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Revolucion Francesa

nicolas058712 de Agosto de 2011

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EL PENSAMIENTO CRÍTICO A LA REVOLUCIÓN FRANCESA.

(EDMUNDO BURKE; 1729-1797).

El texto se concentra principalmente en el pensamiento de Burke, la negación de los derechos humanos, ya que rechaza su existencia.

Edmund Burke fue el padre del conservadurismo moderno; y las nociones básicas y fundamentales de su pensamiento, para poder entenderlo mejor, se resumen en, literalmente del texto: “a) su visión providencialista de la Historia; b)mayor importancia a la sociedad que al individuo; c) la sociedad no se origina en un contrato, sino en una conveniencia; d) autoridad y respeto de la tradición religiosa; e) espíritu de moderación.” Además, en su visión política, a la cual trate de conjunto de problemas morales, busca una visión realista de los problemas. En relación al conservadurismo, hoy no avanza, son sólo complementos vagos de las ideas de Burke.

La Revolución Francesa lo altera, no la entiende, él la enfoca como abandono a las tradiciones jurídicas de la anterior Francia, la tacha de demasiado abstracta; y toma un punto obsesivo con ella, más bien, contra ella, puesto que atacará a aquellos con la idea de implantar un régimen de libertad. Pero, utilizando la metáfora de la moneda del texto, la otra cara le fue favorable, le alzó y le dio respeto a sus ideas y creencias, hasta el punto de señalar al gobierno francés de culpable por ceder ante los ateos.

Si algo está roto, no tenemos porque tirarlo y crearlo de nuevo, quizá pueda reformarse. Es el racionamiento que usa en relación a las instituciones que la Revolución pretendía destruir para reconstruir de cero. Sus constantes alusiones a Inglaterra, le llevaron al deber de rebatir los tres derechos fundamentales allí establecidos -a) escoger a sus representantes; b) deponerlos en caso de conducirse mal; c)construir su propio gobierno-, y no tuvo ningún problema en ello, a excepción de la de 'deponerlos en caso de conducirse mal', a la cual no llegó a mostrar total rechazo.

Critica duramente al racionalismo y afirma que su formulación es tan abstracta y general que se convierte en irreal e irrealizable, ya que convierte a los derechos en inoperables, él de forma personal y con un carácter total, los niega, entendemos, por su visión de la realidad, que da por supuestos variables que afectan a la delimitación de esos derechos. Y afirma, que los únicos derechos efectivos son los creados por una historia, cultura y tradición particular.

Como dos últimas ideas, por un lado, Burke aboga por la desigualdad, alega que es lo natural y, además, es la característica esencial de la propiedad; y por el otro, aclara su idea del término 'conveniencia', que sí, básicamente es un contrato, pero que está por encima de cualquier organismo o institución, leyes y constituciones. Es el contrato primario, a partir del cual se crea lo demás, por lo tanto son productos suyos. Esa conveniencia es inquebrantable.

Comentario Crítico.

I. PADRE DEL PENSAMIENTO CONSERVADOR MODERNO, ESPECIALMENTE EN EL MUNDO ANGLOSAJÓN.

Líder intelectual del partido de los “old Whigs”, defensores de la libertad civil y política frente al poder arbitrario del Rey.

Burke sobresalió por su entendimiento con los países de Europa vistos como una gran comunidad de naciones y con una herencia moral y jurídica común.

Debido a su confianza en el camino de la tradición a lo largo de la historia, la filosofía política de Burke se aleja de las abstracciones racionalistas y ahistóricas propias de la Ilustración.

No propone tanto un programa concreto, capaz de resolver todos los males de la sociedad, sino que defiende el ethos clásico-cristiano, como fundamento de las leyes en las tradiciones jurídicas y culturales tanto de su país como de la civilización Occidental.

Influido por su conocimiento de la filosofía realista, concibe el derecho natural moral en armonía con las instituciones civiles, pues éstas constituyen un intento histórico de encarnar el primero, según una lógica que une moral personal y moral social.

Firme defensor de una política prudencial no ideológica, Burke vio en la Revolución el posible advenimiento de la barbarie y de la subversión de toda ley moral y de toda tradición civil y política, anticipándose a Tocqueville al vislumbrar los peligros del despotismo democrático.

En defensa de los principios con arreglo a los cuales había vivido, se enfrentó a la destrucción del orden y la libertad en nombre de una falsa igualdad, sin que en ese combate tratara de mantener privilegio personal alguno.

II. EL PENSAMIENTO POLÍTICO-FILOSÓFICO.

Gran parte de la actividad pública burkiana trascurrió en defender de un lado, a la Iglesia anglicana de los ataques de los “libres pensadores” y de los reformistas protestantes radicales; de otro lado, a los católicos y a los disidentes protestantes, agraviados en sus derechos por la política absolutista del gobierno londinés.

La razón de esta acción política no es un concepto “latitudinario”[1] de la libertad religiosa, sino más bien una visión de conjunto de la naturaleza humana y de las relaciones entre el Estado, los cuerpos sociales intermedios y los individuos amenazados por el absolutismo moderno.

El objetivo de Burke es garantizar iguales derechos a todos los súbditos británicos, dondequiera que se encuentren y cualquiera que sea la fe religiosa que profesen: derechos concretos, adquiridos históricamente en virtud de la secular tradición constitucional y consuetudinaria británica, esto es, sustentados en la costumbre – los “beneficios” -, y – a partir del 1789 francés y no por azar en

áspera polémica, entre otras cosas, con las “libertades inglesas” – contrapuestas a las abstracciones iluministas y racionalistas de la Ley y del “derecho nuevo“.

El estadista se hace célebre por cuatro “batallas Parlamentarias“. La primera, la tutela de los derechos constitucionales tradicionales de los colonos británicos en América, se opone a la tasación arbitraria, impuesta por el gobierno londinés, y defiende el auténtico significado de la Constitución “no escrita” británica.

Con altitud de miras, Burke se da cuenta de la mecha que tal política va encendiendo en el polvorín norteamericano y hace lo posible para alejar el espectro de la pérdida de las Colonias. Jamás a favor de la independencia que éstas declararon en 1776, una vez estallado el conflicto armado entre ellas y la Corona británica; él juzga los acontecimientos como una “guerra civil” interna del imperio – no una revolución -, de curación rápida.

La segunda batalla parlamentaria es la que conduce contra la administración pública, que imposibilita esta vez a los súbditos irlandeses de disfrutar de los derechos constitucionales británicos, a pesar que en el tema de la libertad religiosa Burke no consigue obtener el éxito parcial en defensa de los compatriotas católicos que tuvo en otros temas.

En tercer lugar, el estadista pide la acusación contra Warren Hastings (1732-1818), gobernador general de la India británica, por su malgobierno, pero no es atendido. Su decidida actuación consigue, no obstante, algo de éxito y, sobretodo, es una advertencia – desatendida – para el futuro.

La última batalla parlamentaria burkiana tiene como telón de fondo a la Revolución francesa. En las Reflections on the Revolution in France – una de las obras más comentadas e influyentes de la historia inglesa moderna, publicada poco tiempo después de la “toma de la Bastilla”, el 14 de julio de 1789 -, el hombre político anglo-irlandés intuye, analizando las premisas filosóficas que se habían abierto paso en los lustros anteriores, el curso completo de los acontecimientos revolucionarios, del regicidio a la dictadura militar napoleónica, estigmatizando su naturaleza. Para él, la Revolución constituye el advenimiento de la barbarie y de la subversión de toda ley moral y de toda tradición civil y política.

El centro de la filosofía política burkiana es, de hecho, la defensa del ethos clásico-cristiano, fundamento de la normatividad que el pensador adivina en las tradiciones jurídicas y culturales de su país, y que forma parte también de la “sociedad de las naciones” cristianas europeas.

Respecto de la relación entre derecho natural moral e instituciones civiles, Burke entiende a estas últimas como intento histórico de encarnar el primero, según una lógica que une moral personal y moral social.

Según Russell Kirk (1918-1994) – uno de los “padres” del renacimiento burkiano contemporáneo -, el pensador anglo-irlandés pertenece al “partido del orden”:

Él es la figura representativa de aquel legitimismo patriótico británico prudente, que aúna fidelidad y crítica constructiva, y que se resume en la expresión conservadora

“oposición de Su Majestad”, antitética a la revolucionaria de “oposición a Su Majestad”.

La influencia de Burke se ejercita sobre pensadores importantes como Joseph de Maistre (1753-1821) y sobre numerosos autores del área cultural anglosajona, francesa y alemana; pero, sobre todo, da origen a lo que en el mundo de habla inglesa, tiene el nombre técnico de “pensamiento conservador“, entendido como oposición consciente al mundo surgido a raíz del 1789 francés y a la filosofía revolucionaria que lo inspiró y lo empujó.

Burke, seguro de la proximidad de la victoria jacobina en tierra inglesa, determina que la localidad de su inhumación quede en secreto, por miedo a que los enemigos puedan un día descubrirla y desacralizar el

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