Sexo Duro

Nunca podré responder a la interrogante si realmente fui feliz contigo, eras especial pero la vez común, cercana sin dejar atrás lo distante, sumisa pero con un carácter del que jamás me sentí participe. ¿Cómo llegamos hasta aquel punto? Tu trabajo. Siempre ambos supimos que tu maldita profesión de diseñadora nos llevaría al fracaso, jamás dejabas tu celular, menos esas malditas revistas y para qué hablar de tus estúpidas excusas que jamás entendí: Debo saber cuáles son las nuevas tendencias para inspirarme, no debo quedarme en el pasado, tengo que innovar en mis diseños. Para ser sincero, jamás me gustaron tus confecciones.

¿Dónde quedaba el tiempo para nuestra intimidad? Llevábamos 10 años de un matrimonio poco feliz y nunca hiciste nada para solucionarlo. ¿No te excitaba? Seguramente preferías hacer el puto amor con esos diseñadores homosexuales que tanto te gustaban: John Galliano, Dolce y Gabanna, Giorgio Armani y Alexander Mcqueen que siempre estaban en nuestro frío lecho.

¿Cuál era tu afán por vestir y diseñar ropa para desconocidos? Hombres, mujeres, ancianos, celebridades, políticos y actores visitaban día a día tu tienda para que tú los hicieras parecer bellos y felices. Eso era realmente lo que yo no entendía. No entendía si te importaba más su dicha que la de tu propio hombre, el cual en cada momento se cuestionaba la llamada relación que se podría decir que se tenía.

Mujer independiente, exitosa, pudiente y trabajadora ya te olvidé, si, ya lo hice, trataré de ser libre una vez más, volveré a volar hacia mi propia vida que estará hoy y siempre pérdida para ti.

Recuerdo el día de nuestro matrimonio, te veías hermosa, yo hice lo que pude con mi traje para que pudiera complacerte a ti y a tus invitados de cartulina. La primera impresión en tu maquillado rostro al verme parado al lado del altar me lo dijo todo. Me sentía el novio más inseguro del mundo, el más bastardo de todos, el más horrendo y mal vestido. Pero aún así seguimos con esto, aguante por años tus humillaciones y sentimientos miradores en menos.

Ambos estábamos cansados de esto, yo, de tus reparos en mi forma casual de vestirme, de mi forma de hablar, sentarme, caminar y hasta de dormir. Querías dominar mi vida. Yo también la tuya. ¿Qué hubiera pasado si seguíamos juntos? No sé, y tampoco quiero imaginarlo, seguramente hubiéramos seguido como dos personas que juegan al matrimonio, que viven juntos, que dicen al mundo entero amarse pero que no son capaces de tocarse un solo pelo al momento de la soledad conyugal. Creí amarte, te amé más de lo debido ¿pero tú fuiste capaz sentir eso conmigo? Lo más probable es que no, tu gusto por la tendencia, vanguardia, colores y telas era más grande que una relación de años.

No queda nada más que decir adiós, hasta luego maldita malhechora, por fin confeccionaste tu mejor prenda, nuestro fracaso como pareja

...