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Octavio Paz


Enviado por   •  22 de Abril de 2013  •  527 Palabras (3 Páginas)  •  284 Visitas

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Encuentros y reencuentros

En el México de 1955 la satisfacción era generalizada entre políticos, banqueros, líderes de obreros y de campesinos. Incluso muchos intelectuales se habían contagiado de ese optimismo. Por fortuna, la nueva generación tenía una actitud resueltamente crítica, pero su crítica no era ideológica sino artística, literaria, poética. Era la visión de poetas, escritores y artistas. En cierto modo, su actividad continuaba la de los Contemporáneos y la que habíamos adoptado algunos artistas y poetas de mi generación. También ellos tuvieron que enfrentarse al nacionalismo y al arte con mensaje ideológico. Al mismo tiempo, en su visión más bien crítica y pesimista de la sociedad y las realidades de México, disolvieron muchas de las falsas oposiciones que nos habían desgarrado y paralizado a nosotros.

Por esos días, justamente cuando mis amigos preparaban el primer número de la Revista Mexicana de Literatura, fui invitado a dar unas conferencias en San Luis Potosí y en Monterrey. Hice el viaje y me impresionó no solamente el vasto desierto sino también la pobreza de la gente del campo. Ese paisaje desolado me produjo tristeza y desesperación. Era la otra cara de la prosperidad de que estaban tan orgullosos los grupos dirigentes del país. A mi regreso escribí "El cántaro roto", comenzando en el tren, que fue publicado en el primer número de la Revista Mexicana de Literatura. Se provocó un pequeño escándalo porque la prensa conservadora me acusó de haber escrito un poema comunista. Hubo muchas y encendidas polémicas. "El cántaro roto", desde un punto de vista poético, literario, acusa no sólo mi tránsito por el surrealismo sino también por la poesía náhuatl.

La mirada interior se despliega y un mundo de vértigo y llama

nace bajo la frente del que sueña:

soles azules, verdes remolinos, picos de luz que abren astros

como granadas.

[...]

plumas, súbito florecer de las antorchas, velas, alas,

invasión de lo blanco,

pájaros de las islas cantando bajo la frente del que sueña

[...]

Pero a mi lado no había nadie.

Sólo el llano: cactus, huizaches, piedras enormes que estallan

bajo el sol.

No cantaba el grillo,

había un vago olor a cal y semillas quemadas,

las calles del poblado eran arroyos secos

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