos estatales: Teodoro Dehesa estuvo al mando de Veracruz por dieciocho años, Mucio P. Martínez gobernó diecisiete años en Puebla, los mismos que Francisco Cañedo en Sinaloa y Joaquín Obregón González en Guanajuato. Como se dijo, el régimen también estaba paralizado, pues había perdido la capacidad de conciliar y de dar cabida a nuevos sectores políticos y sociales. Y, por si esto fuera poco, también estaba fraccionado. En 1908 Díaz concedió una entrevista a un periodista norteamericano llamado James Creelman. En ella declaró que no competiría en la contienda electoral que se avecinaba y que permitiría que ésta se desarrollara en completa libertad, pues consideraba que México estaba preparado para la democracia. Ello agitó la opinión pública y promovió el debate político aunque, al parecer, para los hombres cercanos al caudillo quedó claro que se trataba de una declaración para el exterior y que, nuevamente, lo que se jugaba era la vicepresidencia. En ese momento, con un presidente cada vez más viejo, la vicepresidencia prometía garantizar el camino a la sucesión. Esta etapa resultó de suma importancia para la consolidación del Estado-nación, a pesar de que Porfirio Díaz no respondió de manera cabal a su programa ni cumplió con todos sus retos. Los dos lemas del régimen fueron “orden y progreso” y poca política, mucha administración.

LA REVOLUCION.

En este capítulo del libro historia mínima de México, se concentra en el proceso de nuestra historia conocido como revolución, que fue un acontecimiento de grandes cambios en el gobierno de nuestro país, seguido por el gran periodo que estuvo en el poder Porfirio Díaz.

El país, entro en una lucha, pero como en todo creo que fue más bien como un gran conflicto de intereses, de diferentes ideologías. México experimento, en esta etapa un periodo de cambio no solo político, sino también cultural, económico y social, a pesar de que el país ya había alcanzado una cierta estabilidad durante el periodo del porfiriato. Este fue el punto central, todo comenzó cuando en la entrevista que realizó James Creelman a Porfirio Díaz, el menciona que el país estaba listo para un nuevo representante, por lo que todos sus opositores lo tomaron como una señal de que tenían una oportunidad. El Primero fue Francisco I Madero, quien con su libro la sucesión presidencial de 1910 hacia una crítica al gobierno de Díaz. Creo que este movimiento tuvo tanto cosas buenas como malas, porque en si lo que las personas quieren siempre es poder, Porfirio Díaz se me hizo un personaje hasta cierto punto sensato, yo creo que se percató que su gobierno y su popularidad ya no funcionaba del todo bien, de hecho después de todo el mismo fue el que renuncio. Pero también gracias a esto hubo una gran inestabilidad en el país, en si todos querían el poder, y la forma de ganarlo era esa, luchando entre sí. Creo que la elección de Madero no fue tan democrática, después de su elección, hubo más levantamientos ahora en su contra. Como ejemplo esta la decena trágica, que es un golpe de estado encontrar de Madero, organizado por Félix Díaz, creo que como siempre, Estados Unidos tuvo que ver con este levantamiento ya que lo apoyaban, terminaron asesinando a Madero, entonces tomo el poder Victoriano Huerta, que se volvió un dictador, y disolvió la democracia con el poder del ejército. Después lo derroco Venustiano Carranza, quien estableció una nueva constitución y el final de la revolución. Como se puede notar, fueron mucho cambios ideológicos en el país, muchas muertes, y mucho cambios en el poder, que tal vez eran necesarios para que nuestro país prosperara, o eso creían, francamente creo que el país está igual o peor, y que todo estos cambios en realidad no sirvieron de mucho para la mayoría de las personas, acepto que la vida rural mejoro después de la revolución pero fue un precio muy alto a pagar, pienso que en estos momentos nos urge una revolución, pero no armada, sino meramente ideológica.

EL ÚLTIMO TRAMO.

Durante los setenta y un años que cubre este último capítulo la sociedad mexicana vivió grandes transformaciones, acaso tan profundas y radicales como las de los años que siguieron al arribo de los españoles en 1519. La más significativa fue sin duda el tránsito de una sociedad agraria a una sociedad urbana, fenómeno que tuvo lugar al tiempo que ocurría un extraordinario crecimiento de la población. Varios periodos de prosperidad económica hicieron que la industria y los servicios alcanzaran un peso cada vez mayor, relegando a las actividades agrarias y mineras. Otro cambio fue de índole política. Los gobernantes lograron construir un arreglo político que hizo posible una estabilidad duradera. Un régimen autoritario, centrado en la figura del presidente de la república y en el partido oficial, recurrió a la negociación pero también a la represión para mantener su dominio. Al final del siglo, sin embargo, el crecimiento económico y el régimen autoritario entraron en franco proceso de debilitamiento. La sociedad crecientemente urbana y la estabilidad política se mantuvieron. Crisis mundial y reorganización política la crisis del otoño de 1929 en la bolsa de valores de nueva york arrastró a buena parte del mundo a una depresión económica que tardó años en ser superada. Los precios de las mercancías y el comercio mundial descendieron de manera dramática. El cierre de empresas provocó el desempleo de millones de obreros y empleados en diversos países. En México la crisis se tradujo en una reducción de las exportaciones y de las importaciones, lo que afectó los ingresos del gobierno federal que dependían en gran medida del comercio exterior. El desempleo se hizo más notable en aquellos lugares con mayor vinculación al mercado mundial, como las áreas mineras del norte. El año de 1929 fue además muy seco. Por esa razón la mayoría de la población mexicana, que aún vivía en el campo dedicada a actividades agropecuarias, enfrentó grandes dificultades. Ante un mundo tan convulsionado, los gobiernos de México y de otros países se vieron obligados a buscar opciones dentro de sus propias fronteras. Si los productos mexicanos ya no podían venderse en el extranjero, no había más alternativa que colocarlos en el mercado interno. En ese mismo sentido, se dejó de pensar que la colonización extranjera y el arribo de los repatriados, es decir, los mexicanos que habían emigrado a estados unidos, resolverían lo que entonces se consideraba un problema grave: la escasez de población. Contar con 16.5 millones de habitantes era visto como signo de debilidad y freno al progreso de la nación. El año de 1929 también es importante por la situación política.

El asesinato del presidente electo Álvaro obregón en julio de 1928 había desatado fuertes tensiones entre grupos políticos y militares. Asimismo había propiciado un mayor encono en el conflicto armado con los cristeros y en el antagonismo del gobierno con la iglesia católica. En 1935 la figura de calles entró en rápido declive. Conforme la etapa más grave de la crisis mundial quedaba atrás, con un gobierno económicamente más solvente, y en el marco de una creciente inconformidad de diversos grupos políticos y sectores populares por las posturas de los callistas (por ejemplo, su anticlericalismo y su oposición a huelgas y paros), el nuevo presidente de la república, el general cárdenas, rompió con el jefe máximo en 1935; más tarde, en abril de 1936, lo obligó a abandonar el país. La reforma agraria se había iniciado con el decreto del 6 de enero de 1915, que ofrecía restituir las tierras de las que se había despojado a los pueblos, o bien dotarlos si carecían de ellas. El artículo 27 de la constitución de 1917 impuso el dominio de la nación sobre el suelo y el subsuelo. Varias leyes posteriores reglamentaron la entrega de la tierra a los campesinos. La formación de ejidos, con sus respectivas dotaciones de terrenos, era facultad del presidente de la república. Mediante una resolución presidencial, un núcleo de campesinos de una localidad recibía tierras, aguas y bosques, recursos que no podían venderse ni hipotecarse, aunque sí heredarse. Estabilidad y crecimiento económico, 1940-1958 el nuevo presidente se apresuró a marcar distancia con su antecesor. Hizo un llamado a la reconciliación y a la unidad nacional. Ávila Camacho justificó esa actitud en vista del difícil entorno mundial. En septiembre de 1939 la invasión de las tropas alemanas a Polonia había desatado la segunda guerra mundial. Al principio México se declaró neutral, pero esa postura se complicó cuando estados unidos, después del ataque japonés a Pearl harbor en diciembre de 1941, declaró la guerra a Alemania, Italia y Japón. En mayo de 1942, luego de sufrir la pérdida de dos buques petroleros por los ataques de submarinos alemanes, México entró al conflicto sumándose a los aliados (gran Bretaña, estados unidos, Francia y la unión soviética). Fue entonces cuando se impuso el servicio militar obligatorio. El imss se sumaba así a Pemex, a la café y a los bancos agrícolas y otras instituciones gubernamentales como nacional financiera, que mostraban que el gasto público era indispensable para impulsar la economía. En este terreno no había rupturas. A pesar de las diferencias entre Ávila Camacho y cárdenas, y las de éste con el jefe máximo, se aprecia una continuidad en torno a la idea de que el dinero público debía desempeñar un papel fundamental en el rumbo económico. Esa idea no era exclusiva de México. En numerosos países se había optado por acrecentar el papel del gasto público para superar la gran depresión mundial de la década de 1930. En esa estrategia se seguían muy de cerca las propuestas del economista inglés John m. Keynes, que dieron lugar al surgimiento del estado de bienestar. A diferencia de los países involucrados intensamente en la guerra, en México el gasto militar disminuyó de manera considerable. Por ello las inversiones en carreteras, presas, electricidad, hospitales, escuelas y servicios públicos pudieron crecer año tras año. En este sentido destaca la atención que el gobierno dio al sureste. En estos años de crecimiento económico y de expansión del gasto público la población aumentó de manera impresionante, sobre todo entre 1930 y 1970. De hecho se trata de uno los principales rasgos del siglo xx. En esos cuarenta años la población se triplicó, lo que contrasta con su comportamiento en el siglo xix: de la independencia a la revolución el número de mexicanos apenas alcanzó a duplicarse. Conforme avanzó el siglo xx el ritmo de crecimiento demográfico aumentó: de una tasa de 1.72% anual en la década de 1930 pasó a 3.28% en la 1960. Para mayor claridad baste decir que con la primera tasa se requerían poco más de 40 años para duplicar la población; con la segunda, la de 1960, sólo se necesitaban 22 años. Después de 1940, además, la población se movilizó quizá como nunca antes en la historia del país, sobre todo del campo a la ciudad. Las localidades urbanas ofrecían mejores salarios y servicios públicos. Ya para 1960, según el censo de ese año, la mayor parte de los mexicanos vivía en las ciudades (en localidades mayores de 2500 habitantes). Ello era un indicador del cambio social que ocurría en el país y en casi todo el mundo por esas mismas fechas. Desajustes y la respuesta estatista, 1958-1982 crecimiento económico y estabilidad política eran los signos más destacados del país en estos años. Al gobierno del mexiquense Adolfo López mateos (1958-1964) le correspondió organizar en 1960 los festejos del 50 aniversario de la revolución de 1910. La clase gobernante se mostraba orgulloso de sus logros en la conducción de la nación. Podía presumir de avances en materia de salud, educación e infraestructura, y de fortalecimiento de la ciudadanía gracias al otorgamiento del derecho al voto a las mujeres en 1953. En el tema de salud, por ejemplo, la mortalidad infantil se había reducido de manera drástica, de veintisiete a doce por cada mil habitantes. Ya no era tan común como antes que las familias perdieran hijos. Los asegurados del imss sumaban cuatro millones y el issste daba cobertura a otros 500000. El analfabetismo se había reducido de 62% en 1930 a 45% en 1960. La superficie irrigada gracias a inversiones del estado sumaba 1.4 millones de hectáreas. Desde 1950 podía recorrerse el territorio nacional por vía terrestre, de la frontera con Guatemala, en Chiapas, a ciudad Juárez, chihuahua. Movilización ciudadana y cambio político, 1982-2000

Las elecciones de Margaret thatcher como primera ministra de gran Bretaña en 1979 y de Ronald reagan para la presidencia de estados unidos en 1980 se consideran el inicio de la reacción conservadora ante la crisis mundial de 1973. Reducir el gasto público y afianzar la actividad de la empresa privada eran dos de los argumentos de esta nueva postura que renegaba de las propuestas de Keynes y del estado de bienestar. El lugar de Keynes lo ocupaban ahora economistas que consideraban que los males de la economía residían, a final de cuentas, en el gasto público excesivo. Al mismo tiempo se endurecía la confrontación con la unión soviética favoreciendo una estrategia armamentista, sobre todo en estados unidos. El nuevo papa, designado a fines de 1978, se involucró de manera activa en este escenario mundial. En febrero de 1979 juan pablo ii visitó México por primera vez. La algarabía popular fue desbordante. Ante la crisis desatada al final del gobierno de López portillo, justo cuando la computadora personal comenzaba a generalizarse en oficinas, empresas, hogares y escuelas, tuvo lugar un cambio drástico en la conducción gubernamental, que afectó con severidad a la mayor parte de la población. Esa tarea quedó a cargo del nuevo presidente, el colimense miguel de la Madrid (1982-1988). A tono con las posturas de los gobiernos de estados unidos y de gran Bretaña, y con las condiciones impuestas por el banco mundial y el fondo monetario internacional para superar la crisis de 1982, el gasto y las inversiones públicas disminuyeron de modo significativo (por ejemplo, un tercio del gasto corriente en 1983) y se inició la venta de numerosas empresas paraestatales. La primera sorpresa fue la rebelión del ejército zapatista de liberación nacional en Chiapas, justo el primer día de 1994. Los indígenas integrantes de esa organización declararon la guerra al ejército y a su comandante supremo, el presidente de la república. Tomaron varias localidades, el más importante san Cristóbal de las casas. Grandes movilizaciones en la ciudad de México y otros lugares exigieron el cese de hostilidades. La guerra duró apenas once días, pero su impacto fue extraordinario. A un paso del primer mundo surgía la voz de grupos que reclamaban una combinación de demandas sociales (servicios de salud y de educación) con demandas políticas referidas a fortalecer los derechos de los pueblos de indios. No es que Chiapas fuera la única zona indígena pobre del país, pero allí ese rasgo se conjugaba con la actividad de militantes de grupos radicales de origen urbano, como el “subcomandante” marcos, con la de católicos partidarios de la teología de la liberación, con las divisiones provocadas por la acelerada expansión ganadera y el reparto agrario, y con un avance inusitado del protestantismo. La rebelión dio un severo mentís al optimismo del gobierno salinista. La segunda sorpresa fue el asesinato en marzo del candidato priista a la presidencia, el sonorense Luis Donaldo Colosio. El grupo gobernante mostraba sus fracturas y parecía arrastrar a la sociedad al abismo. Tal vez por el temor generalizado que provocaban las divisiones en las altas esferas gubernamentales, el nuevo candidato priista, el capitalino Ernesto Zedillo, ganó sin problemas las elecciones de julio de 1994. El crimen político se repitió en septiembre cuando un alto dirigente del pri, José francisco Ruiz Massieu, fue asesinado. La tercera sorpresa de 1994 ocurrió poco antes de navidad y fue de índole económica. Una súbita devaluación del peso de casi 100% sacudió a la economía mexicana, que en 1995 decreció más de 6%. El desempleo aumentó, los salarios se rezagaron aún más y las tasas de interés se dispararon. Numerosos deudores, que quizá habían hecho suyo el optimismo salinista, se vieron imposibilitados para pagar los créditos contraídos (algunos en dólares) en la adquisición de maquinaria, insumos, casas y automóviles, poniendo en dificultades a los bancos.

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